ENTREVISTA AL ESCRITOR ITALIANO ALESSANDRO BARICCO
El autor del best seller Seda reconoce que ya ajustó cuentas con el éxito literario y sus consecuencias. “Bartleby es mi héroe. Sin embargo, es un personaje triste. Yo prefiero decir ‘no’, pero con alegría”, destaca el escritor más buscado de la Feria.
› Por Silvina Friera
En el bar del hotel Faena aparece la “estrella” de la Feria del Libro en jean y zapatillas. Alessandro Baricco tiene fama de “figurita difícil”. Se escribió hasta el cansancio, en esa prosa convulsa y apresurada del periodismo, que es arisco, esquivo, huidizo, el tipo de persona que es preferible no entrevistar. El hombre cuyo destino manifiesto es ser el autor de ese extraño fenómeno titulado Seda, novela traducida a 17 idiomas, no tiene ningún rictus áspero en la cara ni está rodeado de satélites que le rinden pleitesía. No es un “chico malo” ni un maldito que no deja títere con cabeza. Aunque parezca discreto y se comporte como un felino a la hora de deslizarse sobre las palabras. Le gustó tanto el personaje a lo Bartleby –su héroe literario– que eligió representar para defenderse del acoso después del éxito, que confesará ante Página/12, que se enamoró de ese papel. Dijo muchas veces “no”, más de lo recomendable. El escritor italiano está por primera vez en la Argentina, donde nacieron tres de sus autores más amados: Borges, Cortázar y Soriano, a quien considera “perfecto”, para alegría de muchos y espanto de los mismos de siempre.
El hombre orquesta se mueve como pez en las aguas de la escritura cinematográfica, teatral y literaria. Antes del boom de Seda (1996), publicó su novela Océano mar (1993), creó el programa televisivo Pickwic, dedicado a la literatura; y fundó la escuela de escritura Holden en su Turín natal, por donde pasó otro best seller italiano, Paolo Giordano, autor de Los números primos. Pero antes, mucho antes, llegó hasta sus manos por casualidad, como suele suceder siempre entre los lectores, Cuarteles de invierno. “Fue un gran amor y a partir de ahí leí todos los libros de Soriano”, recuerda Baricco. “Seguramente es uno de los escritores que más amo. Algunas de sus páginas son perfectas. En uno de sus libros uno de los personajes no tiene más dinero para seguir apostando y apuesta sus recuerdos. Esta idea es hermosísima y la ejecución es perfecta”, dice el escritor sobre Una sombra ya pronto serás. “Sabía que vivía en París y que era un hombre bastante difícil porque vivía de noche y dormía de día. A pesar de que tengo una casa en París, nunca pude encontrarme con él –cuenta el escritor italiano–. Lo que no pensaba es que se iba a morir tan joven; siempre creí que en algún momento de mi vida lo iba a conocer.”
–Alguna vez dijo que escribir es como correr una carrera. ¿Cómo va en esa empresa?
–Esa es una frase que suelo repetir cuando me preguntan si se puede enseñar a escribir. Trato de explicar que la gente escribe como corre, que es algo natural. Todos escribimos; no hace falta ir a una escuela particular para escribir. Pero si querés correr en las olimpíadas, vas a necesitar un entrenador. Si querés vencer y además ganar dinero y ejercer tu profesión, necesitás entrenarte. Con la escritura sucede lo mismo, si querés que sea tu oficio. Entonces una escuela puede ser muy útil.
–En su escuela se están entrenando las nuevas generaciones, pero usted no tuvo una escuela cuando empezó. ¿Quién fue su entrenador?
–Yo tuve la escuela de la vida y me demoré diez años. Mi escuela dura dos años, así que perdí ocho (risas). Usé la escritura en tareas diferentes: escribí para publicidad, para cine, teatro, también discursos de políticos y solapas de libros. De cada oficio aprendí algo. Mi escuela también está basada en este principio de usar la escritura en oficios diferentes porque nos hace más fuertes y más ricos. Esto lo hice a lo largo de diez años, entre mis 20 y 30 años. Pero además de trabajar, también me divertí.
–Más allá de que tiene varias novelas publicadas, ¿cómo explica el fenómeno que generó Seda?
–No lo sé; es un libro breve, lineal, una hermosa historia bastante universal. Me he encontrado con el público de Estados Unidos, de Japón, de Vietnam, de Australia y todos dicen las mismas cosas, sin importar que pertenezcan a países y culturas diferentes. De manera que ese libro tiene una fuerza que supera muchas barreras. Sin duda no es mi mejor libro, pero estoy muy contento de haberlo escrito. Aún hoy, quince años después, lo publican en países donde todavía no se había publicado. Entonces viajo a esos países y me preguntan como si recién lo hubiera escrito, pero para mí está tan lejos en el tiempo... Es muy raro, muy surreal. Muchos escritores tienen un solo libro y ellos son “ese” libro. Pueden haber escrito muchas otras cosas, pero a lo largo de toda su vida siempre van a ser “ese” libro. Una vez Umberto Eco me contó algo muy cierto. El publica una novela cada diez años. Después del suceso mundial de El nombre de la rosa, cada vez que publica una nueva novela, la gente va a comprar El nombre de la rosa (risas). Este es el destino de todos nosotros.
–Cuando usted comenzó a escribir no estaban tan generalizadas las escuelas de escrituras ni los talleres literarios. Ahora se han multiplicado. ¿Por qué hay tanta gente que quiere escribir ficción?
–Antes también existían todas estas personas que querían escribir, pero ahora se impuso una concepción diferente de la escritura. Escribir es un oficio como cualquier otro; hace falta ejercicio, aprendizaje, maestros. Pero hasta hace quince años esta idea era considerada una blasfemia porque la literatura estaba ligada al talento, al genio y a la inspiración. No se pensaba que pudiera ser un oficio. Ahora hay otra mentalidad; se abandonó el modo romántico de concebir la literatura. Las mismas personas que querían escribir antes estaban en sus casas. Ahora salen y van a la escuela.
–¿Cómo vive el exceso de protagonismo que se le demanda al escritor exitoso, que tiene que viajar, dar entrevistas, leer, firmar, dialogar con sus pares de otros países?
–Es un fenómeno que abarca a todos los oficios, también a los futbolistas y a los cirujanos. Vivimos en una sociedad diferente; las informaciones circulan a mucha velocidad y sería estúpido negar este fenómeno. Cada uno en lo suyo es más visible, y esto genera que el oficio de la escritura sea más difícil, sobre todo para mi generación. A mí me costó mucho adaptarme al cambio.
–¿De ahí viene la fama de que es medio esquivo y reacio a las entrevistas?
–(se ríe) Sí, siempre traté de defender mucho mi trabajo y esto quiere decir no dedicarle demasiado tiempo a las entrevistas, concentrarme mucho en el libro que estoy escribiendo y no en los efectos que voy a producir. Debo decir que como tuve un gran éxito, tuve que defenderme más. Cuando se publicó Seda, el teléfono de mi casa sonaba sin parar y yo no lo atendía. De ahí debe haber nacido mi fama de personaje difícil (risas). No hice todo lo que me pedían que hiciera. Me enamoré de esta fama equivocada y trato de continuar defendiendo mi vida y mi trabajo. En este mundo no podemos quedarnos encerrados en nuestras casas. Hay que correr el riesgo y asumirse como personaje público. Por eso estoy acá.
–¿La estrategía de Bartleby “preferiría no hacerlo” no funcionaría en este mundo?
–Es mi estrategia, pero hay excepciones. Son muchísimos los “no” que digo, pero siempre educadamente como Bartleby. Mi dirección de mail es bartleby arroba... Bartleby es mi héroe. Sin embargo, es un personaje triste. Yo prefiero decir “no”, pero con alegría.
–¿Cómo combina la literatura con la escritura teatral y cinematográfica?
–Me curo de una con la otra. Hago teatro y cuando me canso escribo un libro. Escribo un libro y cuando me siento agotado hago una película. Me disgusta la película, no la quiero ver más, entonces la hago en televisión. No siempre funciona todo tan bien, pero el programa sería ese. El guión cinematográfico ayuda mucho. El trabajo con los actores enseña muchas cosas sobre los cuerpos que luego van a parar dentro del libro. Escribir un libro te da idea de la arquitectura y te sirve cuando hacés todos los otros oficios.
El escritor eligió Holden para bautizar a su escuela por el famoso personaje de Salinger. “Mis amigos y yo, cuando fundamos la escuela, pensamos que tendría que ser un lugar que no expulsaría a Holden. Era una premisa elegir ese nombre, fue un compromiso fundar esta escuela en la que hay una relación muy intensa con los profesores.”
–¿Acaso de adolescente lo expulsaron y la escuela fue un modo de saldar cuentas con su pasado?
–No, yo fui un buen alumno, estúpidamente disciplinado. Terminé la universidad con honores. En eso era muy diferente a Holden; era mucho más aburrido de lo que soy hoy.
–¿Le hubiera gustado ser un Holden?
–Pero no tengo talento... Yo siempre quise ser malo, pero no lo he conseguido. El humor me resulta difícil en la vida porque me tomo las cosas bastante en serio. Pero cuando escribo, aparece mi mejor parte.
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