EL AUTOR DE EL ETERNAUTA FUE HOMENAJEADO CON UNA CHARLA ABIERTA
A treinta y tres años de su desaparición, el guionista que revolucionó el género fue recordado por su esposa Elsa Sánchez de Oesterheld y por el dibujante Francisco Solano López, quien le puso el trazo a la más grande historieta argentina.
› Por Andrés Valenzuela
El 27 de abril de 1977, un grupo de tareas de la última dictadura militar secuestró al escritor y guionista Héctor Germán Oesterheld. Pasaron 33 años y el historietista más importante que dio el país aún no aparece. Tampoco ninguna de sus cuatro hijas. Treinta y tres años sin la pluma que cambió el modo de narrar en viñetas en nuestro país. El martes, en el aniversario de su desaparición, se le rindió homenaje con una charla abierta en el Espacio Bicentenario de la Secretaría de Cultura de la Nación en la Feria del Libro. Frente al micrófono estuvieron su esposa, Elsa Sánchez de Oesterheld, y Francisco Solano López, el legendario dibujante de El Eternauta, la obra fundamental del guionista.
Ante un auditorio heterogéneo, y siempre a partir de las preguntas del público, Solano López recordó al Oesterheld escritor y Sánchez reflexionó sobre los años de militancia de su esposo en el peronismo de izquierda. Medio centenar de oídos los escucharon atentamente: hombres de traje y corbata, jóvenes comiqueros que miraban arrobados al dibujante, mujeres mayores, tipos de 30, adolescentes. Una chica de camperita verde seguía las intervenciones visiblemente emocionada. ¿Y por qué no, si ante ella había un cachito de historieta e historia argentina?
“Oesterheld revolucionó la historieta de aventuras para chicos gracias a su lectura de clásicos como Jack London o los autores del siglo XIX”, resaltó el dibujante. “Tocaba todos los temas con habilidad y frescura, creaba un clima verídico que capturaba la imaginación de los chicos.” Claro que los lectores más jóvenes no eran los únicos que se sentían capturados por el trabajo del guionista. Los propios plumines quedaban embelesados por la magia narrativa, confesó Solano López. “Nos perdíamos en el fárrago de aventuras que él pergeñaba”, recordó. “Cuando él proponía algo, yo siempre aceptaba porque todas sus ideas eran buenas.” Tan buenas eran las creaciones de Oesterheld que en 1957, cuando salía El Eternauta, los amigos del entonces joven dibujante lo visitaban “casualmente” para enterarse de qué le sucedía a Juan Salvo y compañía en su guerra contra los Ellos y los Manos.
¿Qué sintió cuando hace unos años nevó en Buenos Aires?, le preguntaron a Solano López. El dibujante comparó la tétrica nevada mortal que le tocó dibujar hace cincuenta años con los copos que inundaron la ciudad y el conurbano el 9 de julio de 2007. “Fue simpático que gracias al cambio climático, que tantos problemas trae, pudiéramos ver esa reproducción en vivo”, sonrió, y aludió a la portada que Página/12 ofreció a sus lectores al día siguiente: “En lugar de poner a los chicos jugando, como hicieron todos, la gente del diario aprovechó para recordar la historieta”. Además, Solano López explicó que los paisajes de El Eternauta surgieron a partir del recorrido que ambos realizaban diariamente. “El vivía en Belgrano y yo tenía una tía en Olivos, donde entonces terminaba la línea Mitre”, señaló. En la legendaria historieta aparecen varios lugares de Buenos Aires, como las barrancas de Belgrano, el monumento de Plaza Italia o el estadio de River Plate. “Los hacía de memoria y parece que con acierto, porque algunos lectores iban a los lugares para ver si los había dibujado igual. Por suerte no los defraudé.”
Mientras que a Solano López le preguntaron más por su relación profesional con el guionista, Sánchez concentró su intervención en torno del costado militante de Oesterheld. Como Rodolfo Walsh, a quien admiraba, el guionista comenzó su carrera siendo un antiperonista declarado (“no le gustaba nadie que pareciera un poco mandón”, contó su esposa) para luego, entusiasmado por sus cuatro hijas, involucrarse en Montoneros, donde formó parte del Comité de Prensa hasta su secuestro. “Era un tiempo peligrosísimo –recordó Sánchez–, vivíamos asustados y uno siempre temía que le entregaran un hijo muerto.” El recorrido de Oesterheld hacia el peronismo de izquierda tuvo un hito fundamental cuando reversionó El Eternauta, pero con otra mano maestra: la del uruguayo Alberto Breccia. Pese a la calidad del trabajo, publicado en la revista Gente, fueron muy criticados por los lectores. Según Solano López, eso resultó “traumático para ellos como creadores, y además debe haber alertado a los servicios de inteligencia de la época sobre esa mirada metafórica sobre un contexto social y político que se iba agravando progresivamente”.
Sánchez recuerda con dolor ese tramo de su vida. “Había muchos ideales, pero veía cómo nos íbamos al cadalso, porque ya tenían bien planeado lo que iba a suceder”, lamentó. “Llegó un momento en que el ideal no tenía nada que ver con lo que estábamos viviendo.” Tras reclamar justicia, Sánchez señaló las consecuencias sociales de la última dictadura militar: “Los poderosos de la época pensaron sólo en ellos y dejaron abandonada a la juventud y la educación, dejaron en las tinieblas el país y destruyeron el futuro; antes al menos teníamos una esperanza, una que recién hoy estoy recuperando”. Para entonces ya Ricardo Forster y María Pía López esperaban su turno para debatir sobre identidad cultural. Mientras algunos espectadores preparaban libros con la esperanza de recibir una firma o un dibujo de Solano López, Sánchez disparó una última reflexión: “Todo empezó con el odio a los pobres, en esa época si estabas con los pobres te decían que eras un ‘bolche’. Pero el odio no sirve para nada, destruye al rico tanto como al pobre; prefiero bregar por el amor, la paz y la justicia, sin odio ni rencor”.
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