FERIA > LAS PEQUEñAS EDITORIALES INVITAN A HURGAR EN SUS ANAQUELES
Sin largas colas en las cajas para pagar los libros o para conseguir una firma de un escritor, pero con inquietudes y ejemplares atractivos, las editoriales chicas buscan en la Feria conquistar más visibilidad y nuevos lectores.
› Por Silvina Friera
A la sombra de “árboles” gigantes, hay un mundo de pequeñas y medianas editoriales que invitan a hurgar en sus anaqueles y a narrar “la otra cara” de la 36ª edición de la Feria del Libro. A simple vista se puede afirmar que en el Predio de la Rural impera la “ley del más fuerte”. En los stands más grandes y visibles, donde se acumulan lectores, donde hay filas largas en las cajas para pagar los libros o para conseguir la firma de un escritor, basta con alzar la mirada para toparse con el letrero de un pulpo editorial: Planeta, Santillana, Mondadori. Si las lucecitas de colores ejercen su hechizo y llaman a muchos a arrimarse, hay otros que intuyen o sospechan, acaso confiando en que lo esencial es invisible a los ojos, o que cuesta mirar y elegir entre tanta oferta, que hay una “periferia”, a veces más silenciosa en medio de tanto bullicio, dispuesta a conquistar mayor visibilidad y nuevos lectores. Quizás el lema de esta edición, “festejar con libros 200 años de historias”, habilita a citar uno de los “Consejos de Martín Fierro a sus hijos”: “Los hermanos sean unidos,/ Porque ésa es la ley primera./ Tengan unión verdadera/ En cualquier tiempo que sea/ Porque si entre ellos pelean/ Los devoran los de ajuera”.
El refrán de José Hernández viene a cuento porque en el pequeño stand 2414 del pabellón amarillo conviven Entropía, Tinta Limón, Cebra, Cactus, Paradiso, Caja Negra, Bajo la Luna y Eterna Cadencia. “Es la primera vez que estamos en la Feria con otros siete hermanos”, subraya Lucio Ramírez, de Eterna Cadencia, en ese ámbito cálido de apenas 24 metros cuadrados, donde cada editorial tiene entre 500 y 700 libros. “Estamos vendiendo bien, no podemos quejarnos”, admite Ramírez a Página/12. “Es cierto que nuestro público es un lector exquisito que busca escritores poco conocidos, pero estamos en la Feria para acercarnos a nuevos lectores que están abiertos a conocer autores; queremos que esos nuevos lectores formen parte de Eterna Cadencia. Buscamos ganar más visibilidad en el mercado editorial y vender más, claro.” El fin de semana, sobre todo el sábado, ese pequeño lugar en el mundo de la Feria se encontró con parte del público de Caetano Veloso que, después del recital, entró gratis al predio. Los más vendidos de la editorial son, por ahora, los Cuentos reunidos, de Felisberto Hernández, los ensayos de Oscar Masotta (Conciencia y estructura), y la novela La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara.
La unión hace a la fuerza de aquellas editoriales que solitas estarían condenadas a perderse en un magma de propuestas que saturan a los lectores exigentes, el propio target de esta “periferia”, que persigue estrategias de colaboración para iluminar más a los que caminan por los pasillos de La Rural. En el pabellón azul muchos estudiantes se congregan en el “vanguardista” stand 627 Libro Universitario Argentino, que por sexto año consecutivo hermana a 28 editoriales universitarias nacionales de Catamarca, Comahue, Entre Ríos, Misiones, San Luis, Villa María, Formosa, Rosario, Litoral, Mar del Plata, Córdoba, Salta, San Juan, entre otras. Hay más de mil títulos de crítica literaria, investigación científica, ciencias sociales y de todas las disciplinas y actividades que se cocinan a fuego lento en las usinas universitarias. En el pabellón verde, en el novísimo stand 917, hay una editorial que se anima a pulsear sola la partida de esta edición, la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba). Dentro del catálogo exhibido “los chicos mandan”. Esa es la impresión que genera un nene de unos siete años, Ariel, que mira a su madre con un ejemplar de ¿Qué son los parásitos? en sus manos y le dice: “Quiero éste”. La madre trata de convencerlo de que mejor es ¿Cómo era la tecnología en la Prehistoria? Pero Ariel hace puchero, protesta, patalea un poco. ¿Quién gana? Ariel, claro. A pocos metros, en el mismo stand, Manuel, estudiante de sociología, se lleva un ejemplar de Lucha de clases, Guerra Civil y Genocidio en la Argentina 1973-1983, de Inés Izaguirre.
Al regresar al pabellón amarillo llama la atención lo que sucede en el stand 1617 de la editorial Iamiqué, con su catálogo “extravagante” de libros de información, bellísimos y entretenidos. Un puñado de chicos y de padres se pelea por llevarse El declive Intríngulis y el robo de la Mona Lisa, de Amaicha Depino y Carla Baredes. El libro combina de un modo novedoso la historieta con la explicación acerca de cómo la ciencia ayuda a resolver casos policiales. La excusa del robo del famoso cuadro permite explorar qué son y cómo se recolectan las huellas dactilares, cómo funciona el detector de mentiras, cómo se determina la autenticidad de una pintura, entre otras cuestiones. “Es una muy buena experiencia estar en la Feria, nos da la oportunidad de escuchar a los lectores”, confiesa Carla Baredes, física curiosa e hiperkinética que junto con su colega, la química Ileana Lotersztain, fundó la editorial Iamiqué en 2000. “Tenemos muchos seguidores”, señala rodeada de los fans que acumularon en diez años. “Hay que estar en el evento más importante del mundo editorial”, admite Baredes. La editora cuenta que están vendiendo bien porque ahora, por primera vez después de cuatro años, están en un lugar más visible.
“Los libros de divulgación con una concepción más lúdica generan lectores porque los pibes que no leen narrativa sí se animan con los temas científicos”, plantea Baredes. “Son libros que interesan a todos, para lectores de 8 a 88 años –afirma la editora–. Los chicos tienen una predisposición muy natural que después pierden con los años. Pero es raro que a un chico no le interese por qué el cielo es azul o por qué hace calor en el verano.” Nuevamente rumbeando hacia el Pabellón Azul, pero en el stand 322, están las miniaturas encantadoras, caseritas y artesanales, de Pequeño Editor, una editorial para chicos que salió al ruedo en 2003. Una madre elige Sueños de agua, de María del Carmen Colombo, ilustrado por Cristian Turdera. Acá los libros son para los más chiquitos y tal vez por eso, parece, ganan los adultos. Un padre revisa Candombe, fiebre de Carnaval, de Diego Bianki, y decide comprarlo. Hay que caminar por los “márgenes” del Predio para descubrir a los encantadores hermanos menores del mundo de la edición.
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