VIOLETA WEINSCHELBAUM, AUTORA DE “ESTACION BRASIL”
El libro de la periodista argentina reúne entrevistas con grandes compositores e intérpretes de la escena brasileña actual.
› Por Karina Micheletto
La música brasileña siempre ejerció algún tipo de fascinación vista y oída desde el sur del océano Atlántico. A nuestros vecinos del Mercosur les envidiamos la tan mentada antropofagia de su música, ese desprejuicio para deglutir elementos de aquí y allá y esa capacidad para volverlo todo, tan cerquita de la historia, tradición fundante y de exportación. Ahora, un libro de una joven periodista y escritora argentina rastrea las causas de esa fascinación a través del relato de algunos de los principales compositores e intérpretes de la escena brasileña actual. Estación Brasil. Conversaciones con músicos brasileños, de Violeta Weinschelbaum, compendia una serie de entrevistas que, junto al prólogo de Caetano Veloso y las palabras de Adriana Calcanho-
tto, pintan un mapa centrado en el movimiento del tropicalismo, pero que se extiende hacia atrás y hacia adelante, en ramificaciones que exceden lo musical.
Así aparecen retratados algunos de los “fundadores” vivos: Caetano Veloso, Gilberto Gil, Chico Buarque, Milton Nascimento, Maria Bethânia, Gal Costa. O “periféricos”, como Tom Zé, Carlinhos Brown y Ney Matogrosso. Y también los de la generación que aparece como continuadora natural de aquéllos, en sus más diversas derivaciones: Calcanhotto, Arnaldo Antunes, Marisa Monte, Rita Lee, la “banda sin nombre” de Moreno Veloso, Domenico Lancelotti y Alexandre Kassin. Si bien algunos tramos de las entrevistas quedan demasiado pegados al momento en que fueron hechas (el lanzamiento de un disco puntual o ciertos contextos particulares), el libro pone el acento en el descubrimiento de cada una de las figuras seleccionadas y en la reconstrucción histórica que cada una de ellas es capaz de hacer. “Traté de que el lenguaje y la estructura de las entrevistas mostrasen los climas de cada una, más allá de que, inevitablemente, siempre hay una cuota de ficción implícita en la escritura”, explica la autora sobre su forma de trabajo.
Lo que en Weinschelbaum comenzó como “un fanatismo por Caetano” fue transformándose, un poco por azar, un poco por elección, en una especialización en la música brasileña. “Durante mucho tiempo sólo escuché Caetano. Es más: decía que, fuera de él, no me gustaba la música del Brasil. Supongo que era algún tipo de prejuicio adolescente”, relata la escritora. Como suele suceder, una ventana fue abriendo otra: “A partir de Caetano empecé a escuchar cosas diferentes, y ahí se fue abriendo el panorama”.
Un primer viaje para cubrir una entrevista con la fuente de su fanatismo, logrado en una redacción a fuerza de insistencia y con una cuota de suerte, inauguró la serie de entrevistas que más tarde se transformaría en un libro, “inventando excusas para viajar a Brasil”. En el medio, se produjeron dos cambios importantes. Weinschelbaum aprendió portugués, algo que, asegura, modificó por completo el enfoque del libro y la llegada a cada uno de los artistas, aunque algunos de ellos manejaran el español o el portuñol –entre otras cosas, terminó siendo la traductora de la edición española del libro de Caetano Verdad tropical–. Pero además se entregó casi con obsesión al aprendizaje de todo lo que estuviera relacionado con esa música que había descubierto.
“Por eso decidí ordenar las entrevistas en forma cronológica, tal como las fui haciendo. Es muy claro que las preguntas no son las mismas en la entrevista a Caetano de 1998 que en las últimas, a Milton Nascimento o Chico Buarque, el año pasado”, explica la escritora. Desde ahí escribe Weinschelbaum las entrevistas que componen Estación Brasil: no desde el lugar del saber –aunque maneje un vasto conocimiento sobre el tema–, sino desde aquel que se asombra junto al lector, y abre la puerta a un universo que se expande. En su trabajo, Weinschelbaum tuvo una ventaja importante: la capacidad de reflexión sobre sus prácticas de muchos de los intérpretes y compositores, formados no sólo musicalmente. La lucidez con que Caetano Veloso o Chico Buarque pueden describir las influencias y consecuencias del tropicalismo, la paradójica forma en que una dictadura trajo aparejado en Brasil el florecimiento de la música y del arte en general o la “defensa nacional” brasileña que se admira desde esta orilla.
En el medio hubo algunas amistades perdurables (de hecho, el libro está dedicado “para Rita Lee, la amistad inesperada”). Y, claro, dificultades de todo proyecto encarado a fuerza de ganas: lograr trasponer los filtros de oficinas de prensa o acceder a los “difíciles”, como Chico Buarque o Maria Bethânia. “Lo más complicado fue llegar a la entrevista con Buarque, de hecho ya me había hecho la idea de que no iba a estar en el libro, después de meses de insistir por todas las vías posibles”, cuenta la autora. “Pero una vez que llegué fue un encanto... Ahí entendí todo: que lo que hace es cuidarse para no transformarse en una estrella que sólo da notas. Tenía ganas de decirle: ‘¡Claro, tenías razón en negarme la nota tanto tiempo!’”
Y hay, también, postales que Weinschelbaum recuerda con una gran cuota de agradecimiento hacia sus entrevistados: “Una súper bahiana en el camarín de Gal Costa, donde era como entrar a Bahía: todos vestidos de blanco, torta de coco... como una sucesión de clichés bahianos. O la entrevista a Carli-
nhos Brown en el barrio bahiano de El Candeal, donde vive. Desde el patio se oían pasar las bandas, y por ahí él se escapaba para ir a decirle algo a un percusionista. Su invitación a seguir la entrevista día tras día o que me citara al mismo horario que un ensayo que duraba cuatro horas. Una cosa dispersa, caótica y encantadora, igual que él”.
“La selección fue un poco caprichosa. Tiene que ver con gustos y también con los nombres que trascienden Brasil. Siempre quise que este libro fuera editado en la Argentina. Si lo hubiera pensado para Brasil, seguramente éste sería un corpus de artistas pobre y previsible”, advierte Weinschelbaum. Desde el prólogo, Caetano sienta posición: “Nosotros, los brasileños, vivimos el reconocimiento de nuestro cancionero en el Río de la Plata como un acontecimiento internacional –y como un ejercicio interno–”, analiza el músico. “Es exportación y también autoconocimiento. Es el ensayo de una maduración de las relaciones reales posibles entre países latinoamericanos en el sentido del fortalecimiento mutuo.”
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