ENTREVISTA A PATRICIO OROZCO Y POMPEYO AUDIVERT
Ambos son directores y dramaturgistas, y presentarán La catástrofe del expulsado y Proyecto artístico científico circense, respectivamente, durante la quinta edición del Festival Beckett Argentina, que arranca el próximo viernes.
› Por Hilda Cabrera
El genio del novelista, poeta y dramaturgo irlandés Samuel Beckett sigue activando la imaginación de artistas y escritores. Una prueba de esto a nivel local es el Festival Beckett Argentina, que cumple su quinta edición. Esta muestra, organizada por el actor y director Patricio Orozco –quien en abril próximo publicará una interesante biografía del admirado irlandés, que escribió con pareja intensidad en inglés y francés–, se desarrollará entre el viernes 26 y el 6 de diciembre con la presentación de cinco obras, un seminario a cargo de Orozco y –por primera vez en el marco de este encuentro– la entrega de los premios Godot. Nacido en Dublín en 1906 y fallecido en París en 1989, Beckett (Nobel de Literatura 1969) es uno de los creadores que más influyeron en la escena argentina, y el Festival quiere ser otro exponente de esa aceptación perdurable. De ahí que Orozco no haya cedido ante las dificultades que conlleva armar año a año una muestra de buen nivel. El fue quien acompañó al fallecido actor y director mendocino Miguel Guerberof, creador del Festival Beckett Buenos Aires, que tuvo su primera sede en el Teatro Beckett del barrio de Abasto, sala que conducía Guerberof.
Orozco, quien realizó estudios teatrales en París y en la londinense Royal Shakespeare Company, dice hoy haber aprendido a administrar de forma prolija los subsidios que recibe para este evento de instituciones y entidades privadas, logrando con un ajustado presupuesto “poner al Festival en el mundo”. Este año se verán dos espectáculos de la Argentina, dos de Brasil y uno de Costa Rica. Las compañías Lona de Retalhos y Maskara de Teatro traen Esperando a Gordo (pieza destinada al público infantil que también disfrutarán los adultos) y No, para nada, que reúne Qué dónde y Textos para nada; en tanto que el Grupo Guiñol, de Costa Rica, llega con una puesta de Fin de partida, “transgresora y poética, donde los padres de Hamm no están adentro de dos tachos de basura sino de dos cubos transparentes que contienen agua”, apunta Orozco, en diálogo con Página/12. De la charla también participa Pompeyo Audivert, dramaturgista y director de Proyecto Artístico Científico Circense, pieza incluida en la programación. El trabajo de la compañía Lona de Retalhos se ofrecerá en La Galera Encantada, teatro-taller para el público infantil que dirige Héctor Presa.
–¿Esperando a Gordo supone un cambio de humor?
Patricio Orozco: –Y algunas sorpresas, porque el elenco se tomó cierta licencia en el final. Es un espectáculo de 50 minutos, donde los personajes se llaman Batatinha, Chocolate y Gordo.
–¿Qué abarca La catástrofe del expulsado?
P.O.: –Reordeno un poco lo que sucede en Catástrofe y El expulsado, con personajes que enfrentan las vicisitudes y otros que no oponen resistencia. Termina siendo una comedia un tanto dramática. En algún momento pensé que estas relaciones podían traerme problemas, pero no fue así. Este año fui invitado a un seminario internacional sobre Beckett, en París, y a ofrecer un workshop en la Universidad de Gdansk, Polonia. Pude conocer a Edward Beckett, sobrino y heredero del escritor. Edward tiene fama de cuco. Nada de eso: es una persona muy agradable. En mis conferencias me referí a las conexiones entre los diferentes textos y personajes, por ejemplo el director teatral de Catástrofe y esa especie de dictador de Qué dónde.
–¿Se realizan propuestas en esa línea fuera de la Argentina?
P.O.: –En los ámbitos en los que estuve no vi nada de eso. En general se toman en cuenta “las cuatro grandes obras” (así las llaman): Los días felices, Esperando a Godot, Krapp, la última cinta magnética y Fin de partida. Estas aguantan el circuito comercial. Las breves están en ámbitos académicos o encuentros. Así empezamos con Miguel Guerberof. Pensábamos que un festival permitiría el montaje de obritas de veinte o treinta minutos. La actriz Analía Couceyro acaba de presentar Not I (No yo, el balbuceo de una gran boca) en el Teatro San Martín como parte del Ciclo de Música Contemporánea.
–¿Destacan el aspecto circense en las creaciones de Beckett?
Pompeyo Audivert: –En Proyecto Artístico... aparecen un payaso y un director de circo abandonados por su compañía. Quedaron solos, sin casa ni comida. El director, ciego y paralítico, convierte al payaso en su enfermero. El nombre de esta obra fue puesto por el elenco. Trabajé sobre un núcleo de ideas que remitían a Fin de partida, Esperando a Godot y a otras tomadas de algunos textos del escritor austríaco Thomas Bernhard, como La fuerza de la costumbre, donde Caribaldi, dueño de un circo en decadencia, exige a los otros cirqueros que, después de las funciones, a las que no va nadie, ensayen una y otra vez el Quinteto La Trucha, de Schubert. Es un pretexto de Bernhard para, en esa repetición, reflexionar sobre el arte, la cultura, el Estado y la burguesía. De algún modo, los dos cirqueros de Proyecto... hablan de un pasado sin entender dónde se encuentran, ni qué hacen. Han perdido la memoria lineal, tienen chispazos del pasado del cual creen provenir y suposiciones de lo que vendrá. El cruce con Bernhard tiene que ver con la devastación, con la espera infructuosa del hecho artístico. Esta es también una particularidad de nuestra cultura: pensar que algo artístico está por venir cuando todo es cada vez menos artístico.
P.O.: –El vínculo de Beckett con lo clownesco es evidente. Su ídolo era Buster Keaton, con quien hizo una película; también en sus anotaciones sobre los actores (le interesaba que fueran mimos o clowns) y en su interés por el mundo de la gente marginada o venida a menos, que aparece incluso en sus novelas Murphy, Mercier y Camier y la trilogía Molloy, Malone muere y El innombrable, donde describe personajes que llevan harapos o un bombín y un traje raídos.
P.A.: –Y en ciertas rutinas, como la de hablar con el público.
P.O.: –O los gags y los repetidos juegos con piedritas o galletas de algunos personajes, efectos magnéticos que le sirven para resolver matemáticamente una situación. Quizá por ahí viene el título de Proyecto Artístico Científico Circense, puesto, como dice Pompeyo, por el elenco.
–¿Qué opinan de los trabajos de Guerberof sobre Beckett?
P.O.: –Me gustaban, sobre todo por las resoluciones. Miguel entendía que era un autor divertido. Se cuenta que Beckett podía permanecer callado largo tiempo, pero también que era amable, tenía humor y gustaba del chusmerío. Miguel no le tenía miedo y pensaba que no había que solemnizarlo. Las obras de Beckett tienen contenido, profundidad, pero el actor no está para filosofar sino para resolver una situación.
–¿Han visto últimas puestas fuera de la Argentina?
P.O.: –En Londres asistí a una función de Esperando a Godot, donde actuaba el británico Ian McKellen (el Gandalf de El señor de los anillos). Después tuve la suerte de charlar con él y estar toda una tarde hablando sobre la puesta, que no era minimalista sino una réplica de la sala en la escena, sólo que destruida, como si la hubieran bombardeado. Me llamó la atención lo gracioso que estaba McKellen, porque lo tenía visto en Ricardo III y El señor de los anillos. La novedad para mí fue escuchar el texto en inglés. Acaba de salir un nuevo volumen con las anotaciones teatrales de Beckett, tomada de los manuscritos, donde intenta llegar a la última versión de cada obra.
–¿Qué sucede hoy con la compra de los derechos para representar las obras?
P.O.: –Todos los años estamos pidiendo derechos; somos el único Festival Beckett, por eso me recibió Edward Beckett, sobrino y único heredero. Se habrá preguntado quién es este loco. Le llevé libros, le conté la historia de las puestas en la Argentina desde la época de Jorge Petraglia para acá. (El actor, director y régisseur Jorge Petraglia estrenó Esperando a Godot en 1956, tres años después de la puesta en París por Roger Blin.)
–¿Qué temas y obras abordará en el seminario?
P.O.: –Daré un workshop sobre las obras cortas Rockhaby, Footfalls, Ohio Impromptu, What Where, Quad, Play y Catastrophe, entre otras, teniendo en cuenta el contexto histórico, las puestas y los antecedentes en la Argentina, y también ejercicios con los textos. Todo en dos encuentros de tres horas cada uno. Tengo fragmentos grabados por Duilio Marzio, la actriz Nélida Romero... La idea es encontrarle puntas nuevas al Festival. El premio es un mimo a la gente que trabajó sobre Beckett: actores, directores, investigadores... Me entusiasma que haya tantos jóvenes interesados en este autor, como los que trabajan en Proyecto... que dirige Pompeyo.
P.A.: –De alguna manera, también trabajo sobre esa posición poética que Beckett desata en la escena, que no es la de un living contemporáneo donde se suceden disquisiciones sobre nuestra sociedad. En la escena beckettiana los personajes no saben dónde están, de dónde vienen, ni adónde van. Dilemas para los que en general el teatro tradicional tiene respuestas, y a partir de éstas funda una unidad de sentido. Beckett decide hacer lo contrario. Lo extraordinario es que da territorialidad a sus personajes–lúmpenes a través de situaciones “estalladas” con las que uno se identifica. Los sitúa en la “rotura” de lo humano y del mundo. Además es gracioso. Diría que Beckett es un faro en las tinieblas al señalar la estupidez dominante.
P.O.: –Se conecta con el movimiento filosófico del existencialismo. Finalmente estamos parados sobre una pelota de tierra y agua en medio de la nada. Partamos de ahí. Después, si queremos entretenernos con el trabajo, la familia, nos entretenemos. Cada uno tiene su vida.
P.A.: –Está entre los autores que ponen en ridículo gran parte de la dramaturgia del mundo, y a los que estamos en esto se nos aparece cada vez más peligroso. Pienso que debiéramos buscar más seguido en Beckett para ser más radicales. Se está concediendo mucho al teatro-espejo. Beckett, en cambio, rompe el espejo.
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