Jue 23.03.2006
espectaculos

DE GRACIELA MONTES, CON ILUSTRACIONES DE REP, MAÑANA CON PAGINA/12

El relato del golpe, para niños

“Algunos pensamos que las cosas malas no van a volver a suceder si no las olvidamos”, dice Graciela Montes, para explicar por qué escribió la historia del golpe militar del ’76 dirigida a niños. Una herramienta para contestar preguntas, hacerse entender y enseñar la ventaja de la memoria.

› Por Karina Micheletto

“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que, si no van a volver a suceder, es precisamente por eso, porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria.” Con estas palabras, la escritora Graciela Montes comienza a narrar El golpe. El suyo es un relato preciso, contundente, que abarca las condiciones sociales y políticas en que se gestó ese golpe de Estado, la Triple A, organizaciones como ERP y Montoneros, los centros clandestinos de detención, las torturas y desapariciones de personas, la plata dulce, las Madres de Plaza de Mayo, la labor de la Conadep, el Punto Final y la Obediencia Debida, la reciente derogación de estas leyes. Es un relato pensado para los chicos y, como todo buen texto escrito para ellos, plausible de ser compartido por los grandes. Página/12 obsequia con su edición de mañana el fascículo especial El golpe, ilustrado por Rep, que describe los sucesos de 1976, en un recorrido que llega hasta la actualidad.

Se trata de la cuarta edición ampliada y actualizada de un trabajo originalmente encargado por este diario para el 20° aniversario del golpe militar. Al analizar las condiciones en que escribió El golpe, Graciela Montes hace hincapié en la necesidad de que este relato sea tomado por más voces. “Desde la literatura infantil, saludablemente, el tema fue y sigue siendo abordado. Lo que todavía no hay son más textos de divulgación, relatos históricos para los chicos, crónicas que asuman esta parte de la historia. Ya es tiempo de que lo cuenten más personas”, señala la escritora, ganadora del último Premio Alfaguara de Novela, entre otras distinciones.

–¿Por qué decidió asumir usted esta tarea?

–La propuesta de Página/12 respondió a una necesidad personal: me pareció que la generación que sigue tenía que tener un relato de lo que pasó. Y lo conté como lo viví. Yo no soy historiadora, pero sí tengo bastante charlas con los chicos sobre este tema. Fue difícil, porque es una historia muy triste y a uno le trae recuerdos tremendos. Pero sentí que era parte de mi deber.

–¿Qué fue lo más difícil de escribir?

–Todo fue arduo, porque para escribir uno está obligado a tomar distancia de algo que tiene demasiado cerca, inevitablemente. Por supuesto que fue especialmente difícil contar las cosas más duras, como la tortura. Pero también fue complicado lograr enfocar ese momento histórico en toda su complejidad.

–¿Cómo trabajó los conceptos de memoria y reconstrucción del pasado en relación con los más chicos?

–No sabría conceptualizar desde dónde lo trabajé. Les conté a los chicos lo que pasó con la misma sencillez con que se lo contaba a mis hijos, que nacieron en ese tiempo. De una manera muy directa, no como una historiadora, pero sí con conocimientos históricos. Es un trato muy directo, de persona a persona: no soy maternalista ni paternalista con los chicos, y tengo respeto por su parecer. Soy una persona que está hablando con otras personas, no con alguien que puede menos, simplemente con alguien que todavía no sabe algunas cosas.

Además de este trabajo, Montes es autora de otros textos sobre el tema, como la colección Entender y Participar o el libro El golpe y los chicos, en el que suma al texto de El golpe testimonios de hijos de desaparecidos que relatan sus recuerdos.

–¿Cómo manejó el registro con los testimonios de hijos de desaparecidos?

–Surgió, justamente, de la necesidad de que esta historia sea contada por muchas voces y vista por muchos ojos, de que sea un relato polifónico. Por eso les di el espacio para que contaran sus recuerdos personales. Muchos habían estado presentes en el momento de la desaparición de sus padres o habían sido secuestrados junto con ellos. Lo hice con todo el cuidado y el respeto que merece un trabajo de este tipo. Grabé largas conversaciones y las transcribí, sin cambiar las palabras, sólo seleccionando pasajes que después mostraba a los que habían dado su testimonio, para asegurarme de que se sintieran representados en esa selección. Como método de trabajo, me pareció el más respetuoso que podía adoptar. No me hubiese puesto en la palabra del otro, porque creo que una de las cosas que hay que aprender es a respetar cómo cada uno relata su historia.

–En estos diez años debe haber tenido muchos comentarios sobre El golpe, devoluciones de chicos, padres y docentes. ¿Hubo algo que le haya llamado la atención?

–Los comentarios siempre son muy interesantes, y hubo de todo: desde el que agradeció hasta el que me reprochó, desde una posición no tan lejana a la mía, que es muy duro hablarles a los chicos de estas cosas. Una de las cosas más interesantes es lo que suscita la lectura del texto en las casas. Los chicos empiezan a preguntar en qué estaban los padres en ese momento, qué pensaban ellos cuando estaba pasando esto. Muchos padres que no habían hablado de esa época empezaron a recordar sus propias experiencias del momento. Produce bastante movimiento de la memoria de todos.

–¿Qué les responde a los que le dicen que su texto es demasiado duro para los chicos?

–Respeto las posiciones, pero creo que los chicos están sometidos a la historia y a la crueldad de la historia. De lo que tendríamos que protegerlos es de que no vivan estas cosas, no de que no sepan. El conocimiento siempre es bueno, nos hace más libres y más fuertes. El no saber nunca nos protege, más bien nos condena.

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