DEBATE SOBRE “PROCESOS POPULARES O NEOLIBERALISMO: LA DISPUTA POR EL FUTURO”
De la convocatoria de Carta Abierta participaron, arriba del escenario, Osvaldo Bayer, Norberto Galasso, Federico Luppi, Teresa Parodi, Sandra Russo y Horacio González, entre otros. Y más de 1500 personas colmaron la sala Borges, la misma donde había estado Vargas Llosa.
› Por Silvina Friera
En el mismo lugar –la sala Borges, donde se presentó Mario Vargas Llosa–, Carta Abierta convocó a una multitud dispuesta a retrucar los argumentos del Nobel peruano. En el escenario, los oradores, Osvaldo Bayer, María Pía López, Norberto Galasso, Federico Luppi, Teresa Parodi, Eduardo Rinesi, Carlos Girotti, Sandra Russo, Vicente Battista, Roberto “Tito” Cossa, Liliana Mazure, Sara Rietti y Horacio González esperaban el comienzo de lo que sería una fiesta –para muchos– inolvidable, que se prolongó durante dos horas. “Compañero Néstor Kirchner: ¡Hasta la victoria siempre! Cristina Presidenta”, se leía en la bandera desplegada de punta a punta en la mesa. A las nueve de la noche del sábado, más de 800 personas estaban adentro, sentadas o de pie, y una cantidad equivalente pugnaba por entrar para poder seguir el debate “Procesos populares o neoliberalismo: la disputa por el futuro”.
Aurelio Narvaja, editor de Colihue y maestro de ceremonia, relataba los pormenores de la odisea de los que tenían la ñata contra el vallado. “Estamos haciendo gestiones para que todos puedan ingresar, previo permiso de los bomberos.” Un pedido comenzó a imponerse: “¡Que entre la gente!”, cantaban y aplaudían, solidarios, los “compañeros de adentro”. Bayer arrancó afirmando que el encuentro era un “desagravio” a González, quien solicitó “con un lenguaje muy claro y humilde” que Vargas Llosa no hablara en el acto de inauguración. “Se hubiera podido alquilar el Colón; el señor Macri le hubiera dado gratis hasta la cancha de Boca para que hablara”, ironizó el autor de La Patagonia rebelde.
“Vargas Llosa quiere que seamos todos liberales porque nos habla de las primeras décadas de la Argentina del siglo pasado, pero esa línea histórica terminó en trece dictaduras militares”, sentenció Bayer. “Los argentinos hemos sido capaces por primera vez de juzgar a los dictadores militares; qué coraje el de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, que salieron a la calle y pusieron el rostro.” El historiador aseguró que lo único que puede salvar al mundo es el sentido de la igualdad. “Lo escribió en el Dogma Socialista Esteban Echeverría cuando dijo que no hay democracia si no hay igualdad”, recordó. Federico Luppi dijo que mucho antes de la llegada del Nobel quedaba claro que no venía a discutir sobre los “penosos o gloriosos caminos” de un creador, sino que venía a hacer daño y empobrecer la discusión. El actor agregó que Vargas Llosa “repitió lo que se repite desde que el capitalismo es capitalismo: negar los hechos, inventar los que no ocurren, hablar de experiencias que desconoce”. “Ha trabajado para molestar y para crear una polémica falsa, porque él no es un embajador del liberalismo; el liberalismo no es tan tonto, no puede elegir un embajador con un discurso tan simplista y en algunos casos infantil.”
Cuando llegó el turno de María Pía López, aún muchos compañeros, más de 800, intentaban ingresar a la sala. La socióloga interpretó esta cuestión como “la gran metáfora” de la Argentina. “El signo de este momento es no bajar la guardia porque tenemos que ser conscientes de que todavía hay muchas deudas pendientes y formas muy dramáticas de la injusticia –advirtió–. Pero por primera vez podemos decir que hay formas de reparación y emancipación que se están desarrollando. Estamos ante un momento inédito, estamos ante un umbral, mirando la puerta para ver si finalmente podemos entrar.”
Ante el pedido de la gente de que cada orador se presentara, Roberto “Tito” Cossa lo hizo y se declaró dramaturgo, “si hay palabra fea”, aclaró, ahora sí, ante las 1600 personas que colmaron la sala. Leyó un brevísimo texto en el que recapituló –desde el 17 de octubre de 1945, cuando él tenía 10 años, hasta el presente– la cuestión del populismo en el país. Su padre le decía que todas las leyes laborales del peronismo eran las mismas que reclamaban los socialistas. “Perón las había sancionado, pero era un populista”, se quejaba el padre del dramaturgo, al fin y al cabo “buena gente, pero gorila”. Cossa fue muy aplaudido cuando, instalado en la historia reciente, comentó que soplaron nuevos vientos desde la Patagonia y dos gobiernos populistas “nos devolvieron la esperanza”. A sus 76 años –remató– ya no tiene a su padre para decirle que “me hice populista”. El historiador Norberto Galasso recurrió a una lección de Arturo Jauretche para argumentar sus sensaciones sobre el liberalismo. Jauretche calificaba a los liberales de zonzos o pícaros. “Los zonzos se han tragado la historia de (Bartolomé) Mitre, la idea de la Argentina blanca y europeizada; se han tragado la economía liberal, y por eso gente de clase media vota contra sus propios intereses. A esos hay que ‘desazonzarlos’ –explicó–. Los pícaros, en cambio, defienden los intereses de los sectores hegemónicos. (Héctor) Magnetto no se equivoca, pero está desesperado porque no encuentra un candidato.” Galasso sintetizó el tipo de libertad que defiende el Nobel peruano. “(Juan Bautista) Alberdi decía que nadie ama más la libertad que un déspota: la ama para él y se la niega a todos los demás.”
La presidenta del Incaa, Liliana Mazure, evocó dos momentos del año pasado, los festejos del Bicentenario y los tres días del velatorio de Kirchner, para reflexionar acerca de lo que revelaron esas imágenes. “Nos descubrimos tal cual somos: apasionados, latinoamericanos, desbordados”, ponderó Mazure, quien agregó que el neoliberalismo “mató a todo lo que podía ser contado desde lo profundo de nuestro corazón”. Vicente Battista celebró el debate que disparó el director de la Biblioteca Nacional (BN). “Yo creo que Vargas Llosa se quedó en Billiken”, ironizó el escritor al mencionar algunas de las revistas argentinas que leyó el Premio Nobel durante su infancia. Sandra Russo reivindicó el gesto de la presidenta Cristina Fernández, “una dirigente política que sabe que el pez por la boca muere y que había que dejarlo hablar; que ese discurso iba a mostrar fisuras”. Eduardo Rinesi destacó que el signo de este momento “extraordinario” es la recuperación de la idea de los derechos, la idea del Estado y la idea de la centralidad de la política. “La idea de que la libertad es lo que se opone al Estado es lo que define el tipo de pensamiento que se trata hoy de combatir –planteó el rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento–. El liberalismo que hoy se da a sí mismo torpemente el nombre de republicano –porque no tiene la menor idea de lo que es la república–, ignora que el gran pensamiento republicano siempre pensó que el Estado es el lugar en el que se realiza la libertad. No somos libres contra el Estado: somos libre en el Estado y gracias al Estado.”
Teresa Parodi celebró la “mecha fantástica” que encendió el director de la BN. “Esta Argentina hoy de pie, consciente de que debe intervenir activamente en su destino, dice de viva voz nunca menos, y responde a los ataques espurios de los voceros neoliberales, foráneos y locales, con la certeza de la libertad de expresión como no se conociera antes, con la certeza de las políticas de inclusión en marcha, y con la certeza de que un mundo mejor posible ha dejado de ser una promesa electoralista –resumió la cantante–. La batalla que debemos dar ha de ser sin concesiones. La historia, por cierto, continuará.”
Muy ovacionado y aplaudido, González invitó a festejar la “intuición colectiva que nos trajo hasta aquí”. El director de la BN afirmó que “es posible ganar las elecciones de una sola vuelta, y es posible también ganar la Capital”, algo que, confesó, no se hubiera animado a decir antes de este encuentro. “Todos, los ministros, la Presidenta, la oposición, van a tomar nota de que estuvimos aquí. Y la Presidenta sacará las conclusiones de estos síntomas profundos que se están dando. Lo que parecía difícil será difícil, pero quizá sea menos difícil después de esta reunión.” El sociólogo recordó cuando fue a Ezeiza en noviembre del ’72. “Eramos pocos, pero éramos pocos muchos; era difícil llegar. Llovía. Y de repente alguien gritó una consigna, como las consignas que salen de las canchas de fútbol: ‘Vamos, vamos, vamos que llegamos’. No dijo nada de la coyuntura política, del momento dramático que se vivía, de la dictadura, de la vuelta de Perón. Esa rima la recuerdo siempre porque no estaba en ninguna pintada, en ninguna consigna partidaria, simplemente en un grupo humano, en el acto mismo de la fundación de lo político.” Después de cantar el himno nacional la sala de pie coreó: “Vamos, vamos, vamos que llegamos”.
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