FOTOLOGS, VIDEOS CASEROS Y DRAMAS BIOGRAFICOS, UN BOOM QUE HABLA DEL TIPO DE RELACIONES QUE SE ESTABLECEN HOY
La vieja idea de lo íntimo estalló en mil pedazos: ahora se proyecta en otra esfera, desde la experiencia artística hasta el pasatiempo onanista. Vivi Tellas, cultora del teatro documental, define la intimidad como “una zona torpe capaz de generar momentos desconocidos que no controlamos”.
› Por Julián Gorodischer
Mariano revela en su fotolog los entretelones de una relación privadísima; Edgardo deja ver, en su obra de teatro, una consulta con su médico de toda la vida; Luciana sube a Internet sus imágenes probando minifaldas y poses de cintura quebrada; Emanuelle acepta que el cineasta César Jones la filme en un encuentro sexual. Y estalla la intimidad cada vez que se despliega el boom de fotologs (fotos subidas a Internet), diarios íntimos publicados, porno de estética casera y dramas teatrales biográficos. Si el escritor estadounidense Jonathan Franzen alertó sobre la pérdida de lo íntimo en sus ensayos de Cómo estar solo (y auguró un paisaje de control sobre lo privado e inclusión forzosa en la masa en su novela Las correcciones), ¿qué significa entonces el consumo generalizado de fotos privadas en Internet, diarios íntimos, libros objeto, porno casero y del teatro documental de Vivi Tellas? El panorama de lo íntimo publicitado abarca desde la experiencia artística al pasatiempo onanista, pero siempre revaloriza el “yo”.
“La intimidad –señala la directora Vivi Tellas– es un presente continuo sin opinión y sin ninguna destreza, una zona torpe capaz de generar momentos desconocidos que no controlamos para nada; en esa sopa me gusta estar.” ¿Comparte algo su teatro documental –que ilumina la consulta médica del cineasta Edgardo Cozarinsky (en Cozarinsky y su médico) o la biografía cotidiana de su mamá y su tía (en Mi mamá y mi tía)– con el fotolog de Luciana, alias Lux, que se enamora de sí misma en una colección interminable de autorretratos? Todos vuelven al “yo”, que se recrea como una experiencia poética en fotologs del escritor Dani Umpi o el poeta Mariano Blatt (www.nebraskanevando.com) o como arma para excitar a través del porno en el cine de César Jones. La intimidad como tema reaparece en el libro objeto Hiel (de Celeste Cid, recién editado) o en el film ganador de la competencia argentina del último Festival de Mar del Plata, Mujer sin “n” destino, de Rocío Fernandes, que traspasa el diario íntimo a la pantalla. “Una sociedad pacata es insufrible –advierte la socióloga y periodista Sylvina Walger, observadora aguda de vidas privadas de políticos (ver aparte)–, pero una sociedad totalmente desprejuiciada se puede volver terriblemente aburrida.”
Mirame fijamente
Los fotologs son de acceso simple: cualquiera puede subir sus fotos a la web. Empezaron a extenderse como un rumor, multiplicando desnudos parciales, besos robados en fiestas (www.fotolog/nebraskanevando), poses de un ignoto junto a famosos (en www.fotolog/elcholulo)... Mariano Del Aguila, periodista y estudioso del fenómeno, ofrece una clasificación: “Están los egologs (como el de Deborah de Corral), definidos por la toma sacada por su propia cámara, foto frontal, cambiando una pose como un barómetro de sus sensaciones: revelan estados de ánimo más que otra cosa.” El de Luciana P. (www.fotolog.com/capricho) reúne todos esos rasgos: hace hincapié en el escote profundo; ella se monta como una Britney criolla, muestra a algún ex, se divierte modificando mínimamente la postura.
“También hay de los agendísticos, con anuncio de fechas o eventos, flyers de recitales y códigos de escena compartida: por ejemplo, todos los que hacen rock garaje o los seguidores de alguna figura. Abundan las falsificaciones –dice Del Aguila– (con hits como la de Romina Cohn o del escritor Rodrigo Fresán), que se apropian del nombre y la identidad. Y los exhibicionistas, aunque hay reglas claras que prohíben el sexo explícito y los desnudos. Hay un monitoreo importante, hay denuncias; se saca o se censura.” Cuenta la actriz Edda Díaz, poseedora de www.fotolog/eddalegria, “a mí me lo regalaron. No subo fotos de mis hijos; sólo mías con mi marido. La gente que entra sabe que está lleno de amor. No hay ni una agresión. Me promociona, me trae gente al teatro, me pone de onda y me llena de amigos de veinte años. Es una filosofía de vida y me hace creer en la gente. Me enoja leer que los fotologs son de adolescentes tontos: es la naturaleza del prejuicio. La cargan a Flor, la hija del Presidente; ¡pobre piba! ¿No tiene derecho a ser feliz?”
Filmame sin asco
El cineasta platense César Jones, nuevo valor del porno autóctono (¿el relevo del veterano Víctor Maytland?) decidió filmar a personas comunes que se acercan a contarle fantasías. Su obra elige la estética del porno casero, como si espiara la intimidad de una pareja o un trío; ¿acaso un síntoma del deseo de ser voyeur en este tiempo? Si el tono de Jones es desprolijo, a veces errante, señalado por su “mal gusto”, es por su búsqueda de un concepto alternativo de intimidad. ¿Dónde encontrar lo íntimo/auténtico? “Turba pensar –dice Jones– cuántas veces los destinos amorosos de miles de personas se resuelven en una charla de café, con gestos, palabras y actitudes replicadas de la última ficción exitosa de la TV. Allí ya no hay intimidad, sino ejecución de un modelo mental que deviene de los medios masivos: no fue alimentado por el acontecer real, sino por (per)versiones maniqueas y alienantes de ese acontecer.”
A cambio, Jones ofrece a sus actores no profesionales concretar fantasías íntimas que prefiere llamar de otro modo: las nombra como experiencia atravesada; en la fantasía –contrapone– hay algo del orden de lo inerme. Lo íntimo es central en la película Mujer sin “n” destino, de Rocío Fernandes, que cuenta su peripecia con amigos de la vida real, los consagra como estrellas por un rato, en sus entornos privados, borrando la frontera entre lo actuado y lo vivido. Con su estética de video casero, sonido inentendible y en departamentos de uno y dos ambientes, ganó el premio de la sección Vitrina Argentina del Festival de Mar del Plata; su operación fue pasar el diario íntimo a la pantalla. “Es un pulso personal lo que me interesaba reflejar; de qué otra cosa hablaría sino de mis amigos y de mí”, dice Fernandes.
Escuchame:
¡aplaudime!
Celeste Cid editó el libro Hiel con sus fotos familiares, objetos coleccionables, textos privados e imágenes caseras. “Es como una agendita, con collages, figuritas, fotos mías; hay algo de mi biografía, más allá de las palabras. Son objetos, cositas que coleccionaba, y una amiga mía me convenció de editarlo en un libro. Más que hacer un libro era deshacerme de él; el libro siempre estuvo: son playas que visité, es mi hijo, mi marido, yo misma”, explicó a Página/12. Ni su libro artesanal ni el fotolog de Edda Díaz podrían ser objeto para el chismógrafo. La nueva intimidad no alimenta al paparazzo pero, sí, tal vez, al fetichista.
“No es un libro para escandalizar. Todo es muy mío. Lo hago todo sola... Una editorial importante lo haría mierda. Es una edición artesanal, la numeré de uno a mil. No van a encontrar ese tipo de fotos que se asocian a las revistas de farándula”, sigue Cid. “Pero entonces surge la pregunta: ¿empezamos a considerar con mayor libertad la pareja, las relaciones entre las personas o se reafirman concepciones tradicionales y sexistas? –se pregunta la investigadora Leonor Arfuch, autora de El espacio biográfico–. Me parece que en vez de ablandar prejuicios, el reality show, por ejemplo, refuerza concepciones conservadoras, entre otras cosas porque responde a una pugna por la hegemonía, y el que triunfa hasta ahora es el registro hegemónico.”
Pero con el Proyecto Archivos, teatro con una fuerte impronta biográfica de Vivi Tellas, sucede algo distinto: una fuerte potencia dramática envuelve la escena cuando confiesa Cozarinsky o recuerda la mamá de la propia Tellas en el escenario. Cae el velo de la convención teatral y aparece una transgresión fundamental: aquí no se confiesa ante el íntimo sino ante el gran público: la audiencia se sentirá elegida o querrá escapar. “Es lo más cerca que se puede estar y seguir despierto –explica Tellas–. En estos trabajos documentales donde busco la teatralidad fuera del teatro, la intimidad se vuelve una zona inestable y en ese movimiento aparece la inocencia. La situación de trabajo es muy frágil, y espero encontrar el umbral mínimo de ficción.” Toma teatralmente forma lo que en los fotologs, cuadernos publicados y films caseros es un esbozo, un intento. Aquí, el confesado habla de su enfermedad o de su pasado, y es un cross a la mandíbula del espectador desprevenido. Lo íntimo, en Cozarinsky y su médico, no es susurrado como un poema romántico o trivial como una agenda del día o encerrado en sí mismo como un autoelogio. Aquí se logra trascendencia: “Es reconocer ese momento –dice Vivi Tellas– y lograr que esa clave destiña sobre todas las cosas”.
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