FERIA ENTREVISTA CON LA ESPAÑOLA ROSA MONTERO, UNA DE LAS AUTORAS MAS RESPETADAS EN SU PAIS
La periodista y escritora Rosa Montero hilvana en su última novela, Historia del rey transparente, las relaciones entre la escritura y la belleza. “Escribo para alcanzar ese relámpago de belleza y de entendimiento, que aspira al equilibrio y a la serenidad”, confiesa.
› Por Silvina Friera
“Nunca digas nada que no sea más bello que el silencio.” Este proverbio árabe fue el disparador al que apeló la escritora y periodista Rosa Montero para reflexionar sobre la belleza en su presentación en la Feria del Libro. “¿Cuál es esa belleza, que es tan esencial para el ser humano –se pregunta la autora de Historia del rey transparente (Alfaguara)– que de hecho los cromagnon se diferenciaron de los neanderthal porque empezaron a ponerse collares y adornaban sus armas? ¿La base de la civilización es la belleza?” La escritora española recuerda que Camus decía que la literatura era el mayor arma de que disponen los seres humanos contra el caos y el horror. Y ella dirá, entonces, que en el arte siempre hay un impulso de comunicación entre el artista y el público. “Escribo para alcanzar ese relámpago de belleza, de sabiduría y de entendimiento, que aspira al equilibrio y a la serenidad”, confiesa esta mujer que, a los 55 años, es una de las autoras más respetadas de España.
–Sin embargo, aún se asimila el acto de escribir con un hecho tortuoso más que bello.
–Tortuoso no, es difícil. Pero todo lo que buscamos es la belleza, lo sublime. La razón de escribir es encontrar la razón de la existencia, la razón de la sin razón; el sentido de escribir es encontrar el sentido del mundo. Uno escribe para poner un poco de luz en las tinieblas de la vida y del ser humano. El entendimiento es siempre un momento de trascendencia. La escritura es arte y aspira a la belleza. Los novelistas somos unos obreros de la literatura, al contrario de los poetas, y me siento muy orgullosa de ese carácter fabril, que cueste tanto escribir una novela, que se sude tanto, que te lleve tanto tiempo. Escribir una novela es como picar piedras. Hay momentos durísimos, hay semanas o meses en que las cosas no fluyen y te sientas todos los días frente a la computadora como si estuvieras picando piedras.
–¿Ahora está picando piedras?
–No todavía (risas), estoy en el período de imaginar y de hacer crecer la próxima novela. Estoy tomando notas en un cuaderno y es posible que empiece la parte de la escritura física en septiembre.
–¿Se puede saber de qué se trata?
–Es una novela que se me ocurrió cuando estaba terminado Historia del rey transparente, que para mí es la novela más compleja y ambiciosa que he hecho, aunque parece muy sencilla. Y eso me enorgullece mucho, porque esa sencillez es un logro de la madurez. Como decía Steinbeck: “Lo mejor es siempre lo más simple, pero para ser simple hace falta pensar mucho”. La novela que tengo en mente es contemporánea y el personaje principal es un protagonista masculino, pero el huevecillo de esta novela urbana se me fue complicando. Sucede de noche, es una novela de supervivencia y tiene ingredientes fantásticos. Hasta aquí llego porque el resto sería empezar a contarla y antes tengo que escribirla (risas).
Montero cuenta que cuando salió Historia del rey transparente participó de un chat organizado por el diario El Mundo. Y dice que no se olvida del comentario de uno de los lectores: “No sé cómo te las has arreglado, pero después de leer esta novela tengo menos miedo a morir”. La escritora española aclara que esas palabras le parecieron justas y adecuadas. “A mí me ha pasado lo mismo –advierte–. Leola y Nyneve, las protagonistas, me han enseñado de alguna manera a tener menos miedo a morir porque ellas han alcanzado un conocimiento profundo de la realidad, y eso es la belleza, una pulsión hacia la trascendencia que anula de algún modo nuestras pequeñas muertes.”
–¿Qué desafíos implica para un escritor el proverbio árabe que a usted tanto le gusta repetir: “Nunca digas nada que no sea más bello que el silencio”?
–Sería una de las normas poéticas del trabajo de un escritor, porque fundamentalmente implica veracidad; implica, también, que los escritores nunca deberíamos escribir un libro que no necesitáramos, siempre hay que escribir desde la necesidad.
–¿Cuánta presión ejercen los editores sobre las necesidades de los escritores?
–Hay un ruido mediático enorme. Publiqué mi primer libro hace 28 años, y en aquella época, que además era el final del franquismo, se decía que si un libro se vendía era malo. Ahora pasamos al otro extremo: si un libro se vende es bueno. ¡Es una gilipollez! Lo peligroso es que se ha construido un parámetro de calidad que pasa sólo por el ruido del mercado. Y se ha aplicado al mundo de los libros las mismas estrategias agresivas de publicidad con las que se venden refrescos. Por un lado eso está bien hasta cierto punto, porque acercó el libro a gente que no entra a una librería. Además, la sociedad en la que vivimos es todo mercado, y si el libro permaneciera al margen del mercado, se convertiría en una cosa elitista estúpida, como le ha sucedido a la música contemporánea, que ha roto su relación con la gente de la calle, justo la música que es un arte esencialmente tan expresivo. Pero ya no son sólo los editores los que presionan; son los periódicos, los periodistas, hasta tu madre que te llama y te dice: “Hija, haz bajado del cuarto al sexto puesto en la lista de ventas” (risas). Lo malo de todo esto es que se pueden perder muchos escritores jóvenes posponiendo el ser por el estar.
–¿Qué papel juegan la crítica y el mundo académico dentro de este ruido mediático?
–La crítica en España es muy mala, no sirve de nada, sólo para cabrear al escritor (risas). Y muchos de los periódicos tienen relación con empresas editoriales y todo eso rarifica mucho el ambiente. El mundo académico español es muy malo también, el nivel universitario está muy jerarquizado y fuera de la sociedad. Hay gente que hace tesis sobre mi obra en Estados Unidos, en Inglaterra, en Italia, pero en España muy pocos, porque no se atreven a trabajar con autores vivos que no estén consagrados por el canon.
–¿Serán resabios del franquismo que perduran en los ámbitos académicos?
–Sí, creo que viene de una construcción de poder muy difícil de extirpar.
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