Vie 28.04.2006
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FRANÇOIS GEZE Y LOS EFECTOS DE LA GLOBALIZACION SALVAJE EN EL MUNDO EDITORIAL

“Yo no publico sólo por el placer”

Vivió en la Argentina a comienzos de los ’70, y desde Francia fue uno de los impulsores de las denuncias sobre los crímenes de la Triple A y la dictadura. Aunque debió ceder el control de su editorial La Découverte, mantiene una filosofía de edición independiente.

› Por Silvina Friera

Es tan discepoliano que en la pared de su oficina, en París, tiene pegada la letra de Cambalache. François Gèze, editor de ediciones La Découverte, se anima a tararear fragmentos de la canción como si fuera un tanguero avezado. Sus lazos con la Argentina empezaron en la década del 70, cuando se instaló en Buenos Aires. Su militancia revolucionaria –participó del Mayo Francés– lo llevó a comprometerse políticamente con el país. Trabajó como corresponsal del semanario Politique Hebdo, del ’72 al ’74, creó un comité de solidaridad y denunció, tempranamente, los crímenes de la Triple A. Cuando se acercaba el Mundial del ’78, desde Francia, ese pequeño grupo de apoyo fue creciendo y devino en el famoso COBA (Comité Organizador del Boicot a la Argentina). En la portada de una de las revistas de ese comité apareció publicada una caricatura de Videla, vestido como un arquero y portando bajo su brazo derecho una calavera con forma de pelota de fútbol. El título en negrita rezaba: “¡La copa desborda, Videla!”. Y Gèze escribió: “No se puede jugar un Mundial mientras a pocos metros del estadio se tortura y se mata gente”. Chapeau, Monsieur Gèze.

Como si estos vínculos no fueran suficientes e irreprochables, Gèze es coautor de Argentina, revolución y contra-revoluciones (Seuil, 1975) y fue director de uno de los sellos más representativos de la izquierda francesa, Maspero, que luego se transformó en La Découverte. Pero en 1998, la editorial sufrió la última estocada mortal de la globalización y fue comprada por el grupo Havas. “Regresé a Francia, a fines de la década del 70, y me tocó vivir el período de derrumbe de lo que fue la generación del ’68 y de la tradición de izquierda, y eso me hizo pensar lo que decía Discépolo: ‘todo es igual, nada es mejor’”, repasa Gèze en la entrevista con Página/12 junto con Anne Solange Noble, directora de Derechos de la prestigiosa Gallimard (ver aparte). “Cuando empecé a editar en Maspero, mi idea era acabar con esa desesperanza, pero Discépolo tenía razón. En Francia, de repente, era todo lo mismo, y luchamos, durante 10 años, para editar libros que le demostraran a la gente lo que es mejor. Y me equivoqué porque todavía está presente Cambalache en mi oficina, y seguimos peleando.”

–¿Esa pelea es como editor?

–Sí, la edición es una forma de comunicar ideas que pueden justamente ayudar a la gente a entender mejor lo que pasa y a defender sus derechos. No edito libros sólo por el placer de publicar.

–Al año de que La Découverte fue comprada por Havas, usted dijo que el negocio aumentó un 30 por ciento. ¿Está aceptando lisa y llanamente el discurso de la eficiencia?

–Es mi experiencia personal, pero a mí no me pasó que me obligaran a publicar determinados títulos. Dentro del grupo en el que estoy, cada sello conserva su línea editorial y mantiene la autonomía, en tanto no hay interferencias en las decisiones que adoptamos los editores.

–Pero aunque tenga autonomía, el grupo debe mirar las cifras de ventas a fin de año...

–Sí, pero antes tenía que rendir cuentas a los bancos cada fin de mes. Y era menos independiente porque estaba a merced de los banqueros. Ahora le rindo cuentas al grupo, pero las cosas funcionan bien.

–¿Pero qué sucede si la rentabilidad es negativa?

–Me van a decir que hay que mejorarla. Claro que si tengo rentabilidad negativa durante años, seguro que me van a echar (risas). Dos veces tuve pérdidas en el transcurso de ocho años. Ellos saben que una editorial como La Découverte no puede sostener una rentabilidad positiva del ciento por ciento, pero publico 125 novedades por año y más de 100 nuevas ediciones. Y tenemos un fondo de mil libros.

–¿Le costó asumir la concentración del mercado del libro?

–Sí, me dolió la venta de la editorial. La razón del fracaso fue la idea de agruparnos con dos o tres editoriales independientes y hacer un trabajo conjunto. Esa opción, en lugar de mejorar la situación, la empeoró, por falta de entendimiento entre nosotros. Cuando tuve que vender, pensé que si en un año no podía seguir editando los libros que quería, me iba. Pero eso no pasó.

–¿Por qué fracasó ese intento de unión?

–La idea sobre el papel era buena, cada uno seguía su política editorial y sólo teníamos en común las cuestiones de contabilidad y de gestión. Pero para que funcionara, cada uno debía ser transparente con las cifras, y aunque los otros habían aceptado como requisito básico esa transparencia, después se negaron a cumplirlo. En el corazón de nuestra profesión, se necesita una voluntad muy fuerte para agruparse.

–¿Qué posibilidades de supervivencia tiene una editorial independiente?

–Es dificilísimo, pero depende del tamaño. Si hablamos de editores de tamaño intermedio, ser independiente, en el campo de la no ficción y de la literatura en general, es casi imposible. La concentración en Francia es cada vez mayor, al punto de que hay dos grupos que controlan más de la mitad del mercado.

–¿Podría establecer un abecé del buen editor o una suerte de manual de lo que se debe o no hacer?

–No tengo abecé, pero quizá lo más importante que aprendí es lo que no tengo que hacer (risas). Siempre se aprende más de los errores que de los éxitos. Cada vez que traté de hacer libros que no tenían que ver con la línea editorial, fueron un rotundo fracaso. Uno, con los años, comprueba que no podés apartarte de tu línea editorial porque cuando intentás desplazarse hacia otros nichos no funciona.

–Pero entonces hay poco margen para la innovación.

–Podés hacer innovaciones dentro de tu línea o perfil editorial. Nosotros nos especializamos en ciencias humanas y sociales, documentos y libros políticos, pero si intentáramos publicar libros de autoayuda, nos costaría muy caro el error.

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