Mié 18.01.2012
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OPINIóN

Siempre fuiste luz

› Por Juan Diego Incardona *

Hace ya un año que Marina Kogan murió en Buenos Aires, a los 28 años, pero la verdad me resulta imposible. Ella sigue tan presente, en recuerdos y sueños, que sólo puedo imaginarla viva, caminando por ahí, disfrutando del sol. Yo no quiero borrarla del celular, de las redes sociales, del mail, es imposible hacer eso, y no me refiero solamente a aferrarse a alguien querido que supuestamente ya no está más, no, no es eso, ¡es Maru!, ¿de qué estamos hablando?, son los chats, las llamadas telefónicas, los paseos, el interpretador, la familia, los amores y los amigos. ¿Cómo se borra eso de una agenda de contactos? No me jodan. Y los lectores... porque Maru, como si presintiera, corrió una carrera de creatividad y literatura, dejándonos muchísimos relatos, guiones, poemas, crónicas, cuatro blogs, eso sumado a los cortos que se hicieron sobre sus cuentos “El pasamontañas” y “A la orilla”. Sus temas preferidos eran la infancia y las relaciones sociales. Por supuesto, el amor: “Como la Literatura, el amor se vuelve texto en su condición de inasible. Distinto de la muerte, que no tiene otra posibilidad que sernos desconocida, el amor parece estar siempre ahí, es pura experiencia, pero justo cuando queremos dar cuenta de que lo conocemos y podemos escribirlo se nos revela como un espejismo efímero que volverá viejo nuestro texto y nos pedirá uno nuevo (como escritores, como lectores)”, escribió Maru en un breve ensayo para Hablando del asunto.

Ella era joven pero tenía sabiduría. Y era buena. Amaba a los amigos y los defendía. Yo la conocí en la facultad, allá por el año 2001, unos meses antes de que todo estallara. Luego, se integró a la revista el interpretador. La primera reunión del consejo editorial se hizo en la casa de sus padres. Me acuerdo que estábamos todos en el centro del living y brindamos de pie, por todo lo que íbamos a hacer y a ser. Y ella estaba feliz, con su típica sonrisa de oreja a oreja, esa que iluminaba los ambientes y que conservó, incluso, en los días horribles de agonía, cuando repetía en la cama del hospital: “Soy luz, ahora soy luz”. Siempre fuiste luz, amiga querida. “El amor es el fantasma prófugo que se escribe sin cesar –dijo en aquel ensayo–. La experiencia del amor, quizá por ser la más auténtica de las experiencias, no resiste consagrarse a la eternidad de ser palabra en un texto.” Claro. Es como en tu poema “Beso”: “en un banco de una plaza / una noche / después de una fiesta”.

* Escritor.

* * Los blogs de Marina Kogan: http://www.lolamaar.blogspot.com/

http://salesdehumo.blogspot.com/, http://solosonoman.blogspot.com/ (Blog ficcionado), http://soyluly.blogspot.com/ (Blog ficcionado).

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