INTERVENCION ARTISTICA EN CASEROS
El artista plástico estadounidense Seth Wulsin irá tallando, con paciencia de escultor, los círculos vidriados de los 48 ventanales instalados en las alas este y oeste del penal.
› Por Oscar Ranzani
A pocos días de haberse estrenado Caseros-en la cárcel, el documental de Julio Raffo que pone el acento en las historias de presos políticos alojados en uno de los símbolos edilicios de la represión, un joven artista plástico estadounidense posó su mirada sobre ese siniestro edificio inaugurado el 23 de abril de 1979 por el entonces ministro de Justicia, Alberto Rodríguez Varela, de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Seth Wulsin tiene 25 años y dejó el Primer Mundo para vivir en la Argentina, país que visita por segunda vez y, en este caso, con un objetivo muy concreto: realizar una intervención artística en la ex cárcel de Caseros.
Wulsin –que se dedica a la escultura desde los seis años, y cambió definitivamente la guitarra eléctrica que tocaba en una banda de blues por las herramientas de un escultor– viajó a la Argentina por primera vez en 2004, donde conoció “primero las cosas típicas como el asado, el mate, las chicas increíbles, el cariño de la gente”, según enumera en diálogo con Página/12. Pero también captó “una energía, algo que estaba generando la gente, que se sentía”. Entonces, su ojo artístico se fijó en Caseros y, en particular, sobre los enormes ventanales preparados especialmente para que los presos que estaban allí durante la dictadura no pudieran ver el sol, ya que cada uno de ellos, compuestos por 209 circunferencias de vidrio culo de botella, no permitía que se colara la luz directa. “La primera impresión fue que esta cosa inmensa parecía un barco fascista”, relata el artista plástico, que desconocía la tenebrosa historia de la cárcel hasta que se topó con Julio Raffo y pudo ver la película.
Contrariando a conciencia la decisión de anular todo vestigio de luz que ordenó la dictadura, Wulsin pensó su obra a partir de lo lumínico. Sobre esas ventanas irá tallando con paciencia los redondeles vidriados de los 48 ventanales instalados en las alas este y oeste de Caseros. La idea es que, de acuerdo con el reflejo de la luz natural sobre esos tallados, se puedan percibir retratos de caras humanas desde una cierta distancia. Wulsin no arriesga de quiénes serán porque sostiene que cada persona le dará la interpretación que prefiera. Pero seguramente habrá gente que se acerque a observar la intervención artística y asocie las imágenes con los presos que allí estuvieron. De alguna manera, Wulsin colaborará con la causa de la demolición: sus tallados ayudarán a demoler al menos algunos trozos de ese recinto tenebroso.
“Los retratos tendrán dos valores: luz y oscuridad”, comenta. “De manera que el valor oscuro de las imágenes será generado por las ventanas rotas (el espacio oscuro del interior de la cárcel), y la luz será el reflejo del cielo y el sol, brillando sobre los vidrios que permanezcan.” A su vez, “las caras (en total 48) irán apareciendo y desapareciendo, según las horas del día, la posición del sol y los puntos de vista de los observadores”. Actualmente está gestionando con la Dirección General de Obras Públicas del Gobierno de la Ciudad para concretar la primera fase de su proyecto que se completará con la demolición: Wulsin filmará cómo irán desapareciendo cada uno de los pisos de esa mole de hormigón junto con los retratos. El artista norteamericano cuenta con el apoyo de diversos organismos de derechos humanos, que incluyen a Abuelas de Plaza de Mayo, Serpaj, Encuentro de Ex Presos Políticos durante la dictadura, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), y por instituciones como la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, entre otras.
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