EL TEATRO, LA TV, EL CINE Y LA RADIO DESPIDEN A JORGE LUZ
Murió el sábado a raíz de una afección pulmonar. Tuvo una extensa y rica trayectoria, que incluyó desde trabajos con autores clásicos hasta la participación en Los Cinco Grandes del Buen Humor y la interpretación de la Porota junto a Porcel.
› Por Hilda Cabrera
Personalidad testimonial y protagonista inigualable, Jorge Luz mostró una ductilidad artística que transgredía géneros, brillando en el sainete y el grotesco, la comedia y la tragedia. En más de una ocasión dejó atónitos a los espectadores, que no alcanzaban a imaginar qué se traía entre manos. Por eso, un recordado episodio de años atrás dejó a su público sin aliento. Fue en un festival artístico a beneficio, donde se lo vio derrumbarse al finalizar su show, un descacharrante número para el que se había disfrazado de vedette internacional, mostrando sus piernas y luciendo zapatos de taco “aguja” que habrían hecho trastabillar a la más experimentada de las modelos. Aquélla no había sido una de las tantas humoradas que se le conocían ni una interpretación inquietante como La muerte del cisne, que se clavó en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de verlo y donde aparecía vestido con un tutú y calzando zapatillas de punta. Aquel recordado porrazo de Luz al final de su show no era una diablura. “Se cayó en serio”, decían quienes se hallaban cerca del escenario. Transcurrieron segundos antes de que desde el escenario, ya con el telón bajo, se tranquilizara a la platea: “No es nada, Jorge está bien. Se descompuso. Es que aquí debajo de las luces hace mucho calor. ¿No escucharon sus gritos? Está diciendo: ‘¡Sorete! Estoy bien, sigan con el espectáculo’.” Porque así se mostraba Luz, de quien dijeron sus allegados que no era el mismo después de la muerte de su hermana Aída, la actriz y cantante a la que Jorge acompañó siempre. Admirado y querido también por su carácter franco, que no obviaba enojos expresados sin vueltas, fue un reservorio de anécdotas, de recuerdos que transmitía con humor y emocionaban al menos sensible. El actor murió la noche del sábado, a los 90 años, en el Sanatorio de la Providencia, donde se encontraba internado a raíz de una afección pulmonar.
Destacado con premios y homenajes, recibió en vida numerosas ovaciones por una trayectoria que desplegó en distintos medios, en teatro, cine, TV y radio. Atravesó todas las épocas y las predilecciones de los diferentes públicos, siendo rescatado en ciclos teatrales e incluso en documentos para la TV cultural. La propuesta del ciclo Teatro como en la Radio, realizado años atrás en el Teatro del Pueblo para recuperar aquel tiempo desconocido por los más jóvenes, lo mostró en un personaje mítico del teatro argentino. Fue el magnífico protagonista de ¡Jettatore! al desempeñar el papel del maduro Don Lucas, cortejante de una joven cuyo novio le endilgó el mote de “mufa” para desacreditarlo. “Esa muerte civil –observaba entonces Luz– la heredamos de los inmigrantes supersticiosos.” Nacido en Alejandro Korn, rescataba a los radioteatros que de chico le encendían la imaginación, y a las películas que también de niño lo mantenían pegado por horas a la butaca del cine. Esos placeres agregaban elementos esenciales a su natural condición para las imitaciones. Lo fascinaba observar a la gente, y a pedido de familiares y amigos, imitaba el habla y el movimiento de sus vecinos.
Después llegó el tiempo de Los Cinco Grandes del Buen Humor, grupo integrado por artistas de talento, donde el canto, la música y la actuación hacían rueda con la calidad humorística. La fama coronó el trabajo de esos Grandes. Ellos eran Guillermo Rico, Zelmar Gueñol, Pato Carret, Juan Carlos Cambón y Luz. El debut se produjo en Radio Splendid y el éxito –que se mantuvo por más de una década– llevó a los Cinco en giras por Latinoamérica y España. El conjunto se sostuvo hasta fines de los años ’50, época en la que sus integrantes estimaron que debían probar suerte de modo individual.
Conquistado entonces con mayor fuerza por el teatro, Luz formó parte de los elencos que ofrecían funciones en el Teatro Caminito, de La Boca, el pionero proyecto en el cual el director Cecilio Madanes reunía audazmente obras de Federico García Lorca, Molière, William Shakespeare, sainetes y vodeviles. Luz continuó en el teatro, singularizando con arte sus participaciones en las obras de los clásicos españoles. Y pasó con éxito a la TV, donde compuso personajes festejados a nivel masivo, como la Puyeta y la Porota, en éste, compartiendo espacio con la Tota, actuada por Jorge Porcel. Los personajes de Luz nacían –según él mismo señalaba– de lo que le inspiraban los textos, fueran teatrales o guiones del cine y de la TV, pero era indudable que adquirían un plus, otorgado por su condición de gran observador. Ese plus se lo proporcionaban los seres reales que conocía o había conocido, sus familiares, amigos y la gente de la calle. Un rescate que acaso fuera el retorno a las percepciones primeras, a esa natural curiosidad que lo había inducido desde muy joven a imitar el comportamiento de los otros, hacer suyas las características propias de un origen o de una posición social, y mantener así intacto lo esencial en cada una de sus personajes. Entre otros, la popular Porotita (así llamada por quienes profesaban cariño a Luz), que hasta hace pocas semanas desanudaba prejuicios y transgresiones, prestando su talento a un programa radial.
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