LAURA ALBARRACíN PRESENTA SU CD UNA CANCIóN
A diferencia de otros trabajos anteriores más “folklóricos”, la cantante eligió esta vez un repertorio genéricamente ecléctico, que incluyó desde Silvio Rodríguez hasta Rubén Rada.
› Por Cristian Vitale
“¿Cómo Sandro en mujer...? ¡Qué halago!” La comparación la despista. Laura Albarracín, voz femenina bien referenciada dentro del folklore argentino de hoy, está obligada a abordar un camino sorpresivo. “Qué loco, nadie me lo había dicho... ahora debería tener el mismo éxito con los hombres que él tenía con las mujeres”, es el primer chiste que le viene en mente. Se sabe que juega de local en el folklore, y que lo ha refrendado en varios y variados trabajos anteriores (Diario del alma o Canto versos, por caso) o en circunstancias como haber sido revelación del Cosquín ’88 o recibido el premio Atahualpa como mejor solista vocal femenina, 20 años después. Pero algo en la modulación de su voz, en el decir de “Inténtalo encontrar”, baladita de Mayte Martin y José Luis Montón que abre Una canción, su nuevo disco, la sacan del molde. “Nunca me lo habían dicho”, insiste. Tampoco le habían dicho que “Dedos”, el eléctrico candombe de Rubén Rada que le propuso su productor y arreglador Daniel Homer, resultó de las mejores versiones del trabajo que mostrará hoy a las 21 en Caras y Caretas (Venezuela 330). “Me apasionan las devoluciones, que me digan qué les gusta escuchar de mí o no, y eso nunca coincide entre quienes me escuchan... pero bueno, lo de Sandro me lo dejo para mí”, se ríe.
–¿Y Rada? Tampoco está entre sus fuentes habituales...
–La verdad es que me vuelve loca la música negra, pero no sé si puedo cantarla. Para mí “Dedos” era la peor, y más aún cuando la escuché del mismo Rada en una grabación vieja en YouTube. El candombe es otro relax, no podés cantarlo como diciendo “y en el cielo las estrellas” (risas).
–Genera otra tensión.
–A ver, Rada puede cantar un candombe durmiendo, yo no.
Ambas visitas, entonces, muestran un eclecticismo que la intérprete no había propuesto en sus trabajos anteriores, más ceñidos –excepto Chabuca de cámara, homenaje a Chabuca Granda que grabó junto a Lucho González– al acervo del folklore argentino. En efecto, Una canción implica una “gran” canción-mosaico subdividida en doce piezas, cada una con su latido, impronta, márgenes y decires. “La verdad es que soy miedosa para jugarme a innovar, pero son las reglas del juego... no sé, yo tampoco hubiese elegido un bolero (“Ansiedad”, de José Enrique Sanabria Rodríguez), porque es uno de los items estéticos más alejados para mí. A ver, me gusta el género, pero no puedo decir que disfrute de cantarlo como el tango... me tengo que acomodar yo al ritmo, no es algo recíproco. No es lo mismo largarte a cantar esos terrenos transitados y familiares, como los ritmos folklóricos argentinos, que pasar por otros estilos”, sostiene.
–¿Aplica el mismo criterio para “Canción de Navidad” de Silvio Rodríguez?
–Fue otra sugerencia de Homer (risas). La verdad es que sé poco de música latinoamericana y esta canción de Silvio ni siquiera la conocía. Es de las que más me ha costado porque es canción, y encima de Silvio... la verdad es que me ubico mejor en el repertorio argentino. Me gusta estar de visita, sí, pero mucho más quedarme en casa.
–En “Doña Delfina Rosales”, de Teresa Parodi y Luis Gurevich, por caso.
–Sí, aunque se trate de un tema tan difícil como lindo de cantar. Es cierto que tiene que ver con mi estilo, pero fue un desafío vocal, porque tiene muchos momentos: zamba, vidala, parates de canción con ostinatos... es como una pequeña obrita en un solo tema.
–¿Y “La guitarra”? Hay una bella versión de Spinetta en Gieco Querido y otra del mismo León, más “folklórica”. ¿Se espejó en alguna de ellas?
–No escuché la de Spinetta, y sí la de León, pero un par de veces nomás. La verdad es que partí casi de cero para hacer mi versión. Es un tema con mucha letra y un ritmo que va bastante marchoso. La letra tira imágenes todo el tiempo y, como es ligerita, se trata de cantarla y de ponerle sentido dentro de lo que te permite un ritmo que va tan ligero. La verdad es que “La guitarra” no tiene mucho para modificar. Es subirse e ir, y creo que fue lo que hice en todo este disco... me dejé llevar.
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