Jue 25.05.2006
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SOFIA COPPOLA PRESENTO SU NUEVA PELICULA, “MARIE ANTOINETTE”

Retrato de una reina adolescente

Atenta más a lo que sucede dentro de palacio que a lo que pasa afuera, esta película traza el perfil de una teenager casada a los 14 años y coronada a los 18, con un trazo siempre riguroso pero jamás naturalista.

› Por Luciano Monteagudo
Desde Cannes

Siendo estadounidense, hay que atreverse a presentar en estreno mundial en la competencia oficial de Cannes (y simultáneamente en 200 salas de todo el país) una versión pop, hablada en inglés, de una de las figuras más notorias y discutidas de la historia de Francia. Pero exactamente eso fue lo que hizo ayer Sofia Coppola con Marie Antoinette, un film “roc(k)oco” según Le Monde (que le dedicó su nota de tapa) y que viene a confirmar el talento y la originalidad de la hija del director de El Padrino.

Sofia ya había conocido el éxito de la crítica y el público dos años atrás, con Perdidos en Tokio, pero con Marie Antoinette se diría que vuelve al mundo de su primer largometraje, Las vírgenes suicidas. Salvando las enormes distancias geográficas y de época, el nuevo film de Coppola (h.) no sólo está protagonizado por la misma actriz –Kirsten Dunst, en el que puede ser considerado el mejor trabajo de su meteórica carrera–, sino que se sumerge otra vez en el conflictuado mundo rosa de una chica adolescente. Eso era, al fin y al cabo, María Antonieta cuando en 1768, a los 14 años, por decisión de su madre, María Teresa de Austria, abandonó definitivamente su Viena natal para casarse en Versalles con el hijo de Luis XV, como una manera de unir ambos tronos.

“Siempre me sentí atraída por la historia de Francia en el siglo XVIII, pero no quise hacer una película histórica sobre la Revolución Francesa ni mucho menos un biopic, sino un retrato del personaje, una chica enfrentada de pronto a un mundo que le era desconocido”, confirmó Sofia Coppola en la conferencia de prensa que siguió a la proyección del film. Aunque subió al estrado rodeada de casi todo su elenco (que incluye a Marianne Faithfull, magnífica como la emperatriz de Austria, quien seguramente hubiera envidiado su voz de sótano), Coppola padre no se quiso quedar afuera y –a la manera de Don Corleone– siguió muy atentamente toda la charla de su hija con la prensa, sentado en una silla al costado del escenario, que el personal del festival dispuso especialmente para él, todo un veterano de Cannes, donde ganó la Palma de Oro por Apocalypse Now!

Con su Marie Antoinette, Sofia Coppola ha logrado un extraño equilibrio: que una producción de 40 millones de dólares, filmada casi íntegramente en locaciones auténticas en el Palacio de Versalles, con un lujoso vestuario de época diseñado por la especialista Milena Canonero, luzca como un film fresco, moderno, libre, lejos de la anquilosada idea de reconstrucción histórica que paraliza este tipo de proyectos. Caso raro, eso que en cine se suele llamar “valores de producción”, aquí no obstruye el relato sino que, por el contrario, esta vez está al servicio de la concepción del film, un film que es riguroso en sus propios términos, pero nunca realista.

La música de The Cure, de New Order, de Bow Wow Wow (el tema I Want Candy suena cuando brillan los dulces que María Antonieta comía a escondidas) se privilegia en la banda de sonido, pero no por eso dejan de escucharse los acordes de las obras escritas por Jean-Philipe Rameau, el compositor de la corte. En los títulos del comienzo se imponen las letras color fucsia, una estética teen-pink muy acorde con la orgía de brocados, tortas y pâtisseries de las que luego va a disfrutar la protagonista, como una manera de olvidar las habladurías y la maledicencia de la corte durante los siete años que tarda su marido en consumar el matrimonio. Casada a los 14 y coronada reina a los 18, María Antonieta vive su vida como puede: escapa de palacio hacia un baile de máscaras en París (donde vibra la música de Siouxsie and the Banshees) para regresar a la mañana siguiente a una prisión de lujos y protocolos. “¡Esto es ridículo!”, se queja cuando, acostumbrada a la austera naturalidad de la corte vienesa, debe soportar que la vista una docena de damas de compañía. “¡Esto es Versalles!”, le responde ofendida Mme. De Noailles (Judy Davis), la dama de honor que oficia de guardiacárcel. Mientras, en aposentos contiguos, el viejo Luis XV (Rip Torn, sin disimular su acento californiano) disfruta de la compañía de su amante, Madame Dubarry (a cargo de una desencadenada Asia Argento).

Se podría pensar que Sofia Coppola, lejos de caer en la trampa fácil del kitsch o del mero anacronismo, trabaja en términos de un desplazamiento del realismo, a través de una sensibilidad contemporánea. Tampoco se puede decir que Marie Antoniette sea –como sí lo era La dama y el duque, de Eric Rohmer– un film monárquico, como algunos acusaron aquí en Cannes. Su película no trata sobre lo que sucede fuera del palacio –aunque paulatinamente van llegando noticias de las hambrunas que movilizan al pueblo–, sino sobre la tragedia anunciada que se desarrolla puertas adentro. Nadie en la platea ignora que María Antonieta va a morir en la guillotina y, sin embargo, esa conciencia trágica está tamizada por la vivacidad de una teenager ahogada en una jaula de oro y que sólo busca respirar una bocanada de aire fresco.

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