Dom 09.09.2012
espectaculos

OPINION

De imágenes ligeras

› Por Lila Luchessi *

El infoentretenimiento pasó. El mix de informaciones con contenidos blandos para hacer digeribles las malas noticias se ubica en el comienzo de una nueva historia. Las narraciones inundan las pantallas de los noticieros que, desde el auge de las redes sociales, ya no tienen prioridad informativa.

La información, como tal, pierde frente a los intereses de consumo de las audiencias. Avidas de uso de pantallas y ofertas de contenidos esperan de los noticieros mucho más que noticias. Y si no es más, por lo menos es una excusa, un saber común, un contenido compartido a partir del cual se puede conversar, tomar partido, opinar.

La opinión desplaza los datos. Se sienta posición sobre temas que no se explican en profundidad. Los slogans se transforman en hipótesis y el rumor impera como insumo informativo. Dada la velocidad con la que transcurren los temas, toda opinión, dato erróneo o incomprensión pasarán desapercibidos en la catarata de tweets, comentarios y aportes de la audiencia. En este contexto, el rol del conductor se amplía y no sólo opera como enlace entre las distintas informaciones, entre el piso y la calle, entre columnistas y notas, sino que también es quien da la voz a quienes participan de las discusiones en las redes.

El conductor circunspecto dejó espacio a uno relajado, entretenido, capaz de fluctuar entre la presentación de la tragedia más extrema y las novedades de la grilla de programación del canal. También, listo para interactuar con toques de humor y desparpajo, puede ponerle el cuerpo a la promoción de cuanto chiche tecnológico se lance en el mercado.

Si la noticia era cosa seria, los contenidos pueden no serlo. Animales en situaciones ridículas, accidentes de dudosa data, bloopers de todo tipo que circulan por las pantallas de las redes sociales son tomados como insumo de lo que los noticieros pueden publicar y la audiencia no se cansa de ver. El dato, en estos casos, son los millones de usuarios que ven, comparten y comentan estos materiales. El criterio de magnitud, en este caso, goza de buena salud.

En tanto, la cobertura del temporal que azotó el sur y el oeste de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, el 4 de abril de este año, apareció con imágenes producidas por los canales dos días más tarde. Mientras tanto, el aporte de los cibernautas inundados, con las casas destrozadas y sorprendidos por la furia del temporal, alcanzó como todo aporte informacional. En este contexto, los productos situados en el posperiodismo tienen en cuenta las necesidades de consumo, de exposición al espectáculo, de narración. También la necesidad de protagonismo de una audiencia que necesita sentirse productora. Frente a las formas tradicionales de selección y jerarquización, la instantaneidad ganó terreno en detrimento de la relevancia y la cercanía.

Contra la idea de ruptura en la que se sitúa la producción de las noticias, lo que impera es la continuidad de lo seriado, narrativo y asentado sobre los pilares que cimientan lo cotidiano. Es en la cotidianidad en la que se asientan las historias y los relatos. Y, al mismo tiempo, en que se naturalizan la violencia, el impacto, lo grotesco. Si la preeminencia de las imágenes es una característica del género, la descripción redundante y el quiebre de la asimetría con el espectador constituyen una marca de los noticieros actuales. La noticia deja espacio a otros relatos, a otras disputas y a la participación de la audiencia. Lo profesional y lo amateur coexisten en los noticieros. Lo importante y lo irrelevante, lo central y lo superfluo, apoyados en imágenes impactantes y violencias naturalizadas son un signo de estos tiempos. Imágenes, opiniones, discusiones son lo que sobra, lo que falta es información.

* Doctora en Ciencia Política. Profesora, investigadora (UNRN-UBA).

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