Vie 23.06.2006
espectaculos

ENTREVISTA A JUAN VILLORO

“Maradona atrae por inexplicable”

El narrador mexicano habla de su nuevo libro de crónicas, Dios es redondo.

› Por Angel Berlanga

“Escribir de fútbol es una de las muchas reparaciones que permite la literatura”, anota Juan Villoro tras contar que, hasta los 16 años, militó en las inferiores de Los Pumas y supo, ahí, que nunca podría llegar a Primera. Pasión, tiempo, destino, vocación, no importa del todo en qué proporciones, lo llevaron a encarar para el lado de la escritura, donde mantiene desde hace ya rato la categoría y consigue, si no un campeonato, un Premio Herralde en 2004, por ejemplo, con El testigo. Ahora, en Dios es redondo, el libro que acaba de publicar, este narrador y periodista mexicano entrega una serie de textos de variado talante: ensayos que entrelazan al hincha con la tragedia y a la religión con el negocio, miradas sobre equipos y jugadores gloriosos, crónicas sobre Francia ’98 y Corea-Japón 2002 en las que abarca protagonistas pero también entornos y parafernalias del espectáculo y el negocio, una necrológica imaginaria y un par de retratos de Diego Maradona, entrevistas al filósofo futbolero Jorge Valdano. Así, sobre el verde césped de estas páginas Villoro puede juntar a Zidane con Camus, a Figo con Judas, a Harry Muslich con Cruyff, puede reflexionar el arte de simular un foul o de festejar un gol, y puede rescatar frases de antología, como la del poeta colombiano Darío Jaramillo Aguledo, “nuestro fútbol es estupendo, pero en cámara lenta”, o esta otra, publicada en un periódico portugués ante el desempeño del seleccionado lusitano en la Eurocopa 2004: “Nuestros jugadores no tienen vicios: no fuman, no beben y no juegan”. Villoro, que asistió a la inauguración del Mundial y volverá para la final, señala que se infló demasiado a la selección de su país y destaca a la Argentina, hasta ahora, como la de juego más brillante.

–Usted plantea que se necesita un pasado muy roto, muy necesitado o muy extraño para alcanzar el virtuosismo en el fútbol. ¿Por qué será?

–Las actividades que exigen esfuerzo buscan compensar algo horrible o por lo menos indeseable. Nadie es bailarina del Bolshoi o patinadora sobre hielo sólo por el gusto de hacer piruetas. La disciplina para lograr eso es terrible. Por eso las vidas de las bailarinas suelen ser dramas dignos de Bergman. En comparación, las vidas de los futbolistas son más llevaderas, pero los grandes cracks suelen tener una zona de sufrimiento (la miseria, lo que no han podido hacer fuera de la cancha) que los motiva a entrenarse con obsesión. Se puede nacer con el don de patear bien, pero para que la pelota vaya al ángulo hay que joderse.

–¿Qué tipo de escritor es cuando escribe de fútbol?

–Me interesa preservar la pasión, sin concederle demasiado espacio a la objetividad.

–Para escribir sobre él, ¿Maradona lo atrae más como figura, como símbolo, que como jugador en sí?

–Como los Rolling Stones, Maradona atrae porque sencillamente no es explicable. Se necesitan muchas palabras para acercarse a su misterio. En mi opinión, fue el mejor jugador de todos los tiempos, por la diferencia que marcaba en la cancha; es concebible un Brasil campeón en el ’70 sin Pelé, pero es imposible pensar en una Argentina campeona en el ’86 sin Maradona. Diego es siempre jugador y mito: anotar con la mano sin que lo advierta el árbitro es una picardía de barrio; decir que fue la mano de Dios es crear una leyenda.

–¿Qué es lo que más le molesta del Mundial, y qué lo que más le atrae?

–Lo que más me molesta es la inflación nacionalista de los equipos, comenzando por la FIFA, que hace clasificaciones con un criterio político, algo tan absurdo como que la ONU hiciera un hit parade de sus países favoritos. Uno de los atractivos del Mundial es que preserva el gusto por los estilos nacionales de juego (los italianos juegan como italianos, etc.), algo que se ha perdido en las grandes ligas. Pero siempre es molesto leer lo que los medios mexicanos dicen de México, los alemanes deAlemania o los españoles de España. Hay una distorsión nacionalista inaceptable.

–¿Qué equipos le gustaron hasta aquí, a qué dos o tres individualidades destacaría?

–El fútbol es misterioso. Me encantó la República Checa en su primer partido, y se derrumbó en el segundo. Lo mismo pasó con Italia. Después de dos partidos, nadie ha jugado con tanta autoridad como Argentina. Esperemos, como ha dicho Bianchi, que no haya dado su mejor juego cuando no era necesario. Como individualidades me entusiasma Puyol, de España, por su capacidad de marca y su habilidad para salir hacia adelante; Messi por su altísima efectividad (un gol y un pase de gol en unos minutos); Cech, el portero checo, que salvó unos ocho goles cantados ante Ghana. Y como vorágine, me ha gustado Alemania.

–¿Qué expectativas con la selección mexicana, qué le parece La Volpe como técnico?

–La Volpe es bueno en lo regular y malo ante lo extraordinario. Casi no ha ganado títulos como entrenador. Es un hombre autoritario, que enseña bien el fútbol a los chicos. Me parece sagaz su decisión de dedicarse en el futuro a las fuerzas básicas. Lo imprevisto le parece indeseable, por eso detesta a los cracks, que son sorpresivos. Ha creado un grupo competitivo, al que le pide consistencia, no asombros. Por desgracia, el fútbol de calidad depende del asombro.

–¿El título es lo más fanático del libro?

–Es una frase bastante común en las canchas. Alguna vez Pelé dijo: “El fútbol es una religión y su Dios es la pelota”. El fútbol es un sistema de creencias; en los estadios se ritualiza la pasión: los hinchas esperan milagros con una fe que no necesariamente se apoya en la evidencia. Cuando empieza el partido, siempre tienen más supersticiones que argumentos. Pero la diferencia básica con la religión es que el fútbol carece de más allá: su cielo y su infierno están en la cancha.

–¿Y usted cree en Dios?

–Sí, aunque rara vez apoye a los equipos mexicanos.

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