CHICOS LOS CAZURROS ESTRENAN “DIVERSION”
En su nueva obra, Pablo Herrero y Ernesto Sánchez deben lidiar con un villano muy poderoso, que les roba lo más preciado: el cajón de juguetes.
› Por Silvina Friera
Cuando empezaron a trabajar en las playas de Cariló, Pinamar y Valeria del Mar, la calle Corrientes quedaba lejos. Muy lejos de la imaginación de Pablo Herrero y de Ernesto Sánchez, dos amigos actores que se conocieron y se formaron en las clases de actuación del Macoco Martín Salazar. Hace doce años que Los Cazurros convierten los escenarios en los que se presentan –los balnearios de la costa atlántica, los teatros y las escuelas– en el cuarto de juego de chicos y de adultos. Tanto se habló del estilo cazurro –nombre que tomaron de los juglares de la Edad Media, que eran considerados los más malandras y truhanes– que las distancias se fueron achicando y hace dos años probaron suerte en la calle Corrientes de la mano de Cuatro Cabezas, la productora de Mario Pergolini. Y los “cachurros” o los “más burros”, variantes adoptadas por los más chiquitos para llamar la atención de esos dos grandulones que juegan como pares, llegaron para quedarse. Ahora es el turno de Diversión, nuevo espectáculo que estrenan hoy a las 17 en el Premier (Corrientes 1565).
En esta nueva aventura, Pablo Herrero y Ernesto Sánchez deberán lidiar con un villano superpoderoso, el Maléfico, que les roba uno de los bienes más preciados del grupo: el cajón de juguetes. Para recuperarlo, Los Cazurros, como los héroes clásicos, deberán sortear un puñado de pruebas riesgosas como atravesar el temible laberinto del terror, bucear en las profundidades del mundo acuático y luchar contra la gravedad en el espacio. Y para cortarles la respiración a los espectadores de la sala, se añade un problema: el cajón de juguetes deberá ser recuperado en un tiempo estipulado, si no, la posibilidad de seguir jugando desaparecerá para siempre. Hacer una entrevista con Herrero y Sánchez implica entrar en el código Cazurro; ellos juegan hasta cuando están fuera de los escenarios. “Bienvenidos queridos lectores a esta nota con Página/12”, dicen al unísono, como si fueran locutores radiales. Ernesto recuerda que hace dos años la entrevista publicada en este diario se titulaba: Fue un camino de hormiga. “¿Cómo la van a titular ahora?”, pregunta.
–Quizá “camino a la fama...”
Ernesto Sánchez: –¡Nooooooo! Si seguimos comprando los juguetes para nuestros espectáculos en los locales de todo por dos pesos (risas).
Pablo Herrero: –¡Qué fama...! Somos dos amigos, dos laburantes, jugando a hacer teatro para chicos. No queremos perder la esencia del juego, aunque ahora tengamos la tecnología a nuestro alcance y al servicio de nuestro concepto artesanal de juego.
–¿Cómo afecta el uso de las nuevas tecnologías en el juego de los chicos?
E. S.: –El juego es uno en toda franja social y generacional. El juego es algo esencial del ser humano. Nos damos cuenta porque todos los años hacemos funciones en una escuela de Zona Norte y en la villa La Cava. Y tocamos la misma fibra en esos chicos de clases sociales tan diferentes. Obviamente que cuanto más información tengan, mayor será la capacidad de aprovechar y apreciar mejor los estímulos que reciben, pero en realidad esencialmente la capacidad de juego de esos chicos es la misma.
P. H.: –Los chicos pueden estar jugando con la compu y se copan con nuestros espectáculos porque sienten que es lo mismo que sucede en sus cuartos, cuando están jugando. La tecnología es otra opción, pero los chicos siempre eligen el juego, ponen el cuerpo, participan. Tengo un hermano de ocho años y cuando lo voy a visitar con mi hija, terminamos jugando y disfrazándonos. Pero de repente se va a la compu. Y el otro día lo observaba y me daba cuenta de que el juego en las máquinas está resuelto. Me decía: “Ahora va a aparecer esto”. En cambio, en el juego que nosotros o ellos mismos generan, nada está resuelto porque tiene más espacio la imaginación.
E. S.: –Nuestro director de arte, que nos ofreció un montón de herramientas tecnológicas, tuvo mucho cuidado porque nos conoce desde hace mucho y él dice que Los Cazurros ahora usamos lo digital, pero que en realidad somos analógicos.
–¿Cómo es eso?
E. S.: –Pudiendo ser digital, decidimos ser analógicos, usamos lo digital para ser analógicos, para no perder la esencia de lo artesanal, el espíritu del juego. Aunque tenemos toda la tecnología a nuestro servicio, tratamos de ser lo más simples posible.
–¿La imaginación está devaluada en los adultos?
P. H.: –Desde que soy padre, me empecé a dar cuenta de que a veces juegan más como chicos los abuelos con sus nietos que los padres con sus hijos. Los adultos se enganchan con nuestros espectáculos, pero no sé si es porque les abre la imaginación o porque recuerdan tenerla o les agarra nostalgia.
E. S.: –Como nuestro trabajo es crear estos espectáculos, nunca nos olvidamos del chico que fuimos. Cuando nos olvidamos de que fuimos chicos, perdemos la capacidad de juego.
–¿Cómo definirían el estilo Cazurro?
P. H.: –A veces nos dicen: ¿por qué no preparan otros cazurros?, ¿por qué no enseñan lo que es ser un cazurro? No sabríamos cómo hacerlo porque somos amigos, resultó la química y nuestros gustos son compatibles.
E. S.: –Somos muy personales y creo que no nos propusimos nada: ni llegar a la calle Corrientes ni crear un nuevo lenguaje como dicen... ¡A la mierda...! ¿En qué idioma hablamos? (risas) ¿Todo eso estamos haciendo?
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