DOS PRESENTACIONES DE LA COMPAÑIA UCRANIANA MIMIRICHI
› Por Karina Micheletto
Un telón de papel, un escenario forrado en papel, banderas o un martillo de papel, recortes de papel, y mucho papel ofrecido y revoleado para todos lados, son los únicos elementos de los que se vale la compañía ucraniana MimiRichi en escena, para cautivar con el espectáculo que traen a Buenos Aires, con título ad hoc: Guerra de papel. Las artes del clown y la pantomima son cultivadas por este trío que tiene maestros como Marcel Marceau y el ruso Leonid Engibarov, y que presentará dos funciones en diferentes escenarios: hoy en el teatro ND Ateneo, y mañana en el ciclo gratuito Entrá. La televisión pública a puertas abiertas (ver aparte).
El show que ofrecen Andrés González Lobo, Pavel Komarov e Igor Ivashchenko está claramente dirigido tanto a chicos como a grandes, de esos que proponen diferentes niveles de lectura. Al hablar de su trabajo, sin embargo, ellos comienzan remontándose a lo que tienen de chicos: hablan de “sentirse con alma y mente de niños”, de “no jugar ningún papel y ser uno mismo” para definir su oficio de clowns. “Somos un grupo formado por artistas de diferentes temperamentos, y dejamos que eso aparezca en escena, es algo que realmente se destaca en el espectáculo”, advierten en diálogo con Página/12, traducción mediante.
En este espectáculo, que la troupe ha llevado por todo el mundo, crean situaciones con mucho humor combinando clown, pantomima, acrobacia y malabarismos. El elemento protagonista, y el hilo conductor, es el papel blanco (así como en un espectáculo anterior lo fue el plástico). Y la historia que aparece es la de un pequeño hombrecito que, después de sufrir diversas persecuciones en carne propia, se vuelve todo un dictador y comienza a soñar con dominar el mundo, convencido de ser el más importante de todos (cada espectador podrá apreciar si esta parodia sobre la megalomanía humana le recuerda algún caso real...). Los juegos de luces y sombras, las construcciones logradas con papel y la invitación a la participación del público forman parte del encanto de la puesta.
Al repasar influencias, ellos hablan tanto de Charles Chaplin y Buster Keaton como del recordado clown ruso Leonid Engibarov y del mimo francés Marcel Marceau, que se convirtió en uno de sus maestros. “En 1996 estábamos de gira por los Países Bajos y allí nos enteramos de que Marceau estaba allí. Tomamos clases y workshops con él, y luego nos encontramos en Ucrania. Su influencia fue muy importante para la compañía”, cuentan. Vienen de actuar en Chile con gran éxito, y antes, de una gira por Japón. Aun para culturas tan diferentes, aseguran ellos, la magia de un payaso en escena es básicamente la misma. “Existimos en un mundo que es el mismo y hay cosas humanas que son iguales para todos. Nosotros trabajamos con esas sensibilidades humanas, por eso nos entienden en todo el mundo”, concluyen.
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