Mié 13.11.2013
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CINE EN TV LA BIBLIA DE NEóN, DE TERENCE DAVIES, ESTA NOCHE POR EUROPA EUROPA

De la música y el tiempo

La adaptación cinematográfica de la novela que John Kennedy Toole escribió a los 16 años es otro ejemplo de la exquisitez del director. El film acompaña los recuerdos de infancia del protagonista que, como era costumbre en el escritor, combinan lirismo y amargura.

› Por Horacio Bernades

Cineasta exquisito y tal vez por eso poco prolífico, la recepción de la obra de Terence Davies en Argentina no deja de ser paradójica. De sus seis largos, sólo dos se estrenaron aquí. La más famosa de sus obras, la más premiada, la de mayor repercusión en el mundo entero, The Long Day Closes se conoció localmente en 1992, año de su lanzamiento internacional. Hubo que esperar casi dos décadas para ver en salas de estreno una nueva película de Davies, Del tiempo y la ciudad (2008), declaración de amor y odio por su Liverpool natal. Tanto la trilogía de cortos autobiográficos que lo instaló como autor (conocida como The Terence Davies Trilogy y filmada entre 1976 y 1983) como su ópera prima en el largo, Distant Voices, Still Lives, se vieron tardíamente en la sala Lugones y algún que otro espacio dedicado al cine de arte. Su film más reciente, la magnífica The Deep Blue Sea (2011), ganadora de varios premios internacionales, no tiene estreno previsto. Y las dos que filmó entre The Long Day Closes y Of Time and the City (The Neon Bible, 1995, y The House of Mirth, 2000) giraron de modo semisecreto por canales premium. Hoy a las 22 (repite el sábado a las 23.45), el canal Europa Europa pondrá al aire la primera de ellas, cuya recepción más bien tibia en el momento del estreno puede considerarse una injusticia lisa y llana.

Publicada en castellano por Anagrama, La biblia de neón es la primera novela escrita por John Kennedy Toole, que como se sabe murió sin ver publicada una sola letra con su firma. Fue por eso que se suicidó, sin ir más lejos. Un día de marzo de 1969, a los 31 años, este nativo de Nueva Orleans tomó una manguera, conectó un extremo a un caño de escape, se metió el otro en la boca y puso el motor el marcha. Antes de eso se cansó de peregrinar por editoriales, intentando “vender” A Confederacy of Dunces, que escribió cuando estaba en el servicio militar, a los 24 años, y a la que consideraba una obra maestra. Ningún editor se atrevió, temerosos de las furiosas invectivas que el protagonista y notorio alter ego del autor, el más tarde célebre Ignatius Reilly, lanza contra la modernidad, el capitalismo y sus semejantes, entre otras yerbas.

Los críticos y lectores coincidieron, en cambio, con la apreciación que Toole tenía sobre su propia novela. Pero ya era tarde. La conjura de los necios se editó veintiún años después de la muerte de su autor, por iniciativa de la insistente mamá. Al año siguiente ganó el Pulitzer. Fue tal la repercusión, que poco más tarde alguien desempolvó para su publicación The Neon Bible, que Toole había escrito a los... 16 años. Y que, a diferencia de La conjura de los necios (y a pesar de que los Arcade Fire la hayan homenajeado con el título de su segundo álbum) no es una obra maestra. No lo es, en buena medida porque su ambiente algo estereotípicamente sureño remite a demasiados autores de la zona, de Tennessee Williams a Flannery O’Connor, pasando por Carson McCullers.

La rememoración de la infancia a cargo del protagonista, un adolescente llamado David, no podía dejar de llamar la atención de su casi homónimo Davies, cuya obra entera está dominada por el recuerdo. De hecho, si algo podría llegar a sorprender a quien no estuviera al tanto de su base literaria (como sucedería más tarde con The Deep Blue Sea, basada en una obra de Terence Rattigan) es que el de La biblia de neón no sea un guión original de Davies. La única diferencia con el resto de su obra es que transcurre del otro lado del Atlántico. “Leí la novela y rápidamente detecté que podía visualizarla”, dijo Davies en su momento. Visualizarla, dijo. Nacido en Liverpool en 1945, Davies es uno de los escasos cineastas contemporáneos que sigue pensando el cine en términos visuales. Más precisamente, en cómo expresar emociones en términos visuales: ésa es la diferencia con cualquier “visualizador” sin nada atrás, de esos que abundan en el cine actual.

La muy británica contención de Davies, que lo lleva a moderar su nada británico romanticismo, multiplica el poderío de las imágenes. Y las emociones. “Mi vida cambió el día que conocí a la tía Mae”, dice David, sentado junto a la ventanilla, en el tren que lo lleva a Memphis, Tennessee. Todo el relato tiene lugar durante un fragmento de ese viaje en tren, con la ventanilla funcionando como pantalla, donde se proyectan sus recuerdos. En otras palabras, todo el relato tiene lugar –como el de The Long Day Closes, como el de Distant Voices, Still Lives, como el de Del tiempo y la ciudad, incluso– dentro de la cabeza del protagonista. Dentro de sus recuerdos. Recuerdos que, como de costumbre en el autor, combinan lirismo y amargura.

La tía Mae es Gena Rowlands. “Fue muy sencillo, ella fue la primera en la que pensé cuando leí la novela”, cuenta Davies sobre la participación de la ex señora Ca-ssavetes. “La llamé, se lo propuse y aceptó.” David vive junto a sus padres en una casita de las afueras de la zona de Mississippi, en una época que va de poco antes a poco después de la Segunda Guerra. Sus padres son lo que habitualmente se conoce como rednecks o white trash. Blancos pobres, con propensión al racismo, el prejuicio y la misoginia. Hasta el punto de que papá lleva una noche al nene a una reunión del Ku Klux Klan. Y en medio de una discusión con mamá no tiene problema en pegarle una trompada de boxeador, quebrándole la mandíbula. En ese contexto es lógico que la mamá de David se horrorice cuando su hermana se aparece de visita con un ajustado vestido naranja, y que papá quiera mandarla de vuelta a Chicago, de donde vino.

Artista de varieté con mala suerte con los hombres, la tía Mae parece una Holly Golightly veterana. Holly Golightly, creación de otro escritor sureño, Truman Capote. No es difícil de entender por qué la vida de David cambia con la llegada de tía Mae: ella le enseña que la vida también puede estar hecha de sueños. De sueños y de canciones: ya se sabe que para Terence Davies las viejas canciones populares representan la cura para todos los males de este mundo. “Canto mal, pero tengo algo”, reconoce la tía Mae, tal vez como forma de justificar las limitadas virtudes de la Sra. Rowlands. Pero vaya que tiene algo. Algo muy parecido a Billie Holiday: sus versiones de “How Long Has This Been Going On” y “My Romance” dan toda la sensación de constituir un homenaje del melómano Davies a la chica que, en la época en que transcurre la película, cantó canciones sobre negros ahorcados.

De la música y el tiempo, podría llamarse cualquier película de Terence Davies, y La biblia de neón no es la excepción. Tres momentos sublimes, todos relacionados con el paso del tiempo: uno en el que la tía Mae recuerda aquellos días de Chicago, llevada por un travelling del presente al pasado; otro en el que Mae y David salen de paseo y en un solo plano pasan del día a la noche, y el plano fijo en el que David, parado en el porche y de espaldas a cámara, pasa de los seis o siete años a los dieciséis. Uno de los grandes poetas del tiempo del cine contemporáneo, Mr. Davies.

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