WALTER RíOS SE PRESENTARá HOY CON SU QUINTETO
› Por Karina Micheletto
Bandoneonista, compositor, director, arreglador, intérprete de cepa tanguera pero capaz de transitar los más múltiples géneros, acompañando a Mercedes Sosa o León Gieco, a Luis Miguel o Serrat, a Los Pericos o Los Tipitos, Walter Ríos ha sabido recorrer un camino singular que le valió reconocimiento en todo el mundo. Uno de sus sellos potentes es su quinteto, que actualmente completan Cristian Zárate en piano, Pablo Motta en contrabajo, Esteban Falabella en guitarra y Esteban Prentki en violín, más la voz de Mariel Dupetit. Hoy a las 21, en el Teatro del Globo (Marcelo T. de Alvear 1155) mostrará un concierto especial con esta formación. Lo hará con amigos invitados como Horacio Ferrer, Lito Vitale y Hugo Varela, y también, como siempre, con otro “amigo” que es su aliado: el bandoneón que le regaló Astor Piazzolla, y que levanta orgulloso “como un mandato”.
“En 1967 nos cruzamos con Astor en un programa en vivo en el viejo Canal 7 de calle Viamonte, yo estaba con Tango Trío y él con el quinteto”, recuerda Ríos cómo llegó a sus manos ese bandoneón que hoy atesora. “El me hizo notar que mi bandoneón, el que me había regalado mi padre, tenía algunas notas desafinadas. ‘Sí, maestro, tengo que hacerlo afinar, lo que pasa es que no tengo tiempo de parar y no tengo otro’, le expliqué. ¿Por qué no probás éste?, me dijo cuando íbamos al aire. Me dio un Doble A precioso, nacarado, el sueño del pibe. Pensé que era un préstamo del momento, pero después me dijo: ‘Quedátelo. Está en buenas manos’. La verdad, yo era muy joven e inconsciente para tomar dimensión exacta de lo que significaba ese regalo.”
–¿Y cómo apareció el primer bandoneón en su vida?
–A los seis años, en San Eduardo, un pequeño pueblo al sur de Santa Fe. Mi padre no vivía de la música, pero era el músico del pueblo, tocaba bandoneón, era compositor, enseñaba también el instrumento. Y tenía lo que llamábamos orquesta de campo, tocábamos tango, vals, milonga, fox trot, será por eso también que me incliné por tantos géneros. Me fui a estudiar a Rosario con otros maestros y en el ’60 llegué a Buenos Aires, ingresé en el Conservatorio Nacional, empecé mi carrera de músico. Nunca dejé de tocar: tengo 71 años y más de 60 de carrera.
–Y en este tiempo ha transitado una gran amplitud en cuanto a géneros. ¿Eso fue buscado o se fue dando?
–El tango es mi género, pero yo estoy condenado a ser un transgresor, y sé que no faltan críticas del ambiente porque toco con Los Pericos o, como hace poco en el Opera, con Los Tipitos. A los que me critican por tocar con estos jóvenes, los invitaría a que los conozcan, para que escuchen con qué respeto y amor se toman lo que hacen. La música no es ni nueva ni vieja, es buena o mala, nada más. Y lo que yo quiero seguir haciendo toda mi vida, en la medida de lo posible, es buena música.
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