“No me puedo ir. ¿Dónde voy a ir? Esta es mi vida, acá me quedo.” Dueña de una plantación de café en un país africano, la ciudadana francesa Marie Vial no está dispuesta a reconocer que el color de su piel se ha vuelto riesgoso, en medio de una guerra entre tropas gubernamentales y rebeldes. Es verdad que los blancos no tienen nada que ver en esa guerra. No a simple vista, pero siglos de conquista y colonización siempre dejan marca, y ahora todo colono de piel clara se ha convertido en blanco móvil. Claire Denis rodó White Material con diferencia de apenas unos meses con respecto a 35 rhums, montando las dos al mismo tiempo y estrenando 35 rhums en 2008 y White Material al año siguiente. Jamás exhibida en cines argentinos, la penúltima realización de la realizadora de Beau travail está siendo emitida por el canal HBO Max, donde puede vérsela hoy y el próximo domingo.

Todo comenzó con Isabelle Huppert. La pequeña gigante del cine francés quería trabajar con Denis. Sabiendo que la realizadora tiene una particular relación con el continente africano (hija de un diplomático, pasó su infancia entre Burkina Faso, Somalia, Senegal y Camerún), Huppert le consultó si había leído El pasto canta, novela de la Premio Nobel Doris Lessing, que transcurre en Sudáfrica. “Le contesté que no sólo la había leído sino que fue una gran inspiración para mi ópera prima, Chocolat (1988)”, cuenta Denis. “Pero la de Lessing es una novela de época, y yo quería filmar algo contemporáneo.” Un noticiero de televisión le dio la clave de lo que quería hacer. “Primero vi cómo helicópteros del ejército francés rescataban granjeros franceses en Costa de Marfil, durante un conflicto bélico. Más tarde presentaron a un viejo ciudadano francés, que vivió toda su vida en Africa y se negaba a ser evacuado. Como la tenía a Isabelle en mente, enseguida me imaginé a una mujer pequeña, sola, en medio del polvo rojo de algún país africano.”

Con banda de sonido compuesta como de costumbre por Tindersticks –compositores exclusivos de la música de todos los films de Denis, desde Nene-tte et Boni–, White Material (nombre que se da a las pertenencias de los blancos) transcurre en un innominado país africano, donde Marie Vial (Huppert) posee, junto a su ex marido André (inesperada reaparición de Christopher Lambert, Highlander in person), una plantación de café. Tienen un hijo casi treintañero (Nicholas Duvauchelle, que trabajó a las órdenes de Alain Resnais, Jacques Rivette y André Téchiné), que se pasa el día en cama. Y que cuando se levante uno desearía que mejor no lo hubiera hecho. En la finca viven también el anciano suegro de Marie (Michel Subor, el impresionante protagonista de El intruso, de la propia Denis) y el pequeño hijo que André tuvo con una mujer originaria de la zona.

Como en todos los films de Denis, la “trama” se reduce al mínimo: hay un alzamiento armado, del que participan niños-soldados y que es conducido por una suerte de líder mítico (Isaach de Bankolé, uno los rostros más frecuentes en el cine de la realizadora) y una represión ordenada por el gobierno. Momento ideal para que la figura del descendiente de colonizadores blancos quede entre dos fuegos. “El pelo rubio y los ojos celestes se han vuelto peligrosos”, le dice alguien a Marie. “Primero pensé en ubicar la acción en Costa de Marfil, pero fue imposible filmar ahí”, dice Denis. “Fuimos a Ghana, pero no encontramos ninguna hacienda como la que necesitábamos. De pronto recordé, de mi infancia en Camerún, que había árboles de café por todas partes. Filmamos allí. Pero en Camerún no hay guerra civil, por lo cual optamos por no precisar de qué país africano se trataba. Hay otros elementos, además, tomados de otras realidades, como los niños-soldados, que fueron documentados en conflictos en Sierra Leona, Liberia y Nigeria.”

Las escenas de los niños están entre las más ambiguas e inquietantes de White Material, ya que éstos van armados hasta los dientes y en ocasiones están a punto de cometer alguna ejecución. Pero de pronto, tras haber entrado en la propiedad de Marie, se quedan dormidos, como haría cualquier niño de menos de diez años. Los aguarda un destino que no debería ser el de un niño. Con su característica, Denis cuenta estos hechos de modo elíptico y entrecortado, rompiendo linealidades, favoreciendo discontinuidades y obligando al espectador a ir armando las piezas. En principio hay una ruptura con la cronología, en tanto todo lo que se ve parecería ser un recuerdo de Marie, quien finalmente y tras resistirse obstinadamente se ha visto obligada a abandonar la plantación.

Pero además cada escena funciona como la débil luz de una linterna que ilumina la noche. No se trata de una metáfora barata sino del modo mismo en que empieza la película, con un grupo de soldados ingresando a una estancia y echando luz, lámpara en mano, sobre cada rincón de la habitación. El aspecto de ligera ensoñación que suelen tener los films de la realizadora se ve aquí expresado por las columnas de humo que, producto de incendios, enturbian el cielo por la noche, el polvo rojo agitando el aire y un sueño que tiene Marie, en el que fuma hachís mientras escucha a un brujo predecir el futuro. Con la cámara encima durante el metraje casi entero, Isabelle Huppert entrega una de sus actuaciones más internas y matizadas, dejando ver sus dudas, desconcierto y fragilidad al mismo tiempo que imparte órdenes, intenta frenar a los trabajadores que abandonan la finca en masa y trata tozudamente, casi por sí sola, de que un sistema que ya no está en condiciones de hacerlo siga funcionando, porque es todo lo que tiene.