THURSTON MOORE DIO UN SHOW DE ALTA INTENSIDAD EN EL TEATRO VORTERIX
No sonó absolutamente nada de Sonic Youth, pero al cabo no importó: el guitarrista comandó una banda que disparó una tormenta eléctrica tras otra y supo hacer de la reiteración de esquemas no un defecto, sino una virtud hipnótica y efectiva.
› Por Joaquín Vismara
Parado de manera casi inexpresiva en el rincón derecho del escenario, Thurston Moore comanda a su banda en una catarsis de ruido controlado que oficia como carta de presentación. La escena se extiende unos cinco minutos hasta convertirse en “Forevermore”, del más reciente álbum del guitarrista, The Best Day, que suena en una versión extendida que araña el cuarto de hora. La historia se repitió al siguiente tema, cuando “Speak to the Wild” alcanzó una duración similar. Ambas se mostraron regidas por un denominador común: una estructura convencional que parece luchar por contener una descarga rabiosa, hasta que las fuerzas ceden y la situación domina una improvisación disonante que puede prolongarse todo el tiempo que sea necesario, para luego volver a fojas cero, sin preaviso alguno. Es una fórmula probada y ya vista, pero Moore sabe cómo hacer algo que en los papeles parezca poco probable: que la reiteración de recursos no pierda efecto ante la repetición, sino todo lo contrario.
En su segunda visita a Buenos Aires en plan solista, el líder de Sonic Youth se mostró en sintonía con la banda que comandó durante tres décadas. Su debut porteño fue en 2012, a poco de que se anunciase el hiato indefinido del grupo, y de la mano de Demolished Thoughts, un disco acústico que el tiempo puso en perspectiva como la banda sonora de su divorcio con Kim Gordon (cantante, bajista y guitarrista de SY). Dos años más tarde, la imagen es otra: Moore está de nuevo al frente de un cuarteto electrificado, con el que parece dispuesto a llenar el vacío que dejó el grupo neoyorquino. Lo acompañan al frente el guitarrista británico James Sedwards, la bajista Debbie Googe (de los irlandeses My Bloody Valentine). Al fondo del escenario, el baterista Ryan Sawyer cumple una doble función: la de sostener los cimientos para las paredes de ruido, y también reemplazar de apuro a Steve Shelley, compañero de Moore en Sonic Youth que tuvo que bajarse de la gira en Brasil por un problema médico.
El show se concentra de manera exclusiva en el mencionado The Best Day, el cuarto álbum solista del guitarrista. Seis de sus ocho canciones se suceden sin solución de continuidad, en versiones que toman distancia de los originales a partir de la expansión de sus duraciones. Cada riff de guitarra puede repetirse las veces que sean necesarias para transformarse en un mantra eléctrico. Como si se tratara de un desenlace inevitable, todas ellas devienen en una oda al ruido, con acoples y disonancias como expresión estética, como lo demuestra la coda de “Germs Burn”. Acto seguido, la fugaz “Detonation” se define por oposición al resto, una ráfaga rabiosa y acelerada que dura poco más de dos minutos. En todas ellas, la escena suele ser la misma: Moore y Sedwards parados al borde del escenario con una expresión inalterable, mientras al fondo Googe se planta casi de espaldas al público para rasguear con saña las cuerdas de su bajo, mientras busca la mirada de Sawyer, oculto tras los parches.
“Somos los Papá Noel del punk rock. Vayan a revisar debajo de sus árboles de Navidad”, dijo Moore al promediar su show. La frase hizo ilusionar a varios con alguna perla del catálogo de Sonic Youth, pero las esperanzas se disiparon no bien comenzaron a sonar los primeros acordes de “The Best Day”. La interpretación es directa y sirve como antesala del final del show, con el instrumental “Grace Lake” como punta de lanza. Durante diecisiete minutos, acoples, estallidos sonoros, estrobos, flashes y visuales se ponen al servicio de una nube sonora tan hipnótica como perturbadora, una puesta a prueba del umbral de tolerancia de los sentidos del público. A la hora de los bises, el revisionismo lleva a Moore no más allá de su trayectoria solista. “Pretty Bad” y “Ono Soul”, ambas de Psychic Hearts, su debut por fuera de Sonic Youth, suenan en versiones de alto voltaje sin descarga a tierra. Sendas interpretaciones hacen énfasis en otra fórmula secreta de Moore: reducir la interpretación al volumen más bajo posible, para luego contraatacar con capas de distorsión a un nivel ensordecedor. El esquema elegido para el show dejó en claro que lo que al músico estadounidense le importa (o al menos busca validar) es su presente. La apuesta es arriesgada y poco complaciente pero también válida, conforme Sonic Youth continúe con su estado de hibernación por tiempo indefinido.
Músicos: Thurston Moore (voz y guitarra), Ryan Sawyer (batería), James Sedwards (guitarra) y Debbie Googe (bajo).
Bandas invitadas: Altocamet y Asalto al Parque Zoológico.
Público: 700 personas.
Duración: 90 minutos.
Teatro Vorterix, domingo 7 de diciembre.
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