Vie 19.12.2014
espectaculos

LOS MANSEROS SANTIAGUEñOS DARáN DOS SHOWS EN EL TEATRO OPERA

La chacarera tiene sus próceres

Con cincuenta y cuatro años de trayectoria, la agrupación logró reconocimiento popular también en Buenos Aires. “Es que aquí casi hay más santiagueños que en Santiago”, explica Onofre Paz, uno de los fundadores de esta auténtica institución folklórica.

› Por Cristian Vitale

“¿Y Keith Richard será el Fatiga? Pero él toca el bombo, che”, se ríe Onofre Paz, intentando improvisar alguna similitud en un mar de diferencias. El chiste radica en la famosa sentencia de León Gieco (“Los Manseros Santiagueños son los Rolling Stones del folklore”) y obliga al legendario cuarteto del estero rural a seguirle el tren. “Gracias a él, un montón de gente empezó a interesarse en la música que hacemos”, admite el guitarrista, cantor y fundador del grupo, en las horas previas a un doblete impensado años atrás: dos noches (hoy y mañana) en el Teatro Opera (Corrientes 860), con serias posibilidades de llenar ambas, como ocurrió el año pasado con el Luna Park. “En algún punto puede sorprender, sí, porque Buenos Aires no siempre ha sido una ciudad fácil para el folklore tradicional, el que hacemos nosotros, pero en otro punto no, porque hoy día debe haber casi un millón de santiagueños viviendo aquí ¡casi más que en Santiago!”, vuelve a reír don Onofre. “Hay centros de residentes de La Banda, de Villa Robles, de Herrera, y también se han sumado los hijos de los santiagueños que se vinieron a vivir aquí, y que llevan a la provincia en la sangre”, de-sarrolla el cantor, con ese cálido giro idiomático del castellano que sólo se escucha entre montes, sol mortal y salamancas.

Con 54 años de trayecto a la fecha, los entrañables Manseros –Onofre, más “Keith” “Fatiga” Reynoso, Alito Toledo y Martín Paz– han llegado entonces a un reconocimiento popular que se entiende casi como un efecto natural, tras tantos años de batallas por la chacarera. De unos cuarenta discos grabados –sin contar compilados–, infinitos recitales y festivales, y una forma tradicional de abordar el género que sopesa los auges heterodoxos, y “equilibra” en la diversidad. “Estamos tocando desde los sesenta y, sí, debo reconocer que me da un poco de fiaca hacer las valijas, pero una vez que emprendo viaje dan ganas de seguir. Igual que cuando estoy en el escenario. Cuando arranca el recital uno parece que tiene un poquito de pereza, pero después te despierta el público ‘manseros, manseros’ y, bueno, uno se enciende. La gente no tiene la culpa si vos estás cansado”, sostiene Paz, con 71 curtidos años sobre sus espaldas, que también lo cuentan como obrero de pico, pala y arado, trabajador de la zafra o amansador de potros chúcaros.

A contramano del “folklore del folklore” –y esto tal vez explique su aguante–, Onofre no toma vino. Tampoco fuma. “Mi hobby es jugar al billar y estar con mi familia”, lanza él, en efecto rodeado de sus hijos. De Martín, que integra los Manseros desde 2006. De Florencia, que será invitada especial en el Opera. Y de Karina, bailarina de folklore y tango. “Cuidarse sirve, porque yo sigo cantando en los mismos tonos que cuando tenía 25, 30 años... nunca bajé el registro, y tampoco tengo arrugas en la cara, estoy un poquito excedido de peso, nomás... Uno de Los Nocheros me dijo que yo tomaba té de momia”, vuelve a reír Onofre, que promete para ambas noches un mix de clásicos de pago adentro, de gente de la tierra (“Monte Quemado”, “Josefina”, “Añoranzas”) con alguna vidala chapada a la antigua a cargo de Fatiga, imágenes históricas del grupo, performances a cargo del Ballet Folklórico Nacional, y un tango que saldrá de su voz: “Y todavía te quiero”. “Lo elegí porque me gusta, y porque es uno de los que cantaba mi pariente Argentino Ledesma”, dice Paz, hincha de Racing e íntimo amigo del Chango Cárdenas, además.

–¿Cuál es la clave para que hayan permanecido tanto tiempo juntos?

–Hablar. Nosotros charlamos, nos hacemos bromas, pero siempre hay un cierto respeto entre compañeros. Y si hay algún problema uno lo deja pasar, o se dicen cosas en el ensayo. A veces, las cosas hay que decirlas y yo tengo ese estilo, te guste o no. Ojo, sólo cuando tengo razón... No me gusta hacer enojar de vicio. Esto da ganas de seguir y seguir.

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