ENTREVISTA AL ITALIANO PAOLO ZUCCA, REALIZADOR DE LA COMEDIA EL áRBITRO
El director sardo, admirador de la obra de Osvaldo Soriano, señala que la primera imagen de su protagonista “es una con los brazos extendidos como Jesús en la cruz: el árbitro es como un dios que decide la suerte de un partido y quien paga por todos”.
› Por Ezequiel Boetti
Es, como se dirá líneas abajo, el chivo expiatorio de los derrotados, el depositario absoluto de todas y cada una de las penurias de aquellos disgustados con el resultado final de cualquier enfrentamiento deportivo, un inquisidor en cuyo pulgar, encarnado en este caso por un silbato, radica la suerte de los jugadores de turno, además de la de los miles de seguidores apostados en las tribunas y otros tantos millones frente a un televisor. Era hora, entonces, de que los referís tuvieran una película centrada al menos parcialmente en ellos, tal como lo hace la coproducción ítalo-argentina (la pata nacional es BD Cine, la empresa de Daniel Burman y Diego Dubcovsky) El árbitro. Más de seis meses después de su paso por la muestra Cinema Made in Italy, que durante una semana exhibió una decena de producciones provenientes de la Bota, el primer largometraje del sardo Paolo Zucca llegará a la cartelera comercial el próximo jueves.
Programada en el Festival de Venecia del año pasado y filmada en un sobrio blanco y negro, El árbitro está basada en el corto homónimo filmado por Zucca un lustro atrás. La notoriedad del trabajo (pasó por varios festivales, entre ellos el de Clermont Ferrand, uno de los más prestigiosos de la disciplina) y la asociación con un flamante productor abrieron las puertas a un largometraje. “Empezamos a pensar un trabajo conjunto que nunca llegó a despegar porque el contenido era bastante blasfemo y era complicado conseguir financiación de las entidades públicas. Entonces pensamos una historia más divertida que retomara el corto explicando un poco más acerca de los personajes”, afirma el realizador, quien habló con Página/12 junto a los actores Jacopo Cullin y Benito Urgu.
Fue así que imaginó una historia que siguiera el derrotero de un debilísimo equipo de la Tercera División de Cerdeña dirigido por Próspero (Urgu), al que regresa un talentoso futbolista local (Cullin) después de vivir varios en años en la Argentina. Esto enmarcado en la vida de un pueblo que respira al ritmo de la pelota y la ascendente carrera de un árbitro internacional (Stefano Accorsi), cuya reputación explotará por los aires ante un escándalo de corrupción. “En el corto había solamente un goleador del que no se sabía nada. Era muy divertido darle un marco a la historia y además evitábamos un defecto bastante normal en las películas basadas en cortos, que es la idea de dilatación. Acá quisimos hacer una precuela”, sintetiza el cineasta.
–Zucca, en varias entrevistas habló de Osvaldo Soriano como una de sus influencias y es inevitable pensar en sus cuentos de fútbol. ¿Es así?
Paolo Zucca: –La primera inspiración es una frase de San Agustín que me disparó la idea de escribir un corto sobre dos ladrones: un árbitro de Calcio y el otro un ladronzuelo de pueblo. Después sí llegó Soriano. El era muy popular en Italia porque escribía en El manifiesto, un diario muy orientado a la izquierda. Y cuando leí el cuento El penal más largo del mundo quedé encantado no sólo por el valor literario, sino también porque veía muchos puntos de contacto entre la Patagonia solitaria, surreal y casi mítica de Soriano y el fútbol de los ’50 o ’60 de la región de Cerdeña, donde todo podía suceder. Las dos regiones se encontraban perfectamente.
–El film tiene muchos componentes religiosos. ¿Qué le interesaba de ese aspecto?
P. Z.: –Es que el fútbol es una religión, tanto aquí como en Italia y en gran parte del mundo. Pero hay otras razones. La primera imagen del árbitro es una con los brazos extendidos como Jesús en la cruz, y más adelante, ante un error, se castiga físicamente. Me interesaba la idea de un paralelismo entre las dos figuras porque el árbitro decide todo dentro de la cancha. En ese sentido es como un dios que, al mismo tiempo que decide la suerte de un partido, es quien paga por todos porque la culpa siempre es del árbitro. Es el chivo expiatorio por antonomasia.
–¿El blanco y negro se relaciona con lo anterior?
P. Z.: –Sí, principalmente se debe a que quería ser un poco más abstracto. Además, podía crear una mitología del fútbol alejada de lo real. También porque en Italia hubo un gran escándalo relacionado con el arbitraje llamado Calcio Scommesse, que involucró a muchos jugadores y dirigentes. Yo no quería centrarme en ese aspecto en particular, sino hacer algo más universal, y el blanco y negro me daba la posibilidad de estar un poco más distante del relato y ser irónico.
–Jacopo, usted jugó once años al fútbol. ¿Le sirvió esa experiencia para preparar al personaje de Matzutzi?
Jacopo Cullin: –Sí, jugué hasta los 17 años, cuando decidí que quería dedicarme a la actuación. Ese pasado, junto al trabajo que hicimos con Paolo, me permitió preparar mejor el personaje. Con él vimos muchas fotos de jugadores de los años ’80 para definir el look del personaje. Después lo complementé con entrenamiento físico y mucho trabajo con el lenguaje porque Matzutzi se había ido de chico a vivir a la Argentina, así que tenía que hablar un poco en español y otro poco en italiano.
–¿Ese look ochentoso que menciona Cullin se relaciona con la ausencia de una temporalidad definida en la película?
P. Z.: –Sí, El árbitro transcurre en un lugar sin tiempo porque el objetivo es siempre el mismo: la abstracción. Por eso el blanco y negro, la atemporalidad, la ironía. Hice todo lo que pude para mantener la distancia. Pero tampoco es un film de época, sino sin época.
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