FINALIZó AYER EL FESTIVAL MAMBORETá, EN RESISTENCIA
El encuentro reunió a bandas y músicos de la región que tienen en común el respeto por la tradición folklórica y una intensa búsqueda de sonidos contemporáneos. El festival contó con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación, a través del programa Recalculando.
› Por Sergio Sánchez
Desde Resistencia
“Una triple frontera, un lugar de encuentro, mezcla y sincretismo.” De esa forma definió el poeta y presentador Negro Franco el espíritu del sello discográfico Mamboretá y, por extensión, la idiosincrasia de la región litoraleña. Oriundo de Formosa, el sello –y productora musical– organizó el fin de semana –viernes, sábado y ayer– en Resistencia un festival con bandas y músicos de la región que tienen en común el respeto por la tradición folklórica y una intensa búsqueda de sonidos contemporáneos. “Llevado al terreno culinario, se podría hablar de que se generó una temperatura creativa que está cocinando un gran guiso”, grafica Marcos Ramírez, integrante fundador del grupo Nde Ramírez (Formosa) y cabeza del sello autogestivo Mamboretá. “De repente nos dimos cuenta de que habían dando vueltas ingredientes que tenían mucha personalidad y le daban sabores únicos a esto que estábamos creando –amplía Ramírez–. Fue un descubrimiento mutuo entre muchas bandas que nos dimos cuenta de que había procesos culturales activos en varias zonas del continente.” El festival cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación, a través del programa Recalculando, una iniciativa que acompaña en todo el país distintos festivales regionales emprendidos por sellos de gestión colectiva.
“Recalculando es una herramienta que nos permitió conocer un montón de sellos en el país que están haciendo lo mismo que no-sotros. Y eso fue una gran motivación para seguir insistiendo desde el ‘interior del interior’, como nos gusta a decir a nosotros”, sostiene Ramírez. El objetivo del programa es facilitar las herramientas necesarias para que los sellos emergentes se tornen sustentables y logren profesionalizarse. “La bomba litoraleña ya explotó y ahora queda hacerse cargo”, desafía desde el escenario del bar Nanas Suena Bien el Negro Franco, una suerte de Enrique Symns formoseño, pero telúrico. El combo explosivo al que hace alusión remite a bandas que vienen bañando de rock, folklore y psicodelia a la región: los formoseños Guauchos y Nde Ramírez y los correntinos Ozorio y los Extraterrestres (integrado por ex Saltimbanquis), Lienzo (Corrientes), entre otros. Pero, ¿qué significa la psicodelia para ellos? “¡Este calor es psicodélico!”, dice Juan Manuel Ramírez, baterista de Guauchos, mientras se seca la transpiración a causa de los 40 grados. Y su hermano Marcos amplía el concepto: “Entendemos a la psicodelia como un lugar fronterizo, como lo es Formosa. En nuestra provincia, el folklore limita con el capitalismo y con las nuevas tendencias. Más allá de la definición clásica de psicodelia, se trata de una metáfora. El rock, el folklore y la psicodelia dialogan como también lo hacen Brasil, Paraguay y la Argentina. Dentro de todo eso intentamos encontrar un sonido nuevo”.
Y esa psicodelia de la que hablan se hace presente en el escenario, en la propuesta estética, y no sólo en el discurso. Durante la primera jornada, el viernes, Nde Ramírez ofreció un set musical en el que convivieron el Pomperito (una leyenda urbana de la región), la Pachamama, el rock anglosajón, el funk y danzas folklóricas como el malambo. Es llamativo verlos ro-ckear y generar un sonido explosivo con guitarras criollas y bombo legüero. Algo similar, pero menos experimental y más cancionero, sucede con la propuesta de Guauchos, quienes tocaron en la segunda jornada. Con un repertorio basado principalmente en su disco Pago (2013, ganador del premio Gardel como Mejor álbum artista nuevo de folklore), el grupo encontró una síntesis perfecta entre la raíz folklórica y el rock. Se torna muy difusa la línea entre ambos géneros y ése es uno de los rasgos más originales de la banda. En el escenario también consiguen un sonido poderoso, pero sin perder de vista la canción.
Además de las “bandas psicodélicas”, el Festival Mamboretá también cobijó a artistas con propuestas estéticas más abocadas al de-sarrollo de la instrumentación, el sonido acústico y propicias para aguzar el oído. En eso anduvieron las multiinstrumentistas porteñas Lucy Patané y Marina Fages (que integran el sello Concepto Cero), y el dúo que armaron el bajista bonaerense Willy González y el acordeonista chaqueño Lucas Monzón. A partir de la utilización de charangos, bombo legüero, guitarra criolla y pinkulloa, la dupla femenina mostró las canciones de su primer disco, El poder oculto (2013), en el que regalan un viaje con una fuerte impronta instrumental y difícil de encasillar. Fages y Patané se preocupan por generar climas y jugar con las posibilidades de sus instrumentos. “Es importante no centralizar todo en Buenos Aires, que las bandas puedan ir a todas las provincias y se generen intercambios”, se alegró Patané desde el escenario. A esa altura, el bar ya estaba repleto.
Luego llegó el turno de Willy González y Lucas Monzón, acompañados por la guitarra de Aníbal Miño. Sin duda, fue uno de los momentos más altos del festival. Los músicos no sólo se destacan por su virtuosismo sino que logran una canción folklórica que respeta las formas tradicionales, pero que suena fresca y personal. Durante el concierto mostraron composiciones propias y otras de artistas afines, como Patricio Hermosilla y Rudi Flores. Tanto González como Monzón reconocen el valor de la composición. “Siempre admiré a los grandes artistas que se dedicaban a componer, como Isaco Abitbol o Cocomarola. Uno de los legados que me dejaron fue el hecho de vivir su tiempo y hacerlo de una manera totalmente contemporánea”, le dice Monzón a Página/12. “Por eso me largué a componer, para expresar mi historia y lo que me pasaba”, completa. El set estuvo integrado por canciones instrumentales y un elaborado trabajo en materia de arreglos. “Desde mi lugar, intento ser muy criterioso con la música que hago y me interesa mostrarle lo mejor al público”, entiende Monzón, uno de los acordeonistas con mayor proyección de la región. “Es importante llegar a otros públicos que no van habitualmente a escuchar un repertorio chamamecero”, cierra el músico de 30 años, quien grabó un esperado disco junto a González que verá la luz en 2015.
Al cierre de esta edición, el periodista Humphrey Inzillo brindaba ayer una charla titulada “El valor de la identidad musical”, en la que puso en diálogo la psicodelia litoraleña, el rock y la tradición folklórica latinoamericana. Y, para ello, trazó un paralelismo con dos movimientos estético-musicales surgidos en Brasil: la antropofagia cultural (la capacidad de asimilación de productos culturales foráneos para luego ser reelaborados con espíritu crítico y autonomía) y el tropicalismo. Durante la tercera y última jornada del festival, que se realizó en el Centro Cultural Alternativo (Cecual), también hubo lugar para talleres y charlas sobre plantas medicinales y remedios naturales (a cargo de María Zorrilla), flora psicoactiva del NEA (por Néstor Braslavsky) y una mesa sobre mitología qom, a cargo de Ema Cuañeri.
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