DANZA/TEATRO > FUERZA DE GRAVEDAD PUEDE VERSE EN EL MATIENZO
Esta obra documental fue elaborada a partir de la biografía de cuatro ex bailarines que tienen entre 70 y 97 años. “La obra habla del tiempo, y durante el proceso creativo todos tuvimos que aprender a percibirlo de una manera diferente”, afirma la directora Damiana Poggi.
› Por María Daniela Yaccar
Fuerza de gravedad es una obra de teatro-danza documental elaborada a partir de la biografía de tres ex bailarines del Ballet del Teatro Colón, que tienen entre 70 y 97 años: Galina Glandinkova, Roberto Dimitrievitch y Stella Maris Isoldi. Una cuarta protagonista es Alicia Melillo, de 81 años, ex primera bailarina del Ballet Argentino de La Plata. El equipo de la obra la conoció en Madrid, donde el espectáculo tuvo su estreno en el marco del Festival Internacional Frinje. Además de cuatro historias de vida muy intensas, Fuerza de gravedad expone un planteo filosófico relativo a la vejez y el cuerpo. En tal sentido, el paradigma que gobierna la danza resultó ideal como punto de partida. “En la sociedad capitalista, la vejez se encuentra ubicada en una zona de margen. Un borde. Una persona mayor ya no es considerada un sujeto productivo, en términos y valores del mercado”, expresa la directora Damiana Poggi. “Queda relegada a los espacios interiores del hogar. Se niega cualquier capacidad generadora, creativa y erótica. El cuerpo ‘viejo’ no es funcional al mercado y por ende se lo oculta”, dice.
El espectáculo es resultado de un “trabajo de investigación interdisciplinario”, de “una suma de fuerzas”. Lo encararon artistas de la danza, el teatro, las artes visuales, la música y el video, a partir de documentos del archivo de los bailarines: cartas, videos familiares, fotos y relatos. “La dramaturgia final de la obra la fuimos tejiendo entre todos, cada uno desde su rol, a partir de los diversos aportes y participaciones”, cuenta la ideóloga y directora, que debuta en este rol con Fuerza de gravedad. Las funciones serán en el Centro Cultural Matienzo (Pringles 1249) hoy, el 24 de noviembre y el 1º de diciembre, a las 20.30. Los cuatro bailarines participan de distintas maneras en la puesta: Isoldi y Dimitrievitch están en escena, mientras que Glandinkova y Melillo hacen sus apariciones en videos. “Son profesionales con mucha experiencia. Son exquisitos y habitan el oficio de manera admirable”, recalca Poggi. También está en escena la actriz y performer Cecilia Blanco.
“La puesta tiene momentos y recursos muy distintos: danza, actuación, música en vivo, video de archivo, videoentrevistas, video en vivo, narraciones, y relatos de recuerdos e historias de vida. Nos interesa que la suma y relación de estas formas de llevar a escena nuestras preguntas inviten al espectador a realizar nuevos interrogantes”, sostiene Poggi. Con apoyo de la Embajada argentina en España y la Cancillería argentina, la obra fue estrenada en el marco del Festival Internacional Frinje (Madrid), a mediados de este año. “Nos permitió testear qué pasaba con un público muy distinto del porteño, que maneja códigos diferentes de los nuestros, en términos escénicos y sociales. Hicimos tres funciones a sala repleta, ¡fue realmente una fiesta!”, evoca la dramaturga, que se desempeña como programadora y productora de teatro y danza en el Centro Cultural Haroldo Conti.
Aunque es su primer trabajo como directora, Poggi tiene experiencia como dramaturga: ganó el concurso “10 años de Teatro x la Identidad” por su obra Bajo las nubes de polvo de la mañana es imposible visualizar un ciervo dorado, creada en conjunto con Virginia Jáuregui, sobre el cautiverio de sus padres en la última dictadura militar. El espectáculo se presentó en el Teatro del Pueblo con dirección de Andrés Binetti. En 2011, con el título modificado (170 explosiones por segundo) realizó temporada en el Portón de Sánchez y giró por España.
–Hace varios años que vengo trabajando e investigando en la línea del teatro documental. Fuerza de gravedad surgió como una búsqueda de respuesta a esta pregunta: ¿cuánto resiste un cuerpo? Es un interrogante que me interpela personalmente desde hace mucho tiempo en mi obra, por mi propia experiencia de vida, y que ha tomado diferentes formas en mis trabajos. En el contexto de esta reflexión, elegí trabajar con bailarines de más de 70 años. Conceptos como resistencia, transformación, cuerpo y paso del tiempo se condensan de manera poética y estética, muy eficazmente, en la figura del bailarín mayor.
–Largo y minucioso, supuso desde un comienzo muchísimo aprendizaje. El equipo nuclea personas de edades muy variadas, entre los 30 y los 97 años. Esto condensa, de alguna manera, lo que la obra busca reflexionar y se cuestiona. El encuentro con Galina, Stella, Roberto y Alicia fue fundacional, ya que a partir de las biografías se fue tejiendo la trama que da vida a la pieza. La obra resulta del trabajo de investigación conjunta entre todos los integrantes del equipo creativo: los intérpretes, Javier Aparicio, Guillermina Etkin, Cecilia Blanco, Marina Sarmiento y yo. También trabajaron desde diversas áreas Juan Cruz García Gutiérrez, Andras Calamandrei, Marianela Portillo, Emi Castañeda, Ignacio Masllorens, Adrián Pascoe y Belén Parra, entre muchas otras personas que acompañaron desde un comienzo. La obra habla del tiempo y durante el proceso creativo todos tuvimos que aprender a percibirlo de una manera diferente. Hubo que parar la pelota y pararse frente a otro: un sujeto real, con una historia. Tuvimos que activar la escucha y construir a partir del trabajo una nueva temporalidad grupal que pudiera contemplarnos a todos.
–Un aspecto que me fascina del trabajo documental es el encuentro con lo desconocido. Cierto carácter de autonomía, de cosa indomable que radica en la génesis de este tipo de materiales. Tenía claro en qué me interesaba indagar y habitaba mis propias preguntas, pero sólo en el encuentro con los bailarines fuimos descubriendo lo que la obra era realmente. El material se nos fue revelando y nos fue guiando hasta donde llegamos hoy. Fue un trabajo íntimo y respetuoso que llevó tiempo. El tiempo que necesitan los vínculos para consolidarse. El gran desafío estuvo en ver cómo los elementos biográficos, personales y subjetivos, se transformaban escénicamente en elementos que permitieran una lectura más amplia y universal de los temas que queríamos abordar en nuestra investigación.
–Diría que es como la imagen del perro que se muerde su propia cola. En la obra no hay actuación en términos de representación de una ficción en sentido clásico, sino mecanismos escénicos que, a partir de acontecimientos de la biografía de los intérpretes, permiten poner en estado presente una reflexión sobre el cuerpo en la escena.
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