KURT RUSSELL HABLA DE SU PERSONAJE EN LOS OCHO MAS ODIADOS, DE QUENTIN TARANTINO
El actor es una de las figuras del nuevo film del realizador estadounidense, que se estrena aquí este jueves: “Creo que todos los actores deberían tener la oportunidad de trabajar con Quentin, con su material, con su mundo”, asegura.
› Por Damon Wise
Kurt Russell nació en Springfield, Massachusetts, y siguiendo los pasos de su padre se convirtió en actor e interpretó una cantidad de papeles, tanto en cine como en televisión. Luego de obtener una pequeña parte en la película de Elvis Presley Rubias, morenas y pelirrojas (1963), protagonizó la serie del oeste The Travels Of Jamie McPheeters. Posteriormente, firmó un contrato con Disney por diez años, por lo que apareció en películas como Mi cerebro es electrónico (1969) y Un ejecutivo muy mono (1971). En 1979, Russell fue seleccionado para el papel de Elvis Presley en la aclamada película biográfica de TV del director John Carpenter Elvis, por el que ganó su primera nominación al premio Emmy. Más tarde volvió a formar equipo con Carpenter para cuatro películas: Escape de Nueva York (1981), El enigma de otro mundo (1982), Rescate en el Barrio Chino (1986) y Escape de Los Angeles (1996), que Russell también coescribió y coprodujo. Versátil actor, Russell ha interpretado personajes tanto en acción como en comedia y drama, y fue galardonado con una nominación a los premios Emmy por su interpretación junto a Meryl Streep y Cher en Silkwood (1983). Después de regresar a la acción en 2006 con la desastrosa remake de La aventura del Poseidón, Russell trabajó por primera vez con Quentin Tarantino en Death Proof (2007), en la que dio vida a un psicópata, Stuntman Mike, quien utilizaba su auto como un arma homicida.
–¿Cuándo recibió el llamado para Los ocho más odiados?
–Cuando Quentin quiso hacer la lectura dramatizada, en marzo o abril del año pasado, me llamó y me dijo: “Escucho tu voz aquí. ¿Hay alguna posibilidad de que hagas la lectura?”. Le respondí: “¡Seguro!”. En ese momento, no pensé que haríamos la lectura frente a un público. No lo supe hasta el día anterior. Pero fue muy divertido. Yo había escuchado algo sobre el guión, pero muy por encima, entonces me lo envió, lo leí y me pareció un muy buen guión. Me atrapó. Tenía mucho de Quentin, así que estaba muy ansioso por hacer la lectura.
–Entonces, ¿no lo consideró como un ensayo para la película?
–No. Pensé que eso era todo. Más tarde, Quentin empezó a hablar de la realización de la película, pero no sabía si hablaba en serio o no. Luego, a principios del otoño, empezó a hablar sobre el lugar donde iba a filmarla, entonces pensé: “Bueno, creo que la va a hacer. Parece que va a hacer la película”. Poco después, estábamos en Colorado.
–¿Jamás supuso que estaba todo encaminado?
–No. Pensé que era la lectura del guión y nada más.
–Se suponía que usted también participaría en Django sin cadenas. ¿Qué pasó?
–Hubo unas cuestiones de programación.
–De todos modos, parece que se ha convertido en parte de la compañía de repertorio de Quentin...
–Pienso que Quentin empieza a ver a ciertas personas en un papel, y eso es lo que sucedió con éste. Pero me encanta trabajar con él. Es único. Es único en el set, es un escritor único, es un director único con los actores, y por único me refiero a que es la especie de circo a la que uno pensó incorporarse muchos, pero muchos años atrás. Por lo tanto, siempre que se me presenta una oportunidad como ésta, sé que va a ser una locura, sé que va a ser divertido.
–¿John Ruth fue escrito para usted?
–Eso es lo que él ha dicho, y creo que en cierto modo me ha tenido en mente. No sé exactamente cuándo le pegó, pero yo no lo supe hasta más adelante.
–¿Cómo describiría a John Ruth?
–Como ser humano, es una fuerza grandilocuente, que ha vivido su vida... ha aprendido a vivir gracia a sus artimañas, y lo entorpece todo. No es tan inteligente como él cree, es como un hombre que se ha zambullido desde lo alto a una pileta vacía, pero ya hace una semana que está en la misma situación, con esta mujer, encadenado a esta mujer, por lo que seguramente no haya dormido nada. Por naturaleza, siempre está de mal humor. Tiene más miedo del que él piensa. Tiene frío, ha pasado ya mucho tiempo en el camino, entonces llega a la Mercería de Minnie. Hay alcohol, así que empieza a tomar, y también a tomar café. Lentamente, o tal vez rápidamente, se vuelve loco. Está completamente paranoico con respecto a lo que podría suceder, aunque dada su naturaleza se comporta más bien como un bravucón, como un elefante en un bazar.
–Resulta interesante que Quentin lo elija para papeles de antihéroe. El modo en el que John Ruth lidia con Daisy Domergue es bastante estremecedor...
–(Risas.) John Ruth es rudo con todo. ¡En especial cuando se trata de mujeres!
–¿Fue el personaje lo que lo atrajo de la película?
–En realidad, me encantó lo que decía el guión. Es atemporal y se puede situar hoy en día, a través del ayer.
–El tema de la justicia es bastante sólido.
–Sí. Y John Ruth es el pilar fundamental de eso. El personaje de Sam, el comandante Warren, le pregunta: “¿Por qué los traes vivos? Yo nunca los traigo vivos”. Pero Ruth los trae para que sean sometidos a juicio y luego, colgados. Es justo. El cree en eso hasta el punto de poner en peligro su vida, ya que considera que hasta los más canallas deben tener su día.
–A pesar de que John Ruth sea extremadamente serio, en la pantalla es un personaje bastante cómico.
–Quizás es eso a lo que me refiero cuando digo que Quentin pone a ciertas personas en un papel. El me puso en este papel porque sabe que me va a parecer un tanto... ¡divertido! Ruth va y viene, de ser absolutamente serio a ser un personaje del que uno se ríe al ver cómo se comporta... de manera desagradable y terrible. Sin embargo, su sentido de justicia prevalece sobre todo lo demás. A pesar de ser justicia al estilo Lejano Oeste.
–¿Este tipo de producción lo remonta a sus primeros años como actor?
–Sí, por supuesto. Sé a lo que se refiere: me encantan los westerns. Amo esa época, y me siento muy cómodo en ella. Me encanta mirarlos, me encantaba hacerlos cuando era más joven y hace tiempo que no hago un western. En realidad, justo antes de éste, gracias a que me dio el tiempo, hice un western, una verdadera película del oeste, de fines de siglo, que se llama Bone Tomahawk, escrita por S. Craig Zahler. El guión es muy bueno, y también divertido. En realidad, la idea era hacerla un par de años atrás, pero del modo en que se dio todo, estoy haciendo dos westerns seguidos. Lo cual es fantástico, me encanta esa época. Siento que podría hacer esto por mucho, mucho tiempo. A lo largo de mi carrera siempre hice cosas diferentes, y ahora siento todo lo contrario. No quiero hacer algo distinto, me siento cómodo. Pero, si miro hacia atrás, sí me hace recordar viejos tiempos.
–Es interesante que se sienta cómodo. Los demás actores han comentado que Quentin no quiere que se sientan cómodos...
–Bueno, yo vivo ahí nomás, en las afueras de Aspen, así que para mí es cómodo el hecho de estar aquí en Colorado, de estar pisoteando la nieve. Sin embargo, no es lo importante: uno hace lo que hace como actor. La realidad es que creo que todos los actores deberían tener la oportunidad de trabajar con Quentin, con su material, con sus actores, con su mundo. Yo me siento sumamente afortunado. Lo logré. No tengo que traducir nada. Ya estoy abordo, por supuesto, pero sobre todo no estoy confundido, o cuestionándome o preguntándome si, o intentando encontrar... lo tengo justo ahí. Me parece que para mí está claro. Tal vez lo importante sea que compartimos el mismo sentido del humor.
–¿Cómo se siente trabajar con una cámara de 70mm?
–Me preguntaba si iba a haber alguna diferencia, pero no noté ninguna. Ver los crudos es divertido porque ves la pantalla gigante y amplia, y el escenario es más grande. Sí es cierto que se ve más. En cuanto al público, le da la posibilidad de mirar hacia todos lados, cuando quiera. Eso es lo interesante de su dirección, que permite hacer eso y al mismo tiempo, a veces, te informa hacia dónde mirar. Puedes ver muchísimo más. En cuanto a trabajar con este formato... no lo sé.
–¿Entonces no lo remonta a los sesenta?
–(Risas.) ¡Lo único que se necesita es mirar la película! Es como “Sí, eso se ve bien”.
–Es irónico, porque el equipamiento es enorme, pero la historia es una de las más “pequeñas” de Tarantino. En cierto modo es como Perros de la calle.
–Sí, es puro personaje, y una vez que estás en lo de Minnie, principalmente estás en un ambiente. Pero es grande, y la gente que está allí también. Creo que lo que más disfrutamos como actores, trabajando juntos, es encontrar en forma natural los cambios en los tonos, que coincidan con lo que uno está diciendo. Van a reírse. Pero también van a pensar: “¡Oh! ¡Esto es una broma!”. Es puro Quentin. A mí me encanta eso. No sé a quién no.
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