Jue 14.09.2006
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UNA CHARLA SOBRE HECTOR OESTERHELD

“Reivindicarlo es también reivindicar nuestra historia”

En una charla ante el repleto auditorio de la Biblioteca Nacional, Guillermo Saccomanno analizó al autor de El Eternauta.

› Por Angel Berlanga

“A Oesterheld le hubiera gustado escuchar justo acá, en la Biblioteca Nacional, estas reflexiones que nosotros, sus pibes lectores del pasado, sus comentadores del presente, le brindamos como reivindicación.”

Guillermo Saccomanno anda cerca de cumplir los sesenta y ya es abuelo, pero en ese tramo de la conferencia que dio el martes sobre el estoico autor de El Eternauta pareció rejuvenecer unos añitos, y eso que aparenta menos edad de la que tiene. “Intensidad”: ésa es la palabra que a su lado utilizó el poeta y crítico Guillermo Saavedra, moderador del encuentro, para referirse al texto sobre la obra y la vida y la muerte de Héctor Germán Oesterheld, guionista de historietas, secuestrado y asesinado junto a sus cuatro hijas por la última dictadura militar. “Un creador que supo traer a primer plano los estilemas de una cultura tabicada, transformando un género ‘menor’, por popular, en un objeto de culto, ‘prestigiante’”, destacó Saccomanno.

La intensidad a la que refería Saavedra deviene de lo que implicó su abordaje en general de los años ’70 en la Argentina, pero también, y en particular, del papel jugado por Oesterheld como artista y como militante, y de la contundencia de algunas definiciones de Saccomanno. “A veces, en su lectura, por un instante nos hace sentir que estamos a la altura de nuestros sueños y esperanzas de cuando lo leíamos de pibes”, dijo el autor de El buen dolor y Bajo bandera. “Cuando reivindicamos a Oesterheld reivindicamos nuestra historia personal y también un modo de leer la vida, la literatura y la historia nacional.” ¿Un poco más de contundencia? “Si el Martín Fierro, un poema criollo y popular, pudo plantarse como la gran novela fundante de nuestra literatura, por qué no tirar de la cuerda y afirmar lo mismo de esta historieta que se llamó El Eternauta”, postuló.

Oesterheld, un escritor de aventuras. Así tituló Saccomanno a su conferencia, la séptima del ciclo “La literatura argentina por escritores argentinos”, que coordina Sylvia Iparraguirre y se realiza cada dos martes en la Biblioteca Nacional. En primera fila estaba Elsa Sánchez, viuda del guionista; en segunda, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; dispersos entre la concurrencia, los narradores Antonio Dal Masetto, Eduardo Belgrano Rawson y Ernesto Mallo. En un vértice de la sala, Miguel Rep oyó cómo formaba parte del texto: él fue quien descubrió treinta años atrás, marcadas sobre la alfombra de la redacción de la Editorial Record, unas huellas de barro dejadas por Oesterheld antes de que lo secuestraran. “Esas pisadas –contó Saccomanno– venían a sugerirnos que el Viejo andaba en algo. Misterioso, se lo veía en el último tiempo. Quienes llegaban temprano algunas veces lo encontraron dormido sobre un escritorio, señal de que había pasado la noche en la editorial; no era sólo que no tenía donde dormir. Andaba escapando. Y ahora, con su ausencia, esas pisadas venían a confirmarnos un presentimiento negro. Más tarde lo supimos: se lo habían chupado.”

El recorrido que trazó Saccomanno reunió el análisis de los personajes más importantes creados por Oesterheld –Mort Cinder, Ernie Pike, Sherlock Time, Sargento Kirk–, su concepción del oficio y su conciencia en cuanto a la llegada al lector, el rescate de tramos de entrevistas hechas en los ’70 a él y al dibujante Alberto Breccia, las líneas argumentales centrales de El Eternauta y el carácter premonitorio de la tira, el interés y/o la admiración por su obra de autores como Feinmann, Sasturain, Fresán, De Santis, Soriano o Briante. “Los analistas de fenómenos de cultura popular lo citan fervorosamente, los adultos recuerdan con añoranza aquella dorada época de Misterix y Hora Cero, los más jóvenes lo descubren siempre nuevo y fresco en sus guiones”, dijo Saccomanno. Algo más adelante, al referirse a sus trabajos para Noticias y El Descamisado, medios de Montoneros, dijo que para entonces no cabía duda de su compromiso con la izquierda peronista. “Como suele suceder cuando el arte se subordina a una bajada de línea, ésta es la parte más endeble de su producción”, agregó, y en seguida se preguntó si fue el amor por la aventura lo que decidió a Oesterheld por la militancia que eligió. “Pienso en el Che. Y en su muerte en Bolivia. Lo sé: desde acá, desde hoy, resulta fácil juzgar. Pero antes que juzgar prefiero seguir haciéndome preguntas. ¿Cómo fue que Oesterheld, un lector sagaz, agudísimo, no leyó el aventurerismo político de la militarista cúpula montonera? La pregunta consterna.”

“Mientras escribo estas reflexiones sobre él –prosiguió– me doy cuenta de que, con sus redundancias y ripios, este texto, más que a un homenaje, aspira a una autobiografía intelectual. La mía, sí, pero también, en buena medida, de mi generación. Esa categoría, con su practicidad teórica, me resultó siempre sospechosa. Oesterheld pertenece a la misma generación que Borges y Sabato, pero eso no los iguala”, señaló. “No aplaudió los sucesivos genocidios practicados por los militares, no festejó a Videla ni almorzó con él. En todo caso, quiero precisarlo, cuando digo mi generación quiero decir aquellos que éramos jóvenes y no tanto y que en los años ’70 pretendíamos cambiar la sociedad, hacerla más justa. Si había una coincidencia general, ésa era la construcción del socialismo. Si había una discusión era el cómo. Y se centraba en la viabilidad de la lucha armada. Se dirá que éramos intolerantes. No lo negaré. Pero, ¿qué significaba ser democrático cuando uno se educaba bajo el autoritarismo y las botas?”

Sobre el final, Saccomanno dialogó con Saavedra y contestó algunas preguntas del público. En esas instancias señaló que Carlos Trillo es en la actualidad el guionista argentino más valioso y de imaginación más fértil, y que la reconfiguración que hizo Oesterheld con sus historietas, al ambientarlas en escenarios familiares y al construir héroes que no eran indestructibles, fue vital dentro de la historia del género. “Yo nunca estuve de acuerdo con la lucha armada, pero hubo una época de fascinación por los fierros”, dijo al final Saccomanno. “Insisto con que hubo una sociedad que no tuvo una continuidad democrática y se formó bajo las botas, lo que generó ese espíritu de rebeldía. Y no es una autocrítica, porque no necesito hacerla respecto a, por ejemplo, Onganía. Tampoco quiero caer en la teoría de los dos demonios, porque es tramposa. Lo interesante de los grandes escritores, como Oesterheld, es que los interrogantes que plantearon en su momento se prolongan a través del tiempo. Yo creo que éste es el hallazgo de su obra.”

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