OPINION
› Por Damián Cukierkorn *
En 2004 me propuse hacer una película con las personas que viajaron para participar en la Homeless World Cup. Seguí todo el proceso del equipo argentino, desde la primera reunión hasta su viaje a Rothemburgo (Suecia), y me encontré con unos pibes que iban al primer mundo con la idea de traerse una copa, pero también con ganas de que esos días fueran el principio de una vida un poco mejor. La idea del mundial es permitir que las personas que están en situación de calle puedan acercarse a otros sectores de la sociedad, una manera de generar conciencia, porque en la mayoría de los casos uno se da cuenta de que los que juegan necesitan sólo una oportunidad. Yo me encontré grabando, por ejemplo, a un tipo que era igual a Sorin, pero había tenido mala suerte en la vida. Me sorprendía ver a esos tipos que dormían en la calle levantarse a correr todas las mañanas, aun con tres grados bajo cero. Ellos precisan un desafío que les levante el ego, porque lo primero que la calle quita es la autoestima. Y me quedó muy claro que los ladrones no viven en la calle. Los que están en la vía son gente ante todo honesta. En todo caso está ahí porque prefirió pasar hambre que robar.
* Director de La otra copa, de próximo estreno.
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