OPINIóN
› Por Guillermo Heras *
Reflexionar sobre mi trabajo de dirección a partir de la excelente narración de Tabucchi a través de la sensible mirada interpretativa de Mísia, es constatar el hecho de haber desarrollado una aventura escénica desde el placer y el reconocimiento. Hace apenas tres años, cuando empezamos a concretar la propuesta, yo era solo un admirador de la gran cantante. Después de este largo trabajo artesanal que hemos realizado en diversos encuentros, entre Lisboa y Madrid, aseguro que ahora soy un rendido admirador de la actriz Mísia.
Sin duda su talento actoral es intuitivo, pero su larga trayectoria sobre los escenarios de todo el mundo, a través de sus recitales, han hecho que tenga un olfato especial para cuestiones tan importantes en la construcción de un personaje como son los diferentes estados de ánimo, el rimo dramático interior para transitarlos, o lo que Brecht llamaba “el gestus”. Pero también la diferencia sustancial de saber cómo cantar para un concierto es diferente a hacerlo desde la especificidad teatral. Así, de un modo muy artesanal, hemos construido la vida escénica de un personaje tan complejo y entrañable como la Giosefine del relato tabucchiano.
En este trabajo teatral en equipo que hemos realizado, la importancia que me ha guiado como director, y más acudiendo a mi memoria emotiva de cuando dirijo óperas o hago dramaturgias para danza contemporánea, es la lección que aprendí de mi gran maestra, Pina Bausch: en escena hay que hablar no solo con la voz sino también con el cuerpo. La travesía creativa con Mísia, hasta llegar a este estreno absoluto en el Teatro Regio, ha sido para mí otra lección de aprendizaje, desarrollada en una constante complicidad de deseos mutuos y amor por el teatro.
* Director de Giosefine.
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