CINE/TELEVISION > SE CUMPLEN HOY CINCUENTA AñOS DE LA PRIMERA EMISIóN DE STAR TREK
Hija de los difíciles años 60, la creación de Gene Roddenberry supo aunar inteligencia, madurez y atrevimiento. Fueron seis series, con casi 750 episodios en total, y once películas en base al canon original, más tres films, el último de los cuales se estrena hoy.
› Por Gloria Guerrero
En 1966, el 8 de septiembre también fue un jueves. A la hora de la cena, una desconcertada teleplatea norteamericana se subió por primera vez a la USS Enterprise para una aventura interestelar que prometía una “misión de cinco años”; algunos meses después, sin embargo, el programa estuvo a punto de ser eyectado prematuramente de la pantalla debido a la “tiranía del rating”. A la aún incipiente base de fans de Star Trek le importaban tan poco los números como al señor Spock la inmanejable independencia de sus arcos superciliares: luego de una campaña que no tiene precedentes en la historia de la televisión, mediante toneladas y toneladas de cartas, una multitud reclamó a la cadena NBC que mantuviera la serie en su grilla. La NBC no tuvo otra opción que acceder, si bien cambió el día y el horario del envío (lo enchufó los viernes y más tarde, a contramano del público más joven); también se redujo el presupuesto de producción. Al creador Gene Roddenberry (1921-1991), guionista, ideólogo, visionario, le saltó la térmica y terminó enfermo, aun así, continuó colaborando como consultor y supervisor de Star Trek hasta que sus cenizas fueron lanzadas al espacio.
Medio siglo después, nos contempla la friolera de seis series (en la jerga: TOS, TAS, TNG, DS9, VOY y ENT, casi 750 episodios en total) y once películas en base al canon original (nótese que las que llevan números pares son mejores que las impares), amén de los otros tres films que, desde 2009, existen en un “nuevo universo” trekker, resistido por la vieja afición y situado en una realidad alternativa, una realidad cuántica que transcurriría en paralelo (la misma que solía darle “dolores de cabeza” a la capitana Janeway de VOY). Quienes tuvieron ganas de hacer cuentas encontraron que se requeriría de casi un mes completo de la vida de quien –sin comer, dormir, ni levantarse para ir al baño– pretendiera ver toda la franquicia Star Trek de un tirón.
Miles de cómics y novelas y muñequitos y navecitas y juegos y parodias en YouTube. Cientos y cientos de convenciones, todos los años, en todo rincón del planeta. Decenas de fanfilms independientes, hechos con dos mangos o con miles de dólares. Disfraces y prótesis klingon, prótesis ferengis, prótesis Borg. Infinidad de réquiems a los “red shirts” (si ves un tripulante con uniforme rojo en una misión que se teletransporta a la superficie de un planeta, ya sabés que ese pobre santo va a palmar). Cientos de miles de referencias en la cultura popular de Occidente (lo de The Big Bang Theory era previsible, pero encontrar a un nene que hablaba klingon en el Daddy Day Care de Eddie Murphy fue como mucho)… Y el gobierno de Canadá imprimió un billete de cinco dólares con la efigie de Spock.
Hija de los difíciles años 60, Star Trek supo aunar inteligencia, madurez y atrevimiento. Una oficial de comunicaciones mujer… ¡y negra!; un timonel japonés, un piloto ruso y un ingeniero escocés fueron un dream-team impensable para su época; nada de eso resultaba poco, considerando que el Primer Oficial de la Enterprise era sólo medio humano, tenía orejas de duende y no había nacido en este planeta. Para no dejar dudas, Star Trek llegó a tener un capitán negro (DS9); una capitana mujer asistida por un vulcano negro y por un descendiente de las tribus originarias de los Estados Unidos (VOY) y, como jefe de Seguridad y oficial táctico en jefe, a un bestial y entrañable exenemigo klingon (TNG, DS9).
No es cierto que Kirk haya dicho alguna vez: “Beam me up, Scotty”, sí es cierto que el señor Spock era capaz de reírse a carcajadas y también es cierto que la primera e histórica vez en que pudo verse un beso interracial por televisión fue el 22 de noviembre de 1968, durante el episodio “Plato’s Stepchildren”. También es cierto que Kirk nunca se despeinó… y lo mismo vale para el capitán Picard; lamentablemente, la franquicia dejó en claro que en el siglo 24 aún no pudo descubrirse el remedio contra la calvicie.
Faltan 47 años para que se produzca el Primer Contacto entre una humanidad devastada por la Tercera Guerra Mundial y un grupo de vulcanos con buena onda, celebración que todos los trekkers disfrutan todos los 5 de abril.
Faltan 117 años para que nazca el capitán Kirk en Riverside, Estados Unidos, planeta Tierra; y 114 años para que nazca el señor Spock en ShiKahr, planeta Vulcano.
Faltan 363 años para que Kathryn Janeway asuma como vicealmiranta de la Flota Estelar; diez años antes, el capitán Benjamín Sisko se habrá encontrado por primera vez con la Kai Opaka.
Y, fundamentalmente, todavía faltan 145 años para que se establezca la Federación Unida de Planetas, la república interestelar situada en el Cuadrante Alfa (el nuestro), instaurada gracias a los esfuerzos de los habitantes de la United Earth (Tierra Unida), más los vulcanos, los andorianos y los tellaritas.
Por cierto, faltan sólo 144 años para que se concrete la unificación de todos los países de la Tierra en la Tierra Unida, sólo siete años después de aquel Primer Contacto. Es que algunas grandes decisiones necesitan de un empujoncito.
El de Star Trek es el mayor fandom de la historia de la Tierra Unida, y es más antiguo –por lejos– que el de sus primos waris (los fans de Star Wars). La discusión más relevante entre ambos bandos (“irrelevante”, dirían los Borg) consiste en que Star Wars es una saga de “ficción”, mientras que Star Trek es legítima “ciencia-ficción”.
Algún día iba a haber un artefacto con tapita que comunicara a una persona con otras (Star Trek lo imaginó en 1966; Motorola se avivó un cuarto de siglo después); algún día habría un traductor universal (UT) entre diferentes razas, ahora ya existe. Algún día habrían tablets como la del teniente comandante Geordi La Forge (TNG, 1987-1994); el dispositivo se llamaba PADDs: Personal Access Data Devices y Geordi lo usaba para sus trabajos en el área de Ingeniería; otros tripulantes tenían tablets similares para escuchar música o ver videos… hace casi treinta años. Los tricorders (pequeños escáners) que en 1966 pergeñó la serie original hoy no llaman la atención de nadie; en 2012, en la Universidad McMaster de Ontario, se contruyó un prototipo chiquito para escanear campos magnéticos y otras interferencias.
TNG inventó el intercomunicador como pin, abrochado a las pecheras de los uniformes: ahora la empresa Vocera, de California, creó un dispositivo similar que se prende a las camisas y que se está utilizando para el personal de los hospitales. La “voz de la computadora” de la Enterprise (a cargo de Majel Rodenberry, esposa del creador de Star Trek) es, qué duda cabe, la “Siri” de Apple. Los artefactos rarísimos del consultorio del doctor McCoy son los resonadores magnéticos de hoy; su “hypospray” (jeringa de inyecciones sin aguja) tardó un montón en concretarse, pero ya existe: el MIT inventó un aparato similar que suministra la droga a velocidades mayores de 340 m/s, en menos de un milisegundo.
Y la NASA indicó que la velocidad warp es teóricamente posible.
Y, en cuanto a la teleportación… desde 2005 se sabe, gracias a los experimentos debajo del río Danubio –y a otros similares en España y Canadá–, que hay mucho trabajo por seguir, todavía, cincuenta años después. Pero ya va. Y Roddenberry sonríe.
Mientras tanto, los Borg y su colmena angurrienta seguirán intentando asimilar todas las civilizaciones y culturas existentes, para su propio provecho. Y el capitán Picard, con los ojos en llamas, trazará la línea: “¡Hasta aquí, ni un centímetro más!”. Y el señor Spock levantará aquella ceja suya, inmanejable, y susurrará: “Fascinating!”, durante muchos otros cincuenta años más.
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