Vie 17.11.2006
espectaculos

ENTREVISTA AL TEATRISTA Y MUSICO CAMILO PARODI

“Armando Discépolo me obsesiona”

El autor y director explica por qué eligió hacer Proyecto Stéfano, la obra que está presentando en el teatro Andamio 90.

› Por Hilda Cabrera

De esas preguntas que “uno se hace en algún momento de su vida” nació para Camilo Parodi Proyecto Stéfano, espectáculo que permitió a este músico, actor, director y autor reconocer como propio un período fundamental del teatro argentino. “No sabía qué camino tomar, necesitaba ordenar mi pensamiento y empecé preguntándome cómo se actúa y se escribe, cómo se hace teatro o se compone una canción en países como el nuestro, donde hay pobreza y hambre”, dice este artista, refiriéndose al estado anímico que precedió a su decisión de llevar a escena Stéfano, de Armando Discépolo (1887-1971). Aquella inquietud lo condujo a las fuentes de nuestro teatro y fue así que –hace ya un año y medio– comenzó a indagar sobre el circo criollo, el sainete y el grotesco criollo, sobre la personalidad artística de Discépolo y esta obra que –opina– define al género.

–¿Qué descubrió, básicamente?

–Me pasó algo fuerte: la relacioné con nuestra identidad teatral y con la historia del país. El personaje es un músico napolitano que llega a la Argentina ilusionado con “hacer la América” y componer una gran ópera, pero fracasa. Y no podía ser de otra manera, porque su sueño era desmesurado y la política liberal que se aplicaba entonces al fenómeno inmigratorio no contemplaba casos como el suyo. Otra obra que me entusiasmaba poner en escena era El organito, que Armando escribió con su hermano Enrique Santos, pero después elegí ésta. Discépolo es un autor inmenso: me obsesiona.

–Es cierto que no pocos autores argentinos develaron las penas de los inmigrantes, pero ¿cuál es hoy su percepción?

–Siento que aquellos fracasos han influido en nuestras actitudes. Esa gente vivía sostenida por promesas y sueños que eran finalmente irrealidades. Debía enfrentar situaciones para las que no encontraba salida, y tampoco tenía a quién recurrir.

–Stéfano, al menos, puede reflexionar sobre su vida. ¿Influyó en la elección de esta pieza el hecho de que el personaje central fuera músico y tuviera ambiciones artísticas?

–No lo sé exactamente, quizá sí. Este hombre toma conciencia de una cruda realidad. Es trombonista en una orquesta y sus pulmones no son ya los de su juventud. Se da cuenta de que los años pasaron y que también pasó su vida sin haber alcanzado lo que alguna vez se propuso. Se le acabó el tiempo y no tiene un espacio. Por eso muere.

–¿La muerte es una presencia necesaria en nuestro grotesco?

–En estas obras hay siempre una muerte, simbólica o real. Y ¡qué extraño!, siento que de ahí partimos los argentinos. Por eso, creo, somos así como somos, grotescos, algo que es mucho más que una combinación de risa y llanto.

–¿No es entonces un recurso dramático?

–Para mí es la combinación de imposibles, de situaciones que a uno le parece que no podrían cohabitar nunca y sin embargo coexisten. Nosotros mismos estamos viviendo hoy entre imposibles. ¿Cómo entenderlo? Cuando comencé a investigar esto, lo percibí con fuerza y me emocioné tanto que me puse a trabajar obsesivamente con el elenco.

–¿Por qué utiliza la palabra “proyecto”?

–Porque el grotesco criollo es más que un género teatral, es un documento histórico que refleja, entre otras cosas, el fracaso de un proyecto político. Pero la obra es, esencialmente, Stéfano, de Discépolo.

–¿Cómo se lleva con el canto?

–Mal. Cuando canté, canté mis canciones, porque no había quién las cantara. No es algo que me movilice. A mí me cambia el color cuando subo al escenario como actor, o cuando escribo o estoy dirigiendo una obra.

–¿Cuál será la próxima?

–Estoy metido en un proyecto que me apasiona. Trabajamos con Violeta (Zorrilla) y con el director Sebastián Vila sobre una obra del dramaturgo chileno Egon Wolff. Una maravilla: se llama Flores de papel y pensamos estrenarla en Buenos Aires. Tanto Sebastián como Violeta y yo nos entusiasmamos con este autor a partir de nuestras clases en el Celcit, donde somos alumnos de Juan Carlos Gené. Estudiamos allí desde hace dos años. Lo bien lindo del Celcit es que conocemos a gente de toda Latinoamérica y que el entrenamiento con Juan es valiosísimo: una de las mejores cosas que me pasaron en la vida. Flores de papel fue escrita en 1970, pero es muy actual. El tema es la pobreza.

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