La costurera peligrosa
Fue una costurera sometida a los pedidos incesantes de un marido postrado (Enrique Pinti). Toleró la infidelidad, el abuso, el maltrato; se opacó como obrera textil en el corazón de la explotación de proveedores. Se llamó Ema y aprendió a vivir esa no vida, repartida entre el quehacer doméstico y la rutina de tiempo completo en el taller de la casa. No es de los capítulos que elegiría para un rescate a la hora del balance de fin de año. Prefiere los términos complejos, los dilemas de la contradicción y el desamparo antes que el mero devenir represión/explosión que allí se vio. De mujer en estado crítico a violenta incendiaria: así se la vio esa vez. Lo nuevo de este año fue la cercanía de sus mujeres con la muerte, ya sea en el caso de la suicida de Sarah Kane o en las asesinas de Mujeres, un paso más allá de las excéntricas de antaño, sin margen para la comedia. “El clima se iría haciendo asfixiante”, dice. El desenlace trágico respetó la constante de la saga del programa. Pero Leonor Manso no repite el mohín. Siempre hay novedad.
La hermana más posesiva
Quiso jugar y agregarle cositas. La indujo a una sexualidad ambigua; amplió el trazo perturbador del guión hasta sugerir la relación incestuosa con el hermano (Gabriel Goity), haciendo de la cuñada (Emilia Mazer) una tercera en discordia. Así abordó cada ficción, en interacción directa y a la par con el director. “Era una relación compleja”, recuerda. Otra vez, en el origen hubo un asalto. De allí, la dependencia económica del hermano: un comienzo trivialmente cotidiano que anticipaba la confrontación directa. Otra vez, la realidad iba perdiendo estatuto en la medida en que avanzaba la locura. La TV acepta, de su mano, a la tragedia. “No es nuevo”, enfatiza Manso. “Ya lo hacíamos en Vulnerables.” Ella sabe volver ambiguos los vínculos. “Los hermanos mantienen una relación muy afectuosa, los une el trágico pasado familiar.” El desenlace sería inminente. La dificultad era que los rasgos de una loca no se le pegaran a la siguiente. La manera de lograrlo fue apelar a la emoción a primera vista. “Lo que sale lo tiro, y que sea el director el que decida.”
La madre de pesadillas
La relación entre madre e hija era de por sí hostil, pero la crisis se profundizó cuando la vecina (Dora Baret) comenzó a entrometerse en la relación y en la convivencia. El clima se volvía asfixiante para Mónica (Malena Solda), que ya no soportaba los constantes reclamos e intromisiones de las dos mujeres. Otra vez, se anticipaba un final trágico, sólo que –en este capítulo– la Manso tuvo el respiro que da no ser la víctima o el victimario; sólo un testigo activo en el cuadro de situación: la que moriría es la vecina. “Mi personaje ni mataba ni la mataban”, dice. “Es una madre de las siniestras; no sé si siniestra, en realidad es una madre. La chica, Malenita, está cansada de que la otra escuche la tele a todo lo que da.” Al leer “que escuche la tele” volvió a aparecer una actriz activa en la composición y el delineado de la trama. Entendió que “hoy la gente tiene demasiado incorporada la TV, y ya no se irrita. A cambio, le pedí a Lecchi que se tratase de una cantante de ópera”. Así se hizo: en el capítulo, se vio a una cantante de ópera.
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