Lun 20.11.2006
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LA VIDA LIQUIDA SEGUN ZYGMUNT BAUMAN

“Hoy todo es más fácil de desmantelar y recomponer”

A través de una videoconferencia, el pensador polaco planteó que la sociología sólo tiene sentido si le habla al hombre común y le da pautas para solucionar sus problemas.

› Por Silvina Friera

Todos se acomodan rápidamente en sus sillas para no perder el lugar ni quedar condenados a ser el furgón de cola de los que terminan parados. En la pantalla del Espacio Fundación Telefónica aparece un señor muy alto y delgado que habla con sencillez y elegancia de nuestras contradicciones y de las tensiones que se generan cuando los humanos nos relacionamos como consumidores, pero sin ofrecer teorías y sistemas definitivos, acaso porque, como lo dijo Lewis Carroll, “hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio”. Eligió la sociología convencido de que podía cambiar al mundo, y aunque esta pasión juvenil quizá se haya debilitado, no se ha extinguido. En todo caso, se ha reciclado. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman empezó a ser reconocido por un público más amplio en la década del ’90, cuando publicó Modernidad líquida, un ensayo con el que consiguió que muchos citaran conceptos o ideas del libro sin siquiera haberlo leído. Gracias a esta “Biblia de la posmodernidad”, los lectores pudieron confirmar algo que ya intuían o sabían: la sociedad “moderna líquida” es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinada. Los objetos tienen fecha de caducidad y son obsoletos antes de que exista la opción de conocerlos. La vida se torna precaria, frágil e incierta. “Debo decir que no tengo el don de la profecía y he aprendido, por vivir más de 80 años, a sorprenderme constantemente con los cambios, por lo que me resultaría difícil decir qué va a pasar de aquí a veinte años”, dijo Bauman en la videoconferencia –auspiciada por el Instituto de Investigaciones Gino Germani– en la que presentó su último libro, Vida Líquida (Paidós), junto con la periodista Ivana Costa.

Bauman nació en Polonia, en 1925, en una humilde familia judía con la que emigró a la Unión Soviética tras la ocupación nazi. Allí se enroló más tarde en un cuerpo de voluntarios polacos para luchar contra las fuerzas de Hitler. Finalmente, cuando regresó a Varsovia, su sueño era estudiar física. Pero ante la destrucción de su tierra natal, Bauman decidió ocuparse de los “agujeros negros” del país y “del big bang de su resurrección”, optando por la sociología. Fue profesor en la Universidad de Varsovia hasta que con motivo de una campaña antisemita emigró al Reino Unido en donde aún vive. “Gramsci ejerció influencia en mí porque veía la sociedad con una mentalidad viva, y esto exigía una constante reinterpretación, confrontación y diálogo entre distintas vertientes –señaló Bauman–. El espacio para el pensamiento crítico fue la corriente más convincente para mí y para mi generación.” El sociólogo polaco contó que la presión que ejercía el marxismo durante su formación “me orientó hacia el eclecticismo y terminé convirtiéndome, por necesidad, en un ecléctico del pensamiento”.

El autor de Vida líquida se refirió a dos tipos de comprensiones distintas del rol de la sociología: una “gerencial” y la otra basada en el diálogo. “En toda sociedad siempre hay áreas que tienen a su cargo la tarea de dirigir y organizar conductas. Justamente la sociología dominante en los círculos académicos estaba supeditada a esta visión de tipo más gerencial. Los sociólogos de la modernidad alimentaban a sus burocracias y ofrecían un modelo o pauta de gobernabilidad o de democracia”, explicó Bauman. “Pero la sociología que se basa en el diálogo, en el intercambio, en un proceso de enseñanza-aprendizaje, parte de premisas determinadas y llega a conclusiones, siempre teniendo en cuenta ese proceso de aprendizaje mutuo y de diálogo.” Para Bauman, la sociología sólo tiene sentido si le habla al hombre común y le da pautas para solucionar los problemas. “La sociología gerencial buscaba corregir; la sociología que yo defiendo o represento está lejos de tener una actitud correctiva: está más cerca de una conversación, de un diálogo”, comparó.

Sobre su caballito de batalla, el concepto de modernidad líquida, Bauman aclaró que no busca establecer ningún tipo de predicción sino que se propone constatar y demostrar la fluidez de la vida actual. “Las antiguas estructuras se derrumban, todo se vuelve ad hoc y más puntual, todo se hace mucho más fácil de desmantelar y de recomponer”, señaló el sociólogo. “Pensemos que sólo hace falta apretar una tecla para conectarse o desconectarse con una persona que está en el otro extremo del mundo y esto fragiliza la sociedad y hace que la existencia se vuelva más endeble”, subrayó el autor de Sociología para la vida de todos los días, Vidas desperdiciadas y Modernidad y Holocausto, entre otros títulos. “El capitalismo no busca fundir las estructuras sólidas del pasado sino que considera que esas antiguas estructuras no son lo suficientemente sólidas y entonces trata de reemplazarlas por otras que aparentan ser más resistentes. Pero sabemos que probablemente nunca llegaremos a una situación en la que logremos la plena satisfacción de los deseos porque las nuevas formas de nuestro tiempo no tienen solidez y tienden a seguir un flujo constante.”

“La sociedad de consumo nos hace promesas a través de la televisión, los avisos, los diarios y las publicidades, y nos dice que nuestros deseos van a ser gratificados. Pero si uno mira la situación un poco más de cerca, se da cuenta de que si nuestros deseos pudieran ser satisfechos, la sociedad de consumo y la sociedad capitalista tal como la conocemos quizás se vendrían abajo”, sugirió Bauman. Si lo que impera es la velocidad del aquí y ahora, la vida como una serie, posiblemente infinita, de nuevos comienzos, ¿la posmodernidad sería el reino del relativismo cultural? Bauman planteó que para las personas comunes el relativismo no representa ningún problema. “La cuestión crucial es cómo hacemos para vivir en paz con las diversidades de lengua, de religiones, con las diferencias. Nuestros abuelos tenían esa visión ideal de que estas diferencias eran temporarias, y que con el tiempo todos íbamos a tender a igualarnos. Hoy sabemos que no es así. Cuanto mayor es la globalización, mayores son las dificultades a las que nos enfrentamos. La tarea más difícil es aprender a vivir con todas estas diferencias que se nos presentan.”

Respecto de su último libro, utilizó una imagen para explicar cómo se posiciona ante estos ensayos. “Es como una persona que entra a una habitación que ya conoce, pero entra por otras puertas, y esas puertas que uso son las perspectivas del amor, las relaciones, el temor y la ansiedad”, admitió el autor. “Hoy todos experimentamos alguna forma de ansiedad, aunque no sabemos exactamente de dónde viene porque las cosas parecen ser difusas.” Si la vida líquida es una vida devoradora, como diagnostica Bauman, ¿estarán él y sus libros también condenados a ser objetos de consumo cultural con una limitada esperanza de vida útil?

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