HOMENAJE EN EL MARCO DE LA FERIA DEL LIBRO
Juan Carlos Baglietto, Palo Pandolfo y Horacio Fontova, entre otros, festejaron los 40 años del rock nacional, ante unos 20 mil jóvenes.
› Por Silvina Friera
Desde La Habana
Los jóvenes cubanos llegaban a la Tribuna Antiimperialista de La Habana con remeras de Bob Marley, Ramones, Sex Pistols, Iron Maiden, Pantera, Marilyn Manson, el Che. Algunas chicas, pocas, estaban con sus celulares mandando mensajes de texto. La noche fresca, con olor a tierra mojada, viento y lloviznas intermitentes, no impedía que cada uno estuviera con su propia partitura musical en la cabeza o una coreografía en el cuerpo. El Homenaje a los 40 años del rock argentino, organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación, estaba por empezar, pero de fondo se escuchaba a Aerosmith, y un negro de remera roja, parecido a Ronaldinho, arengaba a sus amigos moviendo las caderas y las piernas como si estuviera bailando salsa. Y claro, sonriendo como el jugador brasileño. Detrás del escenario se veía entrecortada la oficina de intereses norteamericanos. En la parte superior del edificio, un cartel electrónico transmitía breves noticias sobre los Estados Unidos, pero apenas se podían leer porque los cubanos construyeron una fortaleza con mástiles y banderas para contrarrestar al intruso Tío Sam. Cuando comenzó a cantar Juan Carlos Baglietto, se notaba el contraste cronológico entre esos jóvenes que esperaban escuchar rock, acaso algo que sonara más duro o ¿metálico?, más intenso. Quizá los destinatarios de las primeras canciones (“El témpano”, “La vida es una moneda”) eran los cubanos que rondaban los 40 o 50 años, pero que prácticamente no estaban entre el público.
Cuando apareció Palo Pandolfo, especialmente cuando hizo su versión metalera de “Pronta entrega”, de Virus, los chicos con remeras de Maiden, Pantera y Manson sacudían las melenas en señal de que simpatizaban con el código. En el sector “vip” de la Argentina, a metros del escenario, escuchaban el recital Miguel Bonasso, Tristán Bauer, Vicente Battista y Horacio González, entre otros. Justo cuando la lluvia se largó con toda la furia, se asomó Horacio Fontova cantando “Agua”, de Los Piojos, acompañado en coros por Hilda Lizarazu, Claudia Puyó y Liliana Vitale. No importaba; los cubanos no se hacen drama por casi nada, menos por unas gotitas de agua. Ellos van siempre “palante”. Se encendía, entonces, la sintonía fina entre los artistas y el público. “Esta canción está dedicada a la persona más peligrosa del planeta, Jorge W. Bush”, dijo el Negro, y los jóvenes chiflaron y agitaban paraguas, remeras o lo que tuvieran a mano. No estaban los jóvenes cubanos militantes en la tribuna; eran las tribus reggae, de metaleros, rockeras, pero a Bush, se sabe, no lo quiere nadie. Y el Negro se ganó la primera gran ovación de la noche, en el momento en que según los organizadores, había cerca de unas 20 mil personas.
Hilda Lizarazu arremetió con “Loco”, de Babasónicos, y con “Tres agujas”. Cuando la cantante comentó que la canción es de Fito Páez, uno de los músicos más queridos y conocidos por los cubanos, hubo gritos de aprobación. La segunda gran ovación, con una extraña mezcla de pogo y salsa entre argentinos y cubanos, se la llevó Pedro Aznar cuando cantó “Pensar en nada”, de León Gieco. La intensidad, el enganche, la conexión, que al principio era baja, aumentaba. David Lebón sorprendió con “Avellaneda Blues”, de Manal, y Claudia Puyó con “Himno de mi corazón”, de Miguel Abuelo. Y cuando regresó Baglietto con “Ji, ji, ji”, de Los Redonditos de Ricota, cubanos y argentinos deliraban. “Aguante los Redondos”, gritaban los más exaltados de la delegación argentina. La sorpresa: “Seminare”, cantada por Aznar y Lebón –sólo faltaban Charly y el recordado Oscar Moro para el reencuentro de Seru Giran–, vino bien para bajar los decibeles, que volvieron a subir cuando Baglietto hizo “Qué ves”, de Divididos. La excusa del concierto fue la presentación de Escuchame entre el ruido, 40 años de rock argentino, grabado y mezclado entre mayo y agosto de 2006 en la Argentina, cuya edición en La Habana (1000 cd) se vendía a 50 pesos cubanos (dos dólares). Anoche, en tanto, Pablo Milanés y Aznar cantaron un par de canciones en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Después del recital del sábado, los músicos argentinos, exultantes, estaban dispuestos a continuar la fiesta en un pub de La Habana. En una de las camionetas empezaron las dudas cuando Palo Pandolfo confesó que primero quería pasar por el hotel. En la escala en el Riviera, una mujer de la delegación se enojó cuando vio que la mayoría se bajaba: “Che, pero se fueron todos, son unos idiotas”. El chofer, paciente, esperaba. “El problema de los argentinos es que somos muchas individualidades que no se ponen de acuerdo”, se disculpó uno de los músicos. Hasta que volvieron a subir y optaron por rumbear hacia el pub. Pero el cansancio fue más fuerte y al final, David Lebón, Lito Vitale, Juan Carlos Baglietto, Liliana Vitale, Adrián Abonizio y Jorge Fandermole, entre otros, terminaron cenando sandwiches de jamón y queso, a las dos de la mañana, en el hotel Riviera. Si veinte años no es nada, los 40 que cumple rock se empiezan a sentir.
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