Mié 14.03.2007
espectaculos

QUIENES SON LOS USUARIOS LOCALES DE “SECOND LIFE”

Viaje al paraíso artificial

Allí donde personas reales viven otra vida a través de alter egos animados, ya existe una representación argentina que modifica con sus monumentos, estilos y consumo un mundo dominado por angloparlantes.

› Por Julián Gorodischer

Sólo el cybernauta Julián Paredes se hará presente en carne y hueso. De los otros usuarios argentinos, sólo se conocerá una existencia virtual: viven la utopía de una “segunda vida” en el sitio Second Life (SL), en la cual están siempre mejorados –se intuye–, empezando por la apariencia esbelta, las cinturas de avispa, formas sinuosas y con más músculo que grasa. SL queda en Internet y es la creación de la empresa Linden Lab, que habilitó una existencia más allá del chat y del videojuego donde se reproducen las funciones de la vida diaria: comprar, comer, divertirse, hacer amigos, tener sexo, en la piel de un alter ego animado que recibe el nombre de avatar y al cual se le puede asignar una apariencia y un nombre intercambiables. SL mide la extensión de una ciudad de Boston, Estados Unidos, íntegra, con hombres y mujeres fundantes de un mundo paralelo en el que abundan los casinos y el sexo casual, pero también cientos de microemprendimientos que se proyectan al futuro, cuando la equivalencia entre los Linden dollars y el dólar real trascienda al monitor y garantice un buen pasar.

Moneda propia, islas parecidas a las Bahamas, un Monumento a la Bandera, una ciudad de San Francisco, un negocio de ropa palermitano, una playa nudista, el Obelisco en construcción a escala real: las imágenes se suceden en esta travesía que persigue a los visitantes y residentes argentinos de paraísos artificiales para navegar con el mouse.

Se pide a Julián Paredes, desde un bar céntrico con wi fi, entrar allí para conocer a los criollos con avatar propio..., a ver qué hacen, cómo viven, cómo y por qué pelean por el uso del castellano no neutro y la construcción de monumentos emblemáticos de un sur no tan ausente desde que ellos llegaron. Si Paredes (especialista en programación), junto al periodista Pablo Mancini, militan por la inclusión de tópicos argentinos en SL, es para pelear espacios de poder y presencia física en un mundo mayoritariamente angloparlante y con referencias ligadas al Hemisferio Norte. “Es como Internet en 1995, puro inglés –define Julián Paredes–. En SL no tenías la remera de tu club. No había representación de nuestra cultura. Ahora, si querés hacer una remera con la cara del Che Guevara, decí qué producto querés hacer y en cuánto tiempo. Ya tenemos el Monumento a la Bandera, y uno se puede teletransportar a ese lugar.” La presencia argentina se nuclea en torno de la llamada Argentonia, estructura de edificio hacia el cielo en el que, por el momento, se puede recorrer una muestra plástica o visitar el Monumento a la Bandera en las alturas. “La web era una cosa y la vida era otra –dice el cyberoptimista Paredes–; ahora son más o menos lo mismo. La web intentaba emular a un libro; esto es una Internet donde realmente ves a la gente.”

Vida paralela

Julián Watts (el avatar de Paredes) se fue de fiesta, un fin de semana cualquiera, a una discoteca de Berlín. Le costó entrar, porque los patovicas de la puerta desconfiaron de su look gótico-sensible, pero aprovechó una distracción para colarse. La noche siguió con sus nuevos amigos alemanes, chicas y bebidas en una playa de las Bahamas. La cita colectiva prometía un acercamiento más intenso. Pero el sueño de trabajador full time lo venció antes de lograr más intimidad. ¿Qué es ficción? Julián (el avatar Watts y el corpóreo Paredes) redescubren el placer de una cita a ciegas en la que se puede intuir el perfil emocional del usuario según el tipo de avatar, sentirse atraído por una punkie oriental, rechazar a un metrosexual, según pistas falibles que extinguen el peso de la referencia al mundo.

No queda del todo bien, en SL, preguntar ocupaciones, nombres reales, medidas como ahora hace compulsivamente el cronista poco acostumbrado a dejarse teletransportar. De pronto, una muestra de arte en el edificio de la Argentonia invita a disfrutar de la pintura de Emilio Petorutti, con imagen y audio representando una visita guiada, y demostrando que hay vida más allá del sexo virtual y el casino que se debería encontrar a la vuelta de cualquier esquina (excepto hoy, que el sistema falla y le impide al fisgón su placer sensual). “Estamos sintiendo la lentitud de los caños”, advierte Julián Paredes que, convertido en su avatar, es un esbelto gótico de ropa apretadísima, exaltando músculos, pecho, cola y cintura, conversando con las chicas de un negocio de ropa o contemplando la pintura, sólo interesado en los usos productivos, asociativos, con proyección rentable, desde un programa de radio hasta una línea de remeras con motivos como un Carlos Gardel o un Che Guevara que podrían uniformar a los cybernautas de estas pampas. “Pero lo que más hay es casinos y sexo”, admite Julián, que un día decidió apostar a la representación de lo argentino como un extraño rascacielos que no se asocia a simple vista a la infraestructura local. ¿Por qué ese ícono neoyorquino?

Julián Paredes:–Tiene una razón: más allá, el terreno es de otro dueño, y en un inicio compramos sólo un territorio rectangular de 512 metros cuadrados. En cambio, hacia arriba no hay límites. Sí los hay para volar, pero luego podés seguir subiendo mediante un ascensor que sigue, y sigue...

Sexo y negocios

El avatar de Julián Paredes logra una teletransportación inmediata al lugar donde esperan dos chicas, estilo animé, llamadas María Grot y Melisa Kurosawa. En SL se renuevan las generaciones como en la vida, y ahora se puso de moda dar a las criaturas apellidos de cineastas. Los Allen y las Lubitsch están en las primeras posiciones, y se avecina una camada de deportistas. El nombre, aquí, es para toda la vida. Los muñecos no mueren: o si mueren es por un ratito. El goce sexual es a prueba de infecciones, sobre todo en los avatares que no tienen genitales. El personaje de Julián se descubrió, pudoroso, completamente desnudo en una playa nudista, y tomó conciencia de una existencia sexuada pero no genital. La mayoría de los avatares se frota, se besa, pero no tiene cómo consumar la relación. Ahora, Julián Watts y las chicas, diseñadoras y vendedoras de ropa que montaron su local fuera del edificio de Argentonia, se comunican (como en un chat, en el que los avatares tipian sin emitir sonido) como viejos conocidos: es una relación laboral. Ellas preparan una línea de remeras para distribuir en Argentonia. “¡Qué pregunta!”, dice Julián Paredes cuando se lo interroga sobre su catálogo de experiencias cyberamatorias. La velocidad que exige el diálogo con María y Melisa le impide detallar. Melisa Kurosawa: –¿Qué tal, Jul?

You: –Quieren saber si querés contar qué haces en SL para una nota.

María Grot: –Ja

Melisa Kurosawa: –Jaja

You: –Cómo son tus diseños de ropa, qué expresan.

María Grot: –Expresan una forma distinta de ropa que no encontramos en los shops. Es que ésta es una oportunidad de hacer algo que en la vida real jamás se nos hubiera pasado por la cabeza.

Katja McMillan: –Geh sie schubbsen.

La aparición de Katja descoloca: la comunidad no expulsa, se deja husmear por una multilengua que modifica el español original. Como en San Telmo Soho, los extranjeros recorren el local palermitano True la la de María y Melisa corriendo los percheros, revisando las prendas tentados por el talento argentino para el mundo. En medio de la distracción que aportan los compradores ingleses y alemanes, se despliega una reflexión sobre el aspecto en SL. ¿Siempre aspiracional?

You: –¿Sienten que todos son sexies acá?.. (pregunta)

Melisa Kurosawa: –Jajaja

María Grot: –Siento que todos realizan sus proyecciones.

María Grot: –Y eso en cierta forma es sexy.

Melisa Kurosawa: –La gente se hace flaca, porque es fácil y no tenés que ir al gimnasio.

María Grot: –Let it be es la consigna SL, ¿no?

Monumental SL

Una identidad colectiva naciente –dictamina SL– necesita edificios expansivos como el Monumento a la Bandera o el Obelisco para que nucleen la experiencia colectiva. El artífice de las construcciones es el avatar local Eric Perry, un genio de la arquitectura virtual que está obsesionado con reproducir grandes escalas, por lograr vistas desde las alturas que reemplacen a las originales pero con igual alcance y perspectiva. Su último sueño es un Obelisco de 206 peldaños al que se podrá subir y desde el cual no se verá la 9 de Julio, sino a los vecinos de SL, como una provocación definitiva a la georreferencia, un manifiesto que le faltaba a esta tribu para promulgar su autonomía.

“A ese Obelisco lo podrás poner en el patio de tu casa en SL”, ambiciona Perry, que será recordado como el planificador urbano de los cimientos de una Rosario aporteñada (o a la inversa), donde es posible superponer capas de monumentos con viviendas y desafiar la física haciéndolos volar. Eric Perry se despide, y Julián Watts hace un último intento de espiar el sexo virtual o el nudismo (por pedidos reiterados del cronista). El buscador falla otra vez. El tour pedagógico deberá conformarse con lo que le toca: arte, comercio y construcción monumental.

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