OPINION
No basta con ser pintor para ser artista, porque para serlo es necesario tratar de proponer una forma de entenderse con su entorno, pero el que supera el estado de búsqueda y puede formular una visión personal del mundo es un gran artista. Y éste era el caso de Mario Grinbaum.
Desde un planteo abstracto, Grinbaum nos reveló una imagen terriblemente global del mundo actual. La ciudad moderna con su gigantismo y su opresión. Recuerdo que al contemplar la destrucción de las Torres Gemelas no pude más que pensar en su obra como si fuese una premonición, porque en ella la metrópolis se desgasta, se derrumba, pero siempre guarda su pretendida magnificencia urbana. Todo ello lo formuló a través de una muy paradójica abstracción volumétrica y, por mera sugerencia, podríamos decir, también, representativa. Este gran pintor, que comenzó a exponer en su madurez avanzada, ha fallecido la semana pasada sin aún haber podido gozar del reconocimiento que su obra merece. Pero su exposición del año pasado en el Centro Cultural Recoleta ha quedado en la memoria de todos aquellos que la han visto. Se fue sin poder asistir a la muestra que preparaba para la Galería Rubbers. Allí nos dirá a su manera, nuevamente, que un artista puede nacer en cualquier etapa de su vida, aun pasados los sesenta años.
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