EL LARGO CAMINO DE GASTON PAULS, DE GALANCITO A ACTOR COMPROMETIDO CON LA REALIDAD QUE LO RODEA
Abrió su propia productora, está preparando su primer film como director y participa de distintos proyectos vinculados con la Guerra de Malvinas, una obsesión para él después de Iluminados por el fuego. Pronto se lo verá en Malvinas, la retirada, por The History Channel. “Me di cuenta de que me estaba metiendo en la boca del lobo”, dice sobre su cambio de perspectiva artística.
› Por Emanuel Respighi
Cuando, allá por 2003, Gastón Pauls se corrió del escenario actoral para, cámara en mano, transformarse en cronista de la realidad que habitualmente no se ve, las suspicacias y el recelo sobre el salto dado por el ex galán de la teenager Montaña rusa se hicieron inevitables. ¿Cómo iba a integrarse el actor al servicio periodístico de Ser urbano? ¿Hasta qué punto su mirada podía ser fiel y no una composición? ¿Cuándo su postura sobre lo que veía se iba a transformar en una impostura? Sin embargo, a cuatro años de aquella vuelta de timón dada a su carrera, el compromiso y el cuidado con el que se internó en la realidad lo hicieron salir indemne. Y ahora, contando en su haber con dos temporadas de Ser urbano, otras tantas de Humanos en el camino y la apertura de una fundación de ayuda social, ya nadie duda de que más que una aventura aquel salto era una necesidad personal. “Desde el día que decidí hacer programas sobre lo que pasaba en la sociedad, me di cuenta de que me estaba metiendo en la boca del lobo”, explica Pauls a Página/12. “Me pregunté para qué lo hacía, si estaba trabajando bien como actor, qué necesidad tenía. Pero sabía que lo hacía desde un lugar de exploración de mí ser interior y de mí ser social. Mostrar la realidad desde los medios me hizo honesto conmigo mismo”, subraya el actor.
Sin dejar nunca de ser actor, pero al mismo tiempo sin evadirse de una realidad que lo inquieta hasta el punto de perturbarlo, el protagonista de Nueve reinas decidió desandar una carrera cinematográfica y televisiva diferente a la de otros artistas de su generación. Más preocupado por ocupar su tiempo en cuestiones que “lo hagan sentir bien” que en salir en las fotos de las revistas “de actualidad”, pese a su corta carrera Pauls tuvo la valentía de elegir su propio camino, en vez de dejarse llevar por el sendero que los medios le tenían preparado. Así, defendió sus derechos y se enfrentó a productores (Adrián Suar, Dolores Fonzi), abrió su propia productora (Rosstoc, junto a Alejandro Suaya) y hasta se decidió a debutar como director en la pantalla grande con una película sobre la vida del padre Carlos Mugica (ver aparte). “Necesitaba desarrollar mis propios proyectos, cortar un cordón que me tenía atado y liberarme. No necesito que me den el alimento en la boca”, puntualiza.
Tras el protagónico de Iluminados por el fuego, el film sobre la guerra de Malvinas dirigido por Tristán Bauer, Pauls confiesa que quedó consustanciado con el pasado y el presente de los ex combatientes y su lucha contra la indiferencia social. “Al que toma contacto con lo que ocurrió en Malvinas le es imposible ser indiferente al dolor de los ex combatientes y familiares”, dice, con conocimiento de causa. En efecto, el conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña ideado por la dictadura militar en 1982 se le cruza una y otra vez, como un tema recurrente del que no puede (ni quiere) salir. Luego de tratar la cuestión desde diversos puntos de vista en los ciclos documentales que condujo y en la pantalla grande, ahora Pauls vuelve a acercarse a la guerra en la que murieron cientos de pibes argentinos. Malvinas, la retirada, es el nombre del documental que The History Channel emitirá el 2 de abril, a las 22, para toda América latina, con motivo del cumplimiento de los 25 años del comienzo del conflicto.
–Una vez más tiene los ecos de la Guerra de Malvinas como foco. Es una historia inacabable e inabarcable, dado el saldo que dejó en la sociedad.
–Ojalá que no acabe nunca la posibilidad de hablar y debatir sobre lo que pasó en la Guerra de Malvinas, desde muchos lugares. Malvinas es una de esas heridas imposibles de cicatrizar y comprender. Este documental habla de algo que yo no había hecho o visto. Por lo general, los ciclos sobre Malvinas hablan del conflicto en sí o hacen foco en los ex combatientes, con una mirada más intimista. En cambio, La retirada habla del origen de la dictadura y de por qué se llegó a la guerra, además de detenerse en lo que significó la guerra como fin para la Junta Militar. Porque las guerras dejan en la sociedad mucho más que vencedores y vencidos. El documental hace un análisis más político de la situación vivida en esos días previos, durante y a posteriori del conflicto, tanto internamente como en el exterior. Sin olvidar las consecuencias económicas que trae una guerra entre dos países.
–¿Es un trabajo que se detiene más en los “daños colaterales” que en la guerra en sí?
–El de Malvinas fue un conflicto nefasto por donde se lo mire para los argentinos. Los chicos muertos, los ex combatientes suicidados, el perverso uso militar de la guerra, la cobardía de los altos mandos, la corrupción y los negociados económicos, el campo minado que dejó para recuperar las islas a través de la vía diplomática... Si quedaban dudas sobre el operar genocida de la Junta Militar, Malvinas hizo visible el verdadero rostro de la dictadura. A esos tipos nos les importó nada la vida de pibes de 18, 20 años... No sólo fueron sin la experiencia ni el equipamiento suficiente, sino que además ni siquiera les enviaron las toneladas de alimentos que el pueblo argentino donaba para sus hijos.
–Dada la cantidad de veces que abordó el conflicto, conducir, reflejar o realizar una interpretación sobre Malvinas pareciera a esta altura no ser un simple trabajo para usted. ¿Qué es lo que le hace imposible alejarse de la guerra?
–A veces pienso sobre si es uno el que va hacia las cosas, o si hay determinadas cuestiones que aparecen en el camino de uno indefectiblemente. A mí, cuando me llamaron para hacer Iluminados por el fuego, tenía una posición tomada frente al conflicto, vinculada con un tema familiar, sobre la visión crítica que mi viejo tenía de la dictadura y, por ende, de la guerra. La Guerra de Malvinas se orquestó solamente para que la dictadura perdurara en el poder. Y el patriotismo que despertó ojalá lo tuviéramos todo el tiempo para ayudar a los millones de pibes y familias que sufren. El patriotismo que mejora un país no es el que aparece en hechos puntuales sino el que se ejerce todos los días. No basta con hacer flamear una banderita frente a un tipo que manda a la guerra a los pibes y se para en un balcón. Cuando empecé a conectarme con la película y los ex combatientes, empecé a ver y sentir sus vidas, sus temores, sus esperanzas, sus pesadillas, sus sueños, sus dolores... Fue un camino de ida. Supongo que todo lo que tenga que ver con Malvinas, si yo puedo colaborar, desde poniendo mi cara en alguna campaña hasta dando alguna charla, o promocionando la película, lo hago de corazón.
–¿Es casi una obligación moral?
–Sí, Malvinas para mí es una responsabilidad ante lo que hice. De lo contrario, haber hecho Iluminados por el fuego y alejarme tan fácilmente del conflicto, sin importarme lo que les pasa a los ex combatientes, hubiera sido pura especulación actoral. Y cuando la realidad se combina con la ficción, la especulación actoral cede lugar ante la necesidad humana.
–Esa parece más una visión de la vieja guardia actoral, más de la década del setenta y ochenta que de la generación que surgió en los noventa.
–Pero lo que ocurre en el gremio actoral es lo que pasa en la sociedad. Basta ver lo que ocurría en los setenta y lo que ocurre hoy: es mucha menos la gente que participa en movimientos sociales y políticos. Esa también es una herencia nefasta de los años de dictadura. Pero si estar en la vieja guardia es estar en la línea de compromiso de Pepe Soriano, Héctor Alterio, Luis Politti y de los muchos que debieron irse por hacer y decir lo que pensaban, que aprovechaban la cámara o el escenario para decir lo que pocos decían, para mí es un orgullo.
–Usted tuvo la posibilidad de seguir un camino de galán en los tiempos post Montaña rusa y, sin embargo, decidió tomar un sendero diferente, aun con sólo 22 años. ¿Fue un signo de rebeldía?
–Fue algo natural. Yo estaba haciendo de “galancito” en Montaña rusa y sabía que no iba a hacer eso por diez años. No por enjuiciar al personaje de galán, sino porque me iba aburrir hacer siempre lo mismo. Probé el cine porque sabía que me iba a cansar de hacer TV. Hago de todo para no cansarme. Pero más que las decisiones, lo importante es la seriedad con la que uno trabaja. Arnaldo André, por ejemplo, ha hecho telenovelas toda su vida y lo hizo seriamente. Todo tiene que ver con el amor y la seriedad que uno le pone a lo que hace. Mi carrera tiene que ver con lo que me va pasando. Este año voy a hacer una comedia en TV y no creo que pierda seriedad por hacerla.
–¿Siente, ahora, la necesidad de ser coherente con usted mismo?
–De la incoherencia vamos a poder hablar recién al final de nuestras vidas. Todos pensamos o hicimos cosas que años después no las hubiéramos hecho o pensado. Pero no por ser incoherentes, sino porque uno va cambiando su forma de pensar. A veces se critica a los políticos con vehemencia por sus cambios de partidos y a mí eso me importa poco si en la gestión hay honestidad y trabajo. El ser humano, por suerte, no permanece en el mismo estado toda la vida. En las relaciones sentimentales pasa lo mismo: un día uno está enamorado de alguien y al otro uno se pregunta qué le vio a la persona que tiene a su lado. Hay que aceptar las incoherencias.
–Pero muchos ni siquiera se plantean las incoherencias con las que tropiezan...
–En este medio reinan la demagogia y la soberbia. Cada uno la maneja como puede y quiere. Hay mucha gente que es soberbia en cámara y puertas adentro es muy insegura.
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