La feria es un acontecimiento que convoca a lectores entrenados y a los que recién se asoman al mundo de los libros, “los que leen a Joyce y los que leen a Wilbur Smith”, en palabras de Horacio García, presidente de la Fundación El Libro. Temprano, antes de que se abrieran las puertas de acceso, había colas de dos cuadras en la entrada de la calle Cerviño. Ayer más de 50 mil personas circularon por los pabellones y las salas del Predio de La Rural. Paola toma mate, despreocupada, tranquila. Tiene 30 años, chupa la bombilla, husmea las novedades en el stand de Planeta y sigue haciendo la recorrida con su novio uruguayo. “No tengo ningún plan, no busco un libro en especial”, cuenta. “Estoy perdida, ¿dónde está el Pabellón Ocre?”, pregunta una mujer. “No se puede estar acá, todos los años me pasa lo mismo”, agrega mientras camina rápido, enojada, quejándose del calor y de la humedad.

Graciela cuenta que siempre va a la feria y suele elegir el 1o de mayo porque no trabaja. “Hay un auge del libro, la gente parece que compra más, pero no sé si se está leyendo más”, plantea Graciela. “Quiero libros para pintar”, pide Sofía Cometta. Su mamá, Marcela Mussa, se ríe y aclara: “Es el único día libre que tengo y me gusta aprovecharlo para que mi hija se contacte con los libros”. Alberto Castán, encargado del stand de Planeta, señala que esperan mucha gente, a pesar de la lluvia inicial. La oferta del día en ese stand era el Nuevo Diccionario Enciclopédico Espasa, que se conseguía a 40 pesos (en librerías se vende a 75). “Los adolescentes buscan los libros de ciencia ficción de Minotauro”, explica Castán. Los hijos de Huri, novedad de Tolkien, se agotó hace unos días. “Estamos un 15 por ciento por encima de las ventas del año pasado”, anticipa Castán. “A la gente le interesa la lectura y eso es muy gratificante. Una persona me dijo: ‘Yo le compré a usted el último libro que me compré el año pasado’”, recuerda el encargado de Planeta. “A la Feria viene la gente que no va habitualmente a las librerías durante el año, y está muy bien porque quiere decir que hay motivaciones fuertes que impulsan a la gente hacia los libros.”

Marcos Ghione, del stand de El Ateneo, aclara que “hay más gente mirando que comprando”. Además de Mi planta de naranja-lima, de Vasconcellos, y Los siete poderes, de Víctor Sueiro, Ghione confirma que la colección de novela romántica Rubí está entre los más vendidos. “La compran mujeres sin límite de edad.” Una de las colas más numerosas es la de los fanáticos de Quino, quien firma ejemplares de sus libros en el stand de Ediciones de la Flor. “Ay, mirá lo que es esto –señala Daniel Divinsky, el director del sello–. Estamos felices pero agobiados, lo que está pasando supera todas nuestras expectativas.” ¿Pero cómo explica tanto fervor por la Feria?, le pregunta Página/12. “Hay más plata y la gente prefiere gratificarse rápido porque quizá después no pueda hacerlo, es una especie de hedonismo primario.” Kuki Miller, también de Ediciones de la Flor, plantea que sin duda hay mayor consumo de libros, que las estadísticas demuestran que año tras año aumenta el número de títulos publicados, pero “es difícil saber si hay una línea directa entre la adquisición de libros y la lectura”. Miller añade que hay una reinstalación del discurso de la importancia del libro y de la lectura. “Esto renace en momentos de crisis, cuando los padres sienten que no pueden dejarles a los hijos otra cosa que no sea la educación.” Divinsky bromea: “La Feria anda tan bien que este año muchos editores no van a tener necesidad de mentir”. Horacio García explica por qué crece la cantidad de gente que visita el predio de la Rural: “Tratamos de tener ofertas para todos; buscamos que sea un espacio de difusión del libro, que la gente se conecte de manera casual, como casi todos empezamos, y después se enganche definitivamente con los libros”.