OSVALDO BAYER, “AMIGO DE LAS BIBLIOTECAS POPULARES”
Más de 1000 bibliotecarios de todo el país aplaudieron al escritor, distinguido por la Conabip. “El libro jamás morirá”, dijo.
› Por Silvina Friera
Esta vez no lo retaron las Madres de Plaza de Mayo por no cuidarse y decir que sí a todas las invitaciones. Ayer lo aplaudieron más de 1000 bibliotecarios de todo el país en la Sala José Hernández durante el cierre del Encuentro Nacional de Bibliotecas Populares, organizado por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). “Me siento entrando a las puertas del paraíso”, confesó, emocionado, Osvaldo Bayer, que recibió la distinción especial “Amigo de las bibliotecas populares”. “Este premio es para Walsh, Conti y Paco y para los que perdieron a sus hijos como David Viñas y Juan Gelman”, agregó el escritor y periodista. “Los admiro, los envidio, quisiera que me trataran como un hermano”, les pidió Bayer a los bibliotecarios. “Recuerdo que de niño decían que el cine iba a matar al teatro y que los discos matarían a los conciertos. Pero no fue así. El libro jamás va a morir”, señaló el columnista de Página/12. María del Carmen Bianchi, directora de la Conabip, destacó el “inestimable aporte a la cultura popular” del autor de La Patagonia rebelde y su temprano acercamiento como colaborador de las bibliotecas populares.
Más de 1800 instituciones protegidas por la Conabip cuentan con libros de Bayer, que narran hechos fundamentales de la historia argentina. El escritor y periodista recordó la biblioteca de su barrio, en Belgrano, adonde iba diariamente a descubrir tesoros, como los libros de los hermanos Grimm, de Perrault, de Héctor Pedro Blomberg, de Hudson y de Goethe, entre otros. “Siempre voy a estar presente en los comedores infantiles y las bibliotecas populares”, aclaró. “Ojalá se pudiera cumplir con el ideal de Kant: que a través de la cultura se pudiera alcanzar la paz eterna entre los seres humanos.” El Amigo de las Bibliotecas Populares dijo que aborrece “para siempre” a los que quemaron y prohibieron libros. Las risas, y también los aplausos, irrumpieron cuando Bayer mencionó que el ex presidente (Raúl) Lastiri prohibió Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. “Hay que ser desgraciado para que te prohíba Lastiri –bromeó–. Si hubiese sido prohibido por otro presidente de más categoría, Yrigoyen o Perón, uno se pondría más contento.”
No fue la única prohibición que sufrió: Isabel Perón sacó de circulación Los anarquistas expropiadores y mandó a quemar los tres tomos de La Patagonia rebelde, además de prohibir la película homónima. “Quemar libros es como abusar de los niños: es una cobardía, porque no se pueden defender”, planteó el escritor, y sugirió que en todas las bibliotecas populares se coloquen cuadros con los nombres de los que prohibieron y quemaron libros. “El teniente coronel Gorleri quemó libros en el ’78 por ‘Dios, patria y hogar’, mientras que Franco fusilaba por ‘Dios, patria y familia’”, comparó Bayer, y recordó que Alfonsín ascendió a Gorleri a general. “Los argentinos tenemos el increíble privilegio de tener un general quemador de libros. En eso somos originales, debemos ser el único país del mundo”, ironizó el escritor. “Hay que promover una ley para que los quemadores de libros paguen las reediciones. Gorleri gana el sueldo de cinco bibliotecarios; ésas son las ironías argentinas”, aseguró.
“Soy nada más que un asiduo visitante de las bibliotecas populares, no soy un especialista en esta profunda materia. Pero me parece que los padres deben cumplir un rol importante. Porque si a los seis años empecé a ir a la biblioteca de Belgrano fue por consejo de mi padre. Cuando me relató todo lo que podría encontrar en esa biblioteca, me hizo soñar”, subrayó Bayer. “La lectura es esencial, porque va creando imágenes y sueños en el interior de cada uno. Hay que enseñar que el mejor televisor o computadora es el cerebro de cada uno, mucho más amplio, glorioso, imaginativo. No las imágenes que me presta o regala otro, sino la mía propia”, explicó el escritor. “No hay que prohibir nada ni asustar a nadie, sino abrirles los ojos porque en la lectura está el verdadero placer, la verdadera búsqueda, la esencial intimidad. El obstáculo está en la desidia y la comodidad: los padres para tener seguro a su hijo le prenden el televisor. Hay que hacerles saber a esos padres que eso no es seguridad, es una especie de calmante, para no decir droga. Debemos invitar a todos a leer, con la dulce palabra, con la experiencia. Es la mejor manera de ‘navegar’, de crear ideas, de crear sueños, de sentirse protagonista, de imitar a los que van marcando sendas.”
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