EL FILOSOFO GIORGIO AGAMBEN HABLO EN BUENOS AIRES
“El gobierno es una máquina bipolar”
El pensador italiano reflexionó sobre el Estado moderno y sobre la anarquía heredada de la teología cristiana.
› Por Silvina Friera
Escuchar al filósofo italiano Giorgio Agamben es una experiencia intelectual tan perturbadora como placentera. Genera la misma sensación que al leerlo: impresiona, inquieta, invita a polemizar y a pensar. Sus tesis deslumbran no sólo por la erudición filológica que despliegan sino por la manera en que iluminan los problemas del presente. En su primera presentación pública en la Argentina, en el aula magna de la Facultad de Odontología, el autor de Estado de excepción anticipó los temas de su “genealogía teológica de la economía y del gobierno” que formarán parte del segundo volumen de Homo sacer. “El acto de gobierno se define como un efecto colateral, exactamente como la estrategia militar americana. Según los teólogos, el mal es un efecto colateral del bien”, señaló Agamben. Los temas que expuso durante la charla, a la que asistieron cerca de mil personas, permitieron desentrañar cómo funciona el gobierno, al que definió como “una máquina bipolar”, en las sociedades occidentales. “La filosofía política occidental fracasó, en particular la tradición de la izquierda, porque nunca intentó comprender verdaderamente el gobierno”, destacó el filósofo, que recibió el Diploma de Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Agamben planteó que de la teología cristiana se derivan dos paradigmas políticos antinómicos, pero conectados entre sí: la teología política, que funda la trascendencia del poder soberano en un único dios, y la teología económica, que reemplaza esta idea por una economía concebida como un orden inmanente. El paradigma teológico político fue enunciado por Carl Schmitt en 1922: “Todos los conceptos decisivos de la doctrina moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados”. Según el filósofo italiano, la economía se introdujo en la teología en el siglo II, cuando se empezó a discutir la trinidad de figuras divinas.
“Como se podía esperar, generó una fuerte resistencia por parte de personas muy racionales que pensaban que de este modo se corría el riesgo de reintroducir el politeísmo en la fe cristiana –explicó–. Para convencer a esos obstinados adversarios, teólogos como Tertuliano, Hipólito e Ireneo no encontraron nada mejor que servirse del dispositivo económico. Dios, en cuanto a su ser y a su sustancia, es ciertamente uno, pero en cuanto a su economía, en cuanto al modo en que administra su casa, su vida y el mundo, es triple. Dios le confía a Cristo la economía, la administración y el gobierno de los hombres”.
El filósofo italiano subrayó que, según los teólogos, la acción divina, la economía del hijo, el gobierno del mundo y la salvación de los hombres no tienen ningún fundamento en el ser de Dios. La ontología que se manifiesta en la acción del hijo es anárquica, no tiene principio ni fundamento en Dios”, advirtió. Esta afirmación, observó Agamben, tiene consecuencias muy importantes: “Es la causa de la esquizofrenia que la teología cristiana dejó de herencia a la cultura occidental, a su ética y a su política”. Este carácter anárquico en la acción del hijo, además, implica que “el lenguaje y la praxis humana no tienen fundamento en el ser; fundar en el ser el lenguaje y la acción está destinado al fracaso. La ética y la política son imposibles desde la perspectiva cristiana, o más exactamente tienen lugar solamente en la fractura que divide acción y ser”.
Lo que el filósofo italiano llama gobierno resulta del hecho de que la acción no tenga fundamento en el ser. “Un gobierno existe porque el ser y la acción están desconectados, son anárquicos, hay una relación esencial entre gobierno y anarquía”. A partir de esta perspectiva, añadió Agamben, una teología política cristiana stricto sensu no existe. También desde el siglo II los teólogos establecieron una relación esencial entre la providencia y la economía. “La providencia es la forma que la economía toma cuando se presenta como gobierno del mundo”. A la distinción entre el padre y el hijo, el ser y la praxis, el filósofo italiano agregó la distinción de la providencia en general y de la providencia en particular. “El carácter doble de la providencia es fundamental para comprender su función como paradigma del gobierno. Y es una lástima que Foucault no haya trabajado la doctrina de la providencia, pero esto es muy bueno para mí porque me ha dejado espacio”, bromeó Agamben.
“Es esencial entender que algo como la providencia puede funcionar solamente si los dos niveles, el general y el particular, están conectados. El gobierno es precisamente lo que resulta de la combinación y la articulación entre la providencia general y la providencia particular”, definió el filósofo. “En la tradición de la política occidental hay una forma que esgrime de manera ejemplar la distinción y la alteración al mismo tiempo entre estos dos niveles del poder: ‘El rey reina, pero no gobierna’. La providencia general es como el rey y la particular es el acto de gobierno. Si reino y gobierno son separados con una dicotomía absoluta, ningún gobierno es posible. Por eso creo que se puede decir que la oposición entre estas dos figuras del poder es aparente. Esta máquina bipolar es precisamente lo que llamo el gobierno, la forma que el poder ha tomado en Occidente”.
Giorgio Agamben afirma, en ese sentido, que “el problema central de la política Occidental es cómo conciliar estos dos niveles, cómo fundar el gobierno en la soberanía, el orden en la ley y la economía en el derecho–apuntó–. La democracia es intrínsecamente frágil porque se mueve en una continua oscilación entre los dos poderes anárquicos que la teología cristiana le dejó de herencia”. El filósofo italiano, ante la multitud que siguió sus palabras con veneración, dijo que, continuando el trabajo de Foucault, quiere proporcionar una primera contribución hacia una teoría o filosofía del gobierno para tratar de comprender por qué, en la tradición de la izquierda, cuando se gobierna se fracasa. “Estoy convencido de que sólo si entendemos el funcionamiento de la máquina gubernamental podremos quizá desactivar la máquina y abrir el espacio para una política que todavía no existe”.