EL CORETO Y SUSANA GIMENEZ
Gabriela Ricardes y Mario Pérez hablan del efecto de “El circo de las estrellas”.
› Por Emanuel Respighi
Si en 2005 la TV adoptó al circo en su sentido más peyorativo, con la inclusión en continuado de sketches grotescos en los que la gente común hacía todo tipo de vulgaridades en pos de conseguir ya no 15 minutos sino 30 segundos de fama, exponiendo la existencia del ser humano a un nivel de degradación alarmante, este año la pantalla chica logró reivindicar la profesión circense como nunca antes lo había hecho. En medio de los escándalos orquestados de Gran Hermano y ShowMatch, la TV local le abrió el juego a la actividad circense con “El circo de las estrellas”, el segmento que dentro de Susana Giménez sigue la labor de un heterogéneo grupo de famosos que entrenan para adquirir las herramientas necesarias para realizar algún acto de habilidad y destreza. Un formato que sin dejar de ser un reality show, prefiere tomar un carácter testimonial sobre el detrás de escena de la antigua profesión artística, escapando a la lógica perversión y los golpes bajos a los que suele echar mano la veleta TV actual en busca de impacto y rating.
Sin hacer foco en el defecto físico, el blooper o el accidente, “El circo de las estrellas” funciona como una rara avis de la era reality, donde la polémica y las miserias parecen constituir las bases del género. Aquí, aun cuando los famosos (desde los eliminados Toti Ciliberto y Juan Alberto Mateyko hasta Paula Trapani, Nazareno Casero y Pablito Ruiz) compiten entre sí con sus muchas limitaciones a cuestas, la propuesta nunca abandona el registro documental sobre el esfuerzo y el trabajo que requiere todo artista de circo. Una exigencia que el proyecto tuvo desde el vamos, cuando desde la producción del ciclo de Telefé convocaron a Gabriela Ricardes y Mario Pérez, codirectores de la escuela de circo El Coreto, para que entrenaran a los famosos en las diferentes disciplinas artísticas.
“La idea de ‘El circo...’ no es mostrar los bloopers, los desaciertos, la parte oscura, sino mantener un registro testimonial sobre el circo, el proceso de entrenamiento de una persona y el armado de una compañía”, explica Ricardes en la entrevista con Página/12. “Aceptamos la propuesta –agrega Pérez– porque desde el comienzo la intención fue mostrar el coreto del circo. El proceso de aprendizaje tiene mucha preponderancia dentro del programa. Y, además, porque nos parecía que la TV nos iba a ayudar a difundir la idea de que cualquiera puede llegar a hacer números de circo, siempre y cuando se entrene con constancia. Al circo le viene bien tener un nivel de difusión tan grande como el que da el programa de Susana.”
–¿Esa idea de hacer hincapié en el proceso más que en el resultado es una respuesta al lugar equivocado que le dio la TV al circo?
Mario Pérez: –En los últimos años la actividad fue bastardeada, al igual que el uso de la palabra “circo”, utilizada para describir algo en forma peyorativa. La idea es mostrar que ser artista de circo no es tarea fácil. “El circo...” ayuda a cambiar la equívoca imagen televisiva que fue tomando el circo en los últimos años. Desde la escuela, nosotros venimos cambiando esa imagen, haciendo que los alumnos no sólo aprendan a hacer circo, sino también distinguir entre lo que sirve y lo que no.
Gabriela Ricardes: –La propuesta sale también al rescate de valores circenses que no se ven mucho en la TV de hoy. El esfuerzo, la cultura del trabajo, el superar las dificultades, la solidaridad y el aprender a trabajar con el otro y para el otro son valores presentes en el reality, aun cuando se trate de una competencia en televisión.
–Una TV que carece de valores circenses, sobre todo en los realities.
M. P.: –Es que viendo los realities y la manera en que los medios tratan esos programas parecería que el nuestro es un fracaso en relación con el resto, donde todos se hieren y nadie hace nada. Acá, hasta los mismos famosos nos cuentan que terminan tan agotados las jornadas diarias que ni siquiera van a bailar. Acá no se busca ridiculizar a nadie y todo lo que ocurre es real. ¡Es el único reality donde no hay escándalos!
–¿Los famosos también llegaron desconociendo el trabajo del circo? ¿Cómo es el trabajo con las “estrellas”?
G. R.: –Nosotros no participamos en la selección, por lo que las primeras semanas fueron diagnósticas, para que los conociéramos, pero para que también ellos supieran de qué se trataba. Y ahí se dieron cuenta de que no era sólo venir y hacer malabares, sino que necesitaban mejorar su respiración y su condición física. La primera reacción fue de desconcierto, por el esfuerzo que se les exigía. Muchos descubrieron capacidades que no sabían que tenían. O que otras, como la voluntad o el perfeccionismo, que poseían en sus carreras, volcadas al trabajo del circo le dan muy buenos resultados.
M. P.: –Dentro del grupo, hubo muchos que cuando los contrataron pensaron que iban a hacer como si hacían circo. Las diferencias que existieron se basaron en la posibilidad de hacer más. Físicamente, algunos tenían más posibilidades que otros, por lo que después de un tiempo las diferencias se hicieron evidentes. Muchos que al principio se preguntaban para qué corrían, después lo entendieron. Los que veían que no podían hacer algunos ejercicios se frustraban. Y eso trajo alguna desavenencia.
–¿Cuál fue la repercusión que tuvo el reality show en la escuela y en el circo en general?
G. R.: –La TV masificó espectadores de circo. La gente ahora tiene herramientas como para valorar mucho más al artista profesional. Por otro lado, animó a gente de mediana edad que no se imaginaba que sin haber hecho circo antes podía hacerlo. Si bien la escuela viene teniendo un crecimiento sostenido, no pudimos capitalizar a toda esa gente porque ya teníamos los cupos casi completos. Pero sí sabemos que a muchas otras escuelas les está yendo mejor. Ahora se anima más gente que antes a participar de una escuela de circo.
M. P.: –Los circos también elevaron su interés y la venta de entradas, sobre todo en aquellos que están aceptando el cambio hacia el nuevo circo. El cirquero tradicional no es amigo de los cambios. El artista tradicional arma su propio número, que es como su hijo. El circo nuevo, en cambio, propone al artista, no al número. Es como si se le quitara el hijo y se lo volviera a criar por otras personas. No es fácil. Te lo dice una quinta generación de artistas de circo...
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