El nombre pesa un montón: Fábrica Inaudita de Sonidos. Y Richard Arce, guitarrista, compositor y director general de esta criatura multifacética, amplifica sagazmente su significado. “Hay que tener mucho cuidado... somos peligrosos”, se ríe ante Página/12. Se trata de entrarle por la vía más rápida, lúdica y pragmática a este hipercombo artístico integrado por 18 personas, que pretende mixturar –y mixtura– la mayor cantidad de estéticas posibles (cine, música, performance, audiovisuales, teatro, pintura, video, escultura) con varios objetivos secundarios, y uno central: lograr un lenguaje integrador, jugar con todos los sentidos. “Durante mis experiencias en muchos campos –sigue Arce– veía que la gente de la danza no le daba bolilla a la música; la gente del teatro lo mismo; los músicos ignoraban la cosa visual; y la gente de música clásica, el cuerpo... entonces dije ‘¿por qué no apostar a la integración?’. Arce, miembro del Laboratorio de Investigación y Producción Musical del Centro Cultural Recoleta, sesionista de jazz y ex violero del grupo de rock Vía Varela, convocó a gente con inquietudes similares y dio cuerpo a la bestia.

Uno de ellos, Daniel Selén –proyectista de Dos Saxos Dos, el fetiche de Sergio Dawi y Damián Nisenson– es el encargado del montaje visual. “La idea es generar algo en el espectador más allá de la música. Hacer que la gente sienta, no solo que escuche y mire: que se sienta provocada. Para la próxima puesta, ya estamos pensando en ir cambiando olores durante el show.” El debut, con bastante éxito, fue en la sala Villa-Villa del CCR con el espectáculo Teatro de ocupación. Luego hubo intervenciones “por encargo” en diversos espacios y ahora van por más: muy probablemente sea una de las atracciones del próximo Bafim. “La idea madre fue tres músicos tomando un lugar, gente en el medio, pasillos internos, cosas moviéndose y todo transcurriendo alrededor con la intención de transformar cada espacio... siempre le vamos agregando variantes a eso”, explica Arce. El caballito de batalla de la FIS es el sistema octofónico de amplificación, provisto de ocho canales “independientes”, que se distribuyen en toda la sala. ¿Recurso floydiano? “No sé... pero esto es central porque a partir del sonido desarrollamos el resto del espectáculo. Es como contar historias a partir del audio, usando elementos musicales pero también extramusicales. En base al espacio que tengamos, vamos diseñando todo de manera tal que el sonido se cuele por todos lados: abajo, atrás, adelante”.

–¿Instrumentos no convencionales?

Richard Arce: –Sí... chapas, motores, juguetes, vidrios.

–Tentación hipotética: ¿algo que ver con el Teatro Sanitario de Operaciones?

R.A.: –No demasiado, porque lo de ellos es más Fura dels Baus y lo nuestro se basa en el sonido. Más que contar, sugerimos estados de ánimo y situaciones. Escuchás un llanto y de pronto, pasos que vienen caminando de atrás para adelante que dan ideas de mundos diversos. Después, imágenes que te van llevando por distintos lugares. Es más libre.

–¿Y la música?

R.A.: –De todo. De repente popular o electroacústica, de repente ruidos o gemidos. No se sabe muy bien qué, pero algo pasa.

–¿De dónde sacaron la idea?

Daniel Selén: –Es una búsqueda propia, individual. Richard viene de la música, yo de las artes visuales, y nos encontramos en el medio. Yo venía con la idea visual de generar cosas con la música, y él buscaba lo mismo pero al revés: desde lo musical a lo visual. En mis anteriores experiencias no existía proyectar sobre telas, cubos o superficies con volumen y acá logré que eso pasara.

–Ocurre con estos proyectos integradores, multimedia, que a veces resulta engorroso definirlos. ¿De qué manera lo resuelven ustedes para “prender” en el público?

R.A.: –Básicamente, se trata de una experiencia visual y sonora que redefine el concepto de espectáculo multisensorial. O, pensando en un rótulo más formal, diríamos que somos un colectivo de artistas dedicado a crear nuevos lenguajes para la producción de espectáculos audiovisuales en vivo, y a explotar todos los sentidos... pero todos, eh.