TERCER ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO URBANO
Para Graciela Speranza, directora de programación del Encuentro, “no se trata de buscar una homogeneidad que hoy es imposible o forzada, sino de aceptar la diversidad de la ciudad, su disonancia”.
› Por Silvina Friera
En la era de las migraciones y los desplazamientos, doscientos millones de personas viven hoy fuera de su país de origen, mientras más de cien millones no tienen vivienda fija donde afincarse. Las metrópolis del nuevo milenio atraen a contingentes cada vez más numerosos de habitantes que se desplazan del campo empobrecido a las ciudades, de una ciudad a otra más pujante, de una megaciudad en vías de desarrollo a la capital de un país desarrollado. Las sociedades multiculturales no son sólo diversas sino profundamente desiguales: uno de cada tres habitantes urbanos vive hoy en villas miseria y la gran mayoría son inmigrantes. El Tercer Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano, que comenzará el próximo martes en el Teatro San Martín (Corrientes 1530) reunirá a antropólogos, sociólogos, arquitectos, críticos de arte, historiadores, dramaturgos, músicos, artistas y grupos de gestión. Serán tres jornadas (hasta el jueves) en las que el cruce y la confrontación de experiencias que trabajan con lo disonante alentarán la reflexión sobre los desplazamientos y las migraciones. Entre los invitados internaciones, se destacan los antropólogos Renato Ortiz (Brasil), Manuel Delgado (España), la antropóloga Rosanna Reguillo (México), el crítico de arte
T. J. Demos (Londres), el artista mexicano más celebrado e influyente de la actualidad, Gabriel Orozco, y el historiador indio Dipesh Chakrabarty, entre otros (ver aparte).
“Las ciudades informes reemplazaron sin duda a las ciudades con una forma reconocible y abarcable. La morfología y el movimiento urbanos han variado sustancialmente. Más que interior y exterior de las ciudades hay una continuidad espacial y geográfica que produce flujos y caos. Pero esa transformación no necesariamente debe ser leída en términos apocalípticos”, plantea la escritora y crítica literaria Graciela Speranza, directora de programación del encuentro, en la entrevista con Página/12. “Richard Sennett, por ejemplo, celebra la ‘ciudad abierta’ que, a diferencia de los sistemas cerrados, equilibrados e integrados que promueven los grandes consorcios inmobiliarios, abunda en zonas de pasaje, formas incompletas que crean otras formas a su alrededor y espacios democráticos, ricos en foros para que interactúen los extraños –subraya Speranza–. También el arquitecto y urbanista Rem Koolhaas ve en la anarquía una de las últimas maneras tangibles de experimentar la libertad en las ciudades. ‘No existe la forma, sólo la proliferación’, dice Koolhaas. No se trata entonces de buscar una homogeneidad y una estructura predecible y equilibrada, que hoy es imposible o forzada, sino de aceptar la diversidad de la ciudad, la disonancia, incluso el ‘espacio chatarra’, para usar otra expresión suya muy gráfica.”
–Ante esta ausencia de centro y periferia, ¿qué sucede con el espacio público?
–Las nuevas formas de urbanización excluyente han creado islas autónomas en tensión conflictiva con zonas de marginalidad y pobreza. Este proceso de urbanización cerrada organiza el espacio urbano según patrones claros de diferenciación social, desarticula el espacio público y sofoca la vitalidad de la calle. Aun así Buenos Aires, como pocas otras ciudades del mundo, todavía tiene espacios a cielo abierto muy vivos, verdaderamente plurales, multiétnicos y multiclasistas, que habría que preservar y multiplicar. Pensemos en los bosques de Palermo, las grandes plazas, el centro, la calle Corrientes, San Telmo.
–¿Qué desafíos plantean las migraciones y desplazamientos a una ciudad como Buenos Aires?
–David Harvey, el geógrafo británico que cerró el encuentro del año pasado, lo dejó muy claro. Las ciudades que no puedan albergar la diversidad, los movimientos migratorios, los nuevos estilos de vida y la heterogeneidad económica, política, y religiosa morirán por entumecimiento, por parálisis, o por la violencia de los conflictos. Se trata por lo tanto de instrumentar políticas que puedan preservar la diversidad sin reprimir las diferencias. La corrección política o el multiculturalismo biem- pensante son apenas versiones cosméticas de la aceptación de la diversidad. Los inmigrantes suelen engrosar las filas de los trabajadores informales y sufren una doble exclusión, por extranjeros y por pobres. Nada de esto nos es ajeno. Buenos Aires es la segunda ciudad del mundo en cantidad de habitantes bolivianos y el 40 por ciento de los habitantes del conurbano son extranjeros. En el Encuentro nos ocuparemos de las cuestiones migratorias más literales, pero también de otro tipo de desplazamientos. El antropólogo español Manuel Delgado se ocupará de la transformación del casco antiguo de Barcelona, una experiencia que puede confrontarse con la del Abasto y otros barrios de Buenos Aires, y participarán también grupos cooperativos como el MOI, que autogestionan programas de vivienda que benefician a muchos inmigrantes.
–En la introducción al programa del Tercer Encuentro señala que, “detrás de las bondades éticas del multiculturalismo, se ocultan otras formas de discriminación enmascaradas”. ¿Cuáles serían esas formas enmascaradas?
–Hay una encuesta española reciente muy gráfica: siete de cada diez españoles creen que los extranjeros contribuyen al desarrollo económico y valoran positivamente que la sociedad esté compuesta por personas de otro origen racial, de religión o cultura diferentes, pero sólo cinco estarían dispuestos a alquilarle un departamento a un extranjero. En Argentina los resultados no serían muy distintos. En 2006 se dieron 350.000 permisos de residencia, ocho veces la cifra de 2005, pero las condiciones infrahumanas en que trabajan los bolivianos indocumentados quedaron en evidencia en el incendio de un taller textil ese mismo año. Bolivia, película de Adrián Caetano, por ejemplo, muestra muy claramente las formas explícitas y encubiertas de discriminación con el inmigrante y, más recientemente, Copacabana, de Martín Rejtman, derriba muchos estereotipos con los que el folklore multicultural pinta a los bolivianos.
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