ENTREVISTA A CECILIA TODD
La venezolana, referente del folklore, le brinda un “apoyo crítico” a Chávez.
“¿Sabes? Yo llegué a este país el mismo día que Perón. Tenía frío y no sabía cómo vestirme.” El 17 de noviembre de 1972, día clave para la liturgia peronista, Cecilia Todd bajaba del avión casi a la misma hora que el General. Pero sola. Apenas con unas alforjas, ciertos sueños y un fin: estudiar técnica vocal. En Caracas, su ciudad cuna, sólo enseñaban canto lírico. “Era muy jovencita y fui conociendo gente del ámbito: Buenos Aires 8, Mercedes Sosa, Huerque Mapu. Latinoamérica bullía en 1973”, recuerda. Su paso por el país duró lo que la esperanza: tres años. En 1976, quien después se transformaría en una de las mayores referentes del folklore venezolano volvió a su tierra pensando en regresar pronto. Pero alguien le aconsejó que no: “Las cosas no están bien allá”, le sugirieron. Todd dejaba Embarazada del viento, su excelente primer disco –que en 1997 sería reeditado como Pajarillo verde– y un tendal de amigos, que jamás la iban a olvidar: literalmente, la adoran. “Yo me pregunto lo mismo, sabes. ¿A qué se debe?”, deja picando.
Este enésimo viaje a Buenos Aires coincide con la presentación de En vivo en Argentina, su último registro discográfico editado por Acqua en el 2004. Una corazonada musical que mezcla sutilmente merengues, zambas y joropos y la encuentra en plena madurez. Su voz, pese a más de treinta años de ajetreo, luce límpida, fresca, como si el tiempo no hubiese cumplido su rol con ella. “Polo margariteño” brilla en su lozanía, “La lavandera” deviene mágica, despojada, ancestral, y la “Zamba del chaguanco” es la máxima expresión del “argentinismo” estampado en su sangre. “La última vez que vine fue en noviembre y ya extrañaba demasiado”, afirma. La cita es doble: hoy y mañana en el septuagenario Teatro IFT (Boulogne Sur Mer 549), donde la Todd estará acompañada por Ezequiel Mantega en piano, Nicolás Rainone en contrabajo y Roberto López en guitarra. “La primera vez que vine sufrí un impacto, siempre ocurre cuando llegás a un país desconocido. Hoy puedo decir que me siento como en casa. Aunque ya me sentía así cuando me tuve que quedar en Venezuela obligada por las circunstancias. Me quedé en al aire, porque no tenía planeado irme definitivamente de este país. Aquí dejé amigos y cosas, y recién volví en 1981. Recuerdo que arrancamos con un espectáculo Marian Farías Gómez, Inés Rinaldi y yo. Fue un recital fuerte. Yo soñaba con regresar y fue linda esa temporada en Mar del Plata, pero el rollo político era muy fuerte.”
–Distinto al de Venezuela, la última dictadura había caído en 1958...
–Un cambio brusco. Yo nunca había vivido una dictadura, porque cuando cayó Pérez Jiménez en Venezuela, era chiquita y confundía las bombas que caían sobre el cuartel San Carlos con fuegos artificiales. Me di cuenta cuando me metieron debajo de las escaleras, mientras los aviones pasaban por arriba de mi casa (risas).
–¿Volvió a vivir en Argentina?
–Temporalmente. Donde sí viví fue en las islas Canarias. Estuve cuatro años allí, pero era muy difícil trabajar. Nadie vive de la música ahí, salvo que hagas música comercial en los hoteles. Entonces regresé a Venezuela.
–¿Y cómo es la Venezuela de Chávez según su óptica?
–Ha cambiado mucho. Y donde más se ha notado es en lo social. Se ha tomado en cuenta a gente que antes ni siquiera se sabía que existía. Tal vez, eso no beneficia a una parte de la sociedad, pero sí a la mayoría en términos de educación, medicina y trabajo. Se está entrenando mucha gente para armar cooperativas: se le enseña un oficio, se le dan créditos y ahí va. Yo soy muy crítica, porque creo que hay que serlo siempre, pero poniendo todo en la balanza creo que da positivo.
–¿Cómo se manifiesta el canto popular frente al gobierno? ¿Hay oposición a Chávez desde la música?
–Yo no conozco. El mundo de la música y de la cultura se expide a favor de él. He visto también que se le ha abierto la puerta de los teatros a gente que jamás había conocido uno. Digo, por fin la cultura ha tomado las calles.
–Pasa lo inverso con los medios de comunicación. La mayoría son opositores. ¿A usted la han silenciado?, ¿nota que se le da menos cabida por adherir al gobierno?
–El año pasado celebré mis treinta años de carrera y el evento se cubrió poco. No hubo ninguna crítica al concierto... por ahí me llama alguna radio para entrevistarme, pero no más. ¡Ja! Seguro alguien se va a meter en Internet y van a sacar: ¡Cecilia Todd dijo que los medios en Venezuela manipulan! No es que lo diga yo, los medios manipulan. Es una realidad. Por suerte, ahora está la ley resorte, que obliga a pasar música venezolana en las radios cuando antes era imposible. Eso generó un crecimiento enorme de la actividad musical. No sólo hay que pasar las canciones, sino marcar quién es el compositor, quién el cantante y quién el intérprete. Ahora nos faltan programas de televisión.
–¿Porque no hay o porque nadie quiere que haya?
–No sé. Lo único que salía en TV hasta hace un tiempo eran unos programas maratónicos los sábados, que presentaban a músicos de afuera o cosas muy, muy comerciales. La música como negocio ha acaparado el espacio mediático televisivo, pero por suerte la música como expresión genuina del pueblo explota por otro lado: en las calles, en los teatros y en las plazas. Es un gran paso.
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