LEOPOLDO FEDERICO REGRESA CON SU ORQUESTA TIPICA
› Por Carlos Bevilacqua
A poco de charlar, se entrevé la misma naturaleza humilde y generosa que se brinda sobre el escenario. Leopoldo Federico, el virtuoso del fueye que tocó con Di Sarli, Maderna, Gobbi, Salgán y Piazzolla (entre otras figuras emblemáticas), tiene en su orquesta típica el mejor antídoto contra ciertos problemas de salud que lo acechan a los 80. Con esa formación se presentará esta noche, mañana y el viernes y sábado de la semana próxima en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575). Lo acompañarán Horacio Romo, Héctor Lettera y Carlos Corrales en bandoneones; Damián Bolotín, Pablo Agri, Brigitta Danko y Mauricio Svidovsky en violines; Diego Sánchez en violonchelo; Horacio Cabarcos en contrabajo; Nicolás Ledesma en piano y Carlos Gari como cantante.
–Vuelve a un lugar conocido...
–Sí, ya tuve la felicidad de tocar ahí varias veces, desde el 2005. No toco a diario ni con la continuidad con que lo hacía en mi juventud, pero mis últimas actuaciones tuvieron mucha repercusión. Todo lo bueno que me está pasando se lo tengo que agradecer a los músicos de mi orquesta, que me impulsan a seguir y hacen un gran esfuerzo por compatibilizar horarios.
–¿Por qué insistió con la orquesta típica luego de buenas experiencias con tríos y cuartetos?
–Siempre me sentí como protegido por el sonido grupal de la típica. En mi caso es algo que excede lo musical. Nos entendemos con las miradas. Siento que somos como una familia que se junta a trabajar.
–¿Son de ensayar mucho?
–No, porque no hay estrenos y son todos muy profesionales. Prefiero que se guarden toda la energía para el rato de la actuación. Me gusta que hagan como yo, que cuando subo al escenario me entrego de lleno.
–¿Escucha a nuevos intérpretes de tango?
–Sí, en líneas generales tengo muy buena impresión de ellos. Se nota que estudian y que hacen un gran esfuerzo por orquestar, más allá de que a veces no me guste lo que hacen. Es gente que está en la búsqueda, tratando de escapar de lo tradicional y simultáneamente de lo piazzolleano, lo cual es muy difícil. Eso sí: no me hablés del tango electrónico porque no existe, es algo sin creatividad que no llega a constituir una obra artística. No puedo entusiasmarme con una máquina que repite o deforma un sonido.
–¿Por qué tarda tanto en renovarse el repertorio del tango?
–Porque los artistas tienen menos posibilidades de difusión que antes. En la época de los grandes éxitos, los intérpretes nos promocionábamos directamente a través de las radios. Con Sosa entrenábamos un tango por radio un jueves y el sábado en un baile ya nos pedían ese tango.
–¿No influye también el público con un gusto demasiado conservador?
–El tango es un género muy especial. Los músicos de rock están todos los días presentando novedades y lo que no está en el último disco va quedando atrás. Con el tango eso no pasa y al tanguero, aunque sea joven, no le importa que el tango esté hablando de un Buenos Aires que ya no existe. Los grandes tangos son obras tan sólidas que siguen teniendo vigencia, como pasa con un vals de Chopin o una sonata de Mozart.
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