UN RECORRIDO POR LAS CRONICAS DE PASAJEROS FURIOSOS
Relatos de esperas y robos, diatribas contra conductores, aguafuertes crispadas y servicios útiles para vecinos conviven en una multitud de blogs que reclaman contra el estado de trenes, subtes y colectivos.
› Por Julián Gorodischer
Un fantasma recorre andenes y paradas de colectivo: se lo puede identificar por la compulsión a anotar en libretitas, portación de cámara digital, grabador para cazar escenas que nutran, luego, la multitud de páginas en Internet (blogs y fotologs) dedicadas a denunciar o reseñar el transporte público. Asombra la capacidad que tienen para saturar un único tema: exaltan la idea fija como razón de existencia, plasman las mejores y más detalladas crónicas de cómo se viaja y, a veces, logran que sus reclamos modifiquen algunas cosas, como cuando Candelaria Schamun, autora de la página Viaje como el orto (viajecomoelorto.blogspot.com) denunció la existencia de matafuegos vencidos en los subtes y se dignaron a cambiarlos. La vida pasa a través del transporte: desde allí reseñaron la última nevada sobre Buenos Aires, elogian las mejores estaciones de tren, protestan contra esperas, se alertan sobre carteristas y hasta trazan mapas del delito bajo tierra o comparten la agenda del levante subterráneo.
Si bien entre los bloggers del transporte hay cronistas consumados, que permiten acercarse a un mundo entre las vías y sobre las avenidas, lo que prima es la función de servicio. Hay advertencias múltiples, pedidos de socorro desesperados que nacen de la ira urbana y colaboran con la crispación general. Se lee en Como vacas (comovacas.blogspot.com): “A Mariano le robaron la billetera en el subte con el contenido habitual que puede tener una billetera. Se comunicó con Subtecard para que la den de baja y una señorita le dice: Mirá que esta mañana la usaron. Pidió que no le den de baja ya que Subtecard permite a través de su web hacer un seguimiento de dónde y cuándo fue utilizada. La imagen que se ve arriba es el recorrido que realiza este señor. Cuidado si alguien anda por ahí”. El ranking de la protesta sigue con las demoras en la frecuencia de servicios y las multitudes en cada vagón. Cada blog expresa una pequeña catarsis que nunca sacia a su autor: “Un aplauso –reclama Candelaria en su página, citando al aviso de la cerveza–, pido un aplauso fuerte para todos los que llegamos tarde a nuestros compromisos y trabajos. Un aplauso para el que tiene que dejar pasar dos o tres subtes, trenes o colectivos porque no entra ni un alfiler. Y otro al que viaja todos los días apretado y llega al trabajo hecho sopa. Y un aplauso al que le robaron sus pertenencias porque no hay un solo policía. Y una ovación para todos nosotros que todos los días padecemos el transporte”.
Ella prefiere, entre los tópicos frecuentes, enumerar noticias adversas (La línea D prestó servicio reducido), agradecer a periodistas y políticos adherentes y recolectar firmas para petitorios. Tal vez por su condición de pionera en la red temática, es la que alcanzó una mayor visibilidad mediática. “Mi blog –explica a Página/12– surge a raíz y como consecuencia del abandono al que sometieron a los usuarios las empresas de transporte y también el Estado. Antes de empezar, hice muchos reclamos y asenté denuncias en la CNRT, y obtuve respuestas nulas. Entonces decidí hacer algo. La queja sin acción no deja resultados.” Como subgénero de la crónica, el relato exalta la mirada sobre lo cotidiano, habilitando aventuras también en el trayecto de Primera Junta a Plaza de Mayo. En esos 25 minutos ritualizados también puede surgir una historia erótica, terrorífica o policial. Los cronistas postulan: más importante que el acontecimiento es saber mirarlo.
“Trato de estar siempre en estado de alerta”, sigue Candelaria. “Con la cámara encima. Por cuestiones de tiempo, me aboco más al subte, ya que es mi medio diario de transporte. Aprovecho los viajes para hacer las crónicas, por lo general los comentarios los escribo o pienso en el vagón y cuando llego a la oficina les doy forma. Observo lo que pasa a mi alrededor. En los viajes pasan muchas situaciones muy llamativas. Escribo sobre cosas cotidianas y mucha gente se siente reflejada.”
Como plataforma de propuestas, el blog de transporte da vía libre para la creatividad de futuros gestores urbanos. “Hoy granizó. Cuando llueve es imposible transitar los andenes, por la cantidad de charcos, barro y basura que tienen. Y encima de eso hay que agregarle la enorme masa de gente que viaja y los puestos... Esperemos ver progresos en ese techo de una vez por todas. Aunque sea que lo tapen con plástico si no quieren comprar los vidrios. ¡Pero que lo tapen!” (Reclamo de consumidor aggiornado en Como vacas.) “Las crónicas –dice Julián De Sa Souza, gestor de un sitio– las armo con experiencias personales en el tren, tanto mías como de terceros. Y mucha gente me envía por mail cosas que le han ocurrido y también imágenes.” La cuestión de los efectos sigue exhibiendo resultados magros, pero eso poco importa. “Le da más repercusión al tema –sigue De Sa Souza–, en especial desde que el tema comenzó a aparecer en medios de comunicación más clásicos como la televisión y los diarios. Ahí se incrementaron las visitas, y también las crónicas y las experiencias de los usuarios que llegaban a mi casilla.”
A veces, la pasión del cronista de transporte público se revela en una lista de datos útiles, como en el caso del estrictamente informativo En el subte (www.enelsubte.com), que incluso podría sospecharse de house organ de la empresa Metrovías (por su condición de diario de detalles de servicios, demoras y novedades como la reciente inauguración de la línea H) si no se conociera la identidad de su desinteresado autor. “Diría que no es un blog sino un medio especializado en el subte”, define Martín Machain. “Empezó, sí, a partir de una idea individual.” Como en el resto de los blogs, se genera una metafísica del transporte público, postulando todo tipo de enigmas subterráneos: ¿Por qué algunos trenes finalizan en Federico Lacroze? En varios momentos del día, los trenes con destino a Los Incas anuncian su final de recorrido en Lacroze. Enterate de por qué ocurre. “Trabajamos –cuenta Machain– con la mayor seriedad posible y por dos lados, tanto con temas de actualidad como con la elaboración de informes especiales sobre cuestiones técnicas e históricas del subte; en fin, lo que un medio de trenes hace sobre trenes, nosotros con el subte. No buscamos hacer denuncismo por hacerlo: cuando se denuncia algo es porque tenemos y podemos dar referencias y testimonios en ese sentido”. Si los blogs de transporte tienen una interna propia, el blog En el subte pertenece a la gama de “las palomas” en oposición a halcones como Viaje como el orto y Como vacas. “Priorizamos la verificabilidad de la información sobre cualquier otra cosa”, asume Machain. “Eso no quita que proliferen notas críticas sobre la situación del transporte subterráneo, que es catastrófica por donde se la mire.”
El interés de los textos se refuerza en cada aguafuerte indignada, habituales en el sitio Me cago en Metrovías (mecagoenmetrovias.blogspot.com), como si –para su autor– cada día culminara en una cita frente a su diario íntimo de viajes, de efecto tan benéfico para su organismo como un ansiolítico. “Un pelotudo. En medio de la hora pico del regreso, un flaco venía chamuyándose a una compañera de la facultad o del trabajo. Se sube una mujer embarazada, y hace lo posible por no verla. El imbécil, molesto porque le interrumpieron el proyecto de levante, relojeó tres veces a la embarazada tratando de descubrir lo imposible: que no estaba embarazada. El débil mental soñaba con encontrar un almohadón debajo de la ropa de abrigo de la futura madre. Cosa inexistente, por cierto”, escribió esta semana en su bitácora. Lápiz Lásuli, licenciada en publicidad de Morón que dice querer ser escritora y proyecta ser periodista, y que asume llenar “de colores y formas” su vida a través de la crónica de trenes en Maldito Sarmiento-TBA (Todos Bien Apretados) (malditosarmiento.blogspot.com), se suma al mismo espíritu de diatriba y descripción apocalíptica, esta vez en una versión remozada de la vieja disputa de hombres contra máquinas. “Sacar boleto o renovar abono –escribió esta semana– se convirtió en una trampa mortal para muchos. Los dedos se vieron sobrepasados en cantidad de boletos a expender; las colas eran interminables, inaccesibles. Lo que verdaderamente irrita es ver cómo tantos burlan esas colas y se cuelan trepándose por el andén. Es en estos días cuando las máquinas se descomponen generando más caos.”
La condición polifónica de todo blog permite que se filtren extrañas misiones personales como la de “Renacida en el andén”, golpeada en el tren y arrojada inconsciente al andén. Estas páginas expanden una visión trágica de la ciudad y los suburbios. “Lo fundamental para mí es encontrar a la doctora que ejecutó sobre mi pecho las maniobras de resucitación cardíaca”, explica la mujer, obsesionada en concretar un agradecimiento. El fundador de Viaje mal en colectivo (viajemalencolectivo.blogspot.com) adhiere al tono desaforado ya desde su presentación (“pasajero de colectivo harto de viajar contorsionado, de la mala onda de los colectiveros, del pedido de un pasito atrás que hay lugar cuando no entra ni una mochila”). Allí, los perfiles de colectiveros mal educados conviven con reseñas de esperas imposibles a la madrugada y clasificación de lesiones según se viaje de pie o sentado (desde fracturas de caderas a problemas en las cervicales), y se suma el formato más ampuloso e identificacional del manifiesto, como cuando se lee: “Más que pisoteados, a nuestros derechos los pasó por arriba un colectivo. Para recuperar la dignidad hay que reclamar por nuestros derechos de pasajeros. Da la sensación de que el señor colectivero nos hace un favor, pero en realidad no es más que un derecho adquirido a la hora de viajar y hay que cumplir y hacer cumplir”.
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