ENTREVISTA AL DIBUJANTE MIGUEL BRIEVA
El humorista español plantea en su obra una crítica feroz al consumismo y al pensamiento único. En estos días, el público argentino podrá conocerlo a través de una exposición en el Cceba y una recopilación de sus trabajos.
Miguel Brieva es uno de los humoristas gráficos más potentes y originales del Viejo Mundo. Este sevillano, que hizo la mayor parte de su carrera en Madrid y se volvió conocido autoeditándose, carga sus tintas contra el capitalismo, el consumismo, el pensamiento único y la explotación. De yapa, dispara también contra la publicidad, a la que guarda una tirria monumental. Su obra mordaz, fruto de la conciencia del mundo en que vive, tiene en este momento dos oportunidades de visibilidad en Buenos Aires: una exposición en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba, Paraná 1159), que se extenderá hasta el 21 de diciembre, y Dinero, una recopilación publicada por la editorial argentina Ex Abrupto.
Brieva declara fuertes influencias de Crumb y el movimiento del comic underground norteamericano y de El Roto, un humorista gráfico español al que describe “un poco como Quino, pero más sobrio”, referente central del género en España con un estilo “un punto más cerca de los grabados de Goya”. De las letras rescata a Rafael Sánchez Felosio, “por mantenerse consecuente con su propio pensamiento”.
La coherencia intelectual es uno de los puntos que ha ganado más respeto, además de su talento, para la figura del sevillano. Sus críticas al consumismo son mantenidas también en su vida diaria, aunque rechaza considerarse un militante a través de su obra. “Respeto mucho la palabra ‘militancia’, porque me parece que implica un compromiso muy fuerte”, señala Brieva. “Mucha gente hace e incide mucho más que yo, que hago lo que puedo”, agrega. Se reconoce con una postura política firme, pero asegura que su obra se limita a plasmar desde su “modesta habilidad de dibujante” cómo piensa.
Su trabajo con el dibujo, el humor y la historieta lo llevó a autoeditarse. En este camino de publicar él mismo su propia obra se fue haciendo conocido. Así llegaron las editoriales y los grandes medios españoles, y junto con éstos las miradas suspicaces escudriñando si se “vendió al sistema” o si se mantuvo intransigente.
–Ahora tengo la posibilidad de vivir profesionalmente de esto y ésa es la única diferencia real. Pero hasta el momento me han ido ofreciendo hacer lo que yo quiero, entonces he aceptado ese pacto.
–¿Cuáles son los riesgos de que esta nueva situación profesional modifique su obra?
–Quizá cuando te vuelves profesional, al final acabas con una tendencia a reiterar una serie de modos, de recursos, que a lo mejor son los que has ido haciendo a la buena de Dios y que sin ser explícito es un poco lo que se espera de tu trabajo.
–¿Y en lo ideológico?
–Pues conforme colaboras con medios y con empresas más grandes, con editoriales multinacionales, ganas en posibilidad de difusión, pero bueno, trabajas para gente que está haciendo negocio y que no es la gente más... tampoco es muy gratificante, ¿no?
Antes de llegar a trabajar profesionalmente con el dibujo y la historieta, Brieva fue profesor, diseñador, ilustrador para museos y, fundamentalmente, curador de exposiciones. Sin embargo, este artista capaz de apelar a la figura de Dios como administrador celestial para criticar el neoliberalismo parece tener una aversión a la publicidad, propia de quien ha pasado por el medio.
–¿Ha hecho trabajos en publicidad?
–Nunca, y nunca lo haré. La publicidad me parece la banalización de todas las emociones y las cosas más sagradas por dinero. Es el malbaratamiento de la capacidad creativa de las personas. Es una especie de acto de mercenarismo creativo. Sobre todo porque al fin y al cabo la publicidad es el arte de mentir de una manera muy sofisticada. Es una pena que los publicistas inviertan de modo tan nocivo un potencial que podría ser tan positivo para la gente y para ellos. Algunos son amigos, pero desde luego no me parece un oficio muy honrado.
–¿Por qué decidió enfocar el grueso de su trabajo en las finanzas y el consumismo?
–No ha sido una cosa premeditada. Además de buscar cierto deleite en mi trabajo, intenté también responder a las incógnitas, las incertidumbres que se me presentaban en el trabajo desde el humor, que permite lidiar con las cosas que no nos agradan, como una manera de neutralizarlas o de darles la vuelta. No veo otras cosas más adecuadas para reírse que los cimientos de este mundo cada vez más sumido a los mandatos económicos.
De este hombre que intenta consumir “lo menos posible”, la exposición en el Cceba incluye una obra que será imposible de conseguir en la recopilación publicada: las Cajitas de mierda empaquetada, que condensan en un solo objeto de colores pastel su crítica antisistema.
Informe: Andrés Valenzuela.
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