CHICO NOVARRO PRESENTA HOY Y MAÑANA SU ESPECTACULO “EMOCIONES COTIDIANAS”
“Yo llevo la dispersión en la sangre”
El compositor y cantante mostrará este fin de semana en el Gran Rex su costado más tanguero. Integrante del Club del Clan en los ’60, consolidado luego como intérprete de boleros, Chico Novarro vio resurgir su carrera en los últimos años, aunque reconoce: “Durante mucho tiempo tuve que rendir cuentas por mi pasado”.
› Por Karina Micheletto
Casi con la destreza del camaleón del tema que él mismo compuso, Chico Novarro siempre se movió con comodidad en terrenos bien diferentes de la canción. “En los ’60, en el mismo día cantaba con Palito Ortega en el Club del Clan y a la noche estaba tocando jazz con Gato Barbieri”, ha dicho con naturalidad el cantautor. El mismo que se subió a aquella Nueva Ola, para algunos quedó para siempre asociado a la figura de Daniel Riolobos, aquel que, dicen, cantaba boleros como ningún otro. Y a letras de boleros que hoy vuelven de la mano de Luis Miguel, Andrés Calamaro o Vicentico, y que eludieron el estilo florido del género, acercándolo a situaciones cotidianas. Su Carta de un león a otro, además, también ligó su nombre al rock nacional. Pero Chico Novarro también compuso una cantidad de tangos, como Cantata Buenos Aires o Cordón, entre los más conocidos. Y ahora los volvió a grabar en versiones renovadas en Quien dice tango, un disco que lleva el nombre de un tema que compuso junto a su hijo, Pablo Novak. Hoy y mañana mostrará algunos de esos tangos en el espectáculo Emociones cotidianas, que presentará en el Gran Rex, donde también participarán sus hijos, Pablo Novak y Julieta Novarro.
“Después de más de veinte años decidí volver a poner al alcance de la gente mi material de tango, y además traigo algunos tangos nuevos”, dice Novarro, y aclara: “Pero en todos los casos son temas con nuevos arreglos. Digo esto porque hay compañías grabadoras que respetan poco a los artistas y, cuando ven que sacan un disco nuevo, largan lo viejo. Sony sacó un material mío de hace treinta años, que no tiene nada que ver con esto”. Los shows del Gran Rex, sigue diciendo el autor de Algo contigo, servirán para cumplir un viejo sueño: “Habrá una banda con muchos bronces, trompetas, pero en el medio voy a cantar con una orquesta de tango. Cuando yo era muchacho en los bailes se usaba aquello de ‘típica y jazz’. Yo voy a cumplir mi sueño, representando en medio del show el viejo recreo nocturno, con las lucecitas colgando”, se entusiasma.
–En su libro Tango judío, Julio Nudler cuenta que usted le escribió una carta a Salgán ofreciéndose como cantor. Si lo hubiera aceptado, quizás su historia hubiese sido otra...
–Es cierto, fue uno de esos arranques de juventud. Yo estaba trabajando en Chile y un tipo me embaló. Vino un cantor de tangos, un tal Ortiz, y me dijo: “Pibe, ¿por qué no se va a Buenos Aires, qué orquesta le gusta?”. Mi preferida era la de Salgán. “Bueno, escríbale una carta”, me aconsejó, y yo le escribí. Firmé con mi seudónimo artístico de aquel entonces: Mario Bernal.
–¿Y?
–Está a la vista: Salgán jamás me contestó, y yo no me transformé en cantor de tangos.
–Muchos dicen que su carrera tiene algo del camaleón al que usted le cantó. ¿Es cierto?
–Sí, porque el camaleón era ese tipo que se disfrazaba, y yo me identifico con eso. Siempre fui un tipo muy inquieto, me divertía tocando jazz o boleros, o haciendo el programa de televisión Tropicana Club. Después me convocaban para hacer una película con Olmedo y Porcel y yo también disfrutaba, no como actor porque era consciente de que era muy mal actor, pero me encantaba estar ahí metido. Con los Wawanco también la pasaba bárbaro, y era lindo lo que hacíamos, no era la cumbia de ahora. Esa dispersión es algo que llevo en la sangre: cuando era muy pequeño, con mi hermano nos disfrazábamos y nos metíamos en las murgas a tocar el tambor. Después a la noche íbamos a cantar tango en los recreos, así nomás, en pijama y camiseta, éramos los chicos que cantaban. Así que, ya desde mi niñez, eso de cambiar de personalidad era frecuente.
–¿Y nunca se le volvió en contra esa dispersión?
–No, al contrario, me permitió no aburrirme nunca. Pero muchos me lo criticaron. Una vez en La Opinión salió una nota de un periodista que hoy es mi amigo. Decía: “Chico Novarro hace un recital en un café concert para expiar sus pecados anteriores”. La firmaba Carlos Ulanovsky, que después me pidió perdón. Durante mucho tiempo tuve que rendir cuentas. Tenía que decir: “y bueno, tenía 20 años, me divertía y encima ganaba guita...”. Pero por suerte no me quedé ahí: sería muy triste si hoy volviera con el Club del Clan, ¿no?
El primer tango que compuso Novarro fue Nuestro balance, en 1965, y Roberto Goyeneche lo incorporó a su repertorio. En su libro Con todas las letras, el cantautor recuerda: “El ‘balance’ apareció en mi vida vinculado con los términos de contabilidad que yo había estudiado. Mi viejo quería que me dedicara al comercio y, cuando terminé la primaria, me mandaron a un colegio comercial, en Córdoba. Yo tocaba la batería, me acostaba tarde... ¿De qué contabilidad me hablaban?”. “Con este tango canción empecé a meter palabras cotidianas. En el tango uno puede hablar como habla en el café. El bolero es más florido”, explica durante el reportaje.
–Pero justamente a usted se lo reconoce por haber introducido el habla cotidiana al bolero.
–Es cierto. El bolero rendía culto a un discurso amoroso remanido. Yo quise sacarlo de ahí y busqué evitar exageraciones. Aprendí mucho de tipos como Luis Demetrio o Alvaro Carrillo, que entraron en una onda distinta. Yo los seguí y me mandé, metí palabras cotidianas, me tomé licencias.
–¿Por qué cree que hoy se da esta suerte de regreso al bolero?
–Durante muchos años fue vergonzante, muchos productores me han dicho: “bolero no, es antiguo”... Entonces yo le sacaba la palabra bolero y lo transformaba en una balada. Luis Miguel y Almodóvar fueron los grandes relanzadores del bolero, desde distintos lugares. A partir de ellos, hasta los tenores empezaron a cantarlo.
–Y también lo tomó el rock. Sin embargo, usted le inició un juicio a Vicentico por su versión de Algo contigo.
–No: Pedí resarcimiento a la compañía porque él cambió un tema mío sin consultarme. A mí su versión me encantó, pero nadie puede cambiar una letra sin consultar al autor, es su derecho.
–¿Entonces qué fue lo que le molestó?
–No me gustó que le agregara en el final la frase “Niña, no te conozco”. No me gustó y me hubiera gustado que me consultara. Nada más. Yo no me voy a poner a insultarlo como hizo él, que en el Festival de San Pedro dijo: “Voy a cantar una canción de Chico Novarro, un viejo ladri que se mandó una argentineada, le hizo un juicio a la compañía porque no le gustó mi versión”. No es así, a los autores no nos molestan las versiones, al contrario... Si Rubén Blades me cambia la letra yo le agradezco, pero no es el caso. No quiero ofender a nadie, pero para meterse hay que saber.
–Usted admitió una vez que “los boleros son anzuelos”, que “en Cuenta conmigo hay un lobo disfrazado de cordero”. ¿Cómo es eso?
–Y, sí: El tipo le dice: No te molestes, dejáme tirado en un rincón... ¡Pero en realidad no es ningún pobrecito! (Se ríe.) Algo contigo también es pícaro: el tipo que le tira los galgos a la amiga. Son chistes, la interpretación se la dejo al analista. Después están los boleros de despecho: “Cuidado, mucho cuidado, que estás tomando por un rumbo equivocado”. O el de Debut y despedida, al que la mina lo va a ver cantar con otro tipo, y le dice: “Quedate sentada donde estás, hasta el final de la canción, como si nada... Quedate sentada donde estás, que soy el eco nada más de tu conciencia...” ¡Cómo se la cobra, es un maldito! Ojo que en ese tema aclaro que no es una historia mía...
–Pero no va a decir que nunca tomó su experiencia personal.
–En los boleros muchas veces me salpicó algún romance, algo que no pudo ser, alguna novia perdida, algún debut y alguna despedida. Y siempre me escudé en el humor, para cargarme a mí mismo y pintar desde ahí una situación dramática. La vida es así: hay que reírse, aunque no sobren los motivos.
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